28- Pietro Rossi, op. cit. , p. 289.
29- Ibid.
30- Ibid. , p. XIX.
31- Ralph Linton, Cultura y personalidad, Fondo de Cultura Económica, México, 1978, p. 45.
32- Pietro Rossi, op. cit. , p. 306.
33- Ibid. , p. 272.
34- Ibid. , p. 290.
35- Ibid. , p. 270.
36- Ibid. , p. 329.
37- Ibid. , p. 316.
38- “Decir que una sociedad funciona es una trivialidad; pero decir que en una sociedad todo funciona, es un absurdo”. Lévi–Strauss, Antropología estructural , Editorial Eudeba, Buenos Aires, 1968.
39- Lévi–Strauss, Las estructuras elementales del parentesco, op. cit. , p. 41.
40- Lévi–Strauss, Le régard éloigné , Librairie Plon, París, 1983, p. 62. (Hay traducción al español).
41- Ibid. , p. 49 y ss.
42- “Mauss cree todavía posible elaborar una teoría sociológica del simbolismo, cuando en realidad lo que hay que hacer es buscar el origen simbólico de la sociedad”. Lévi–Strauss, “Introducción a la obra de Marcel Mauss”, en Marcel Mauss, Sociología y antropología , Editorial Tecnos, Madrid, 1979, p. 22.
43- Lévi–Strauss, Le régard éloigné, op. cit. , pp. 15, 25–26, y 47–48.
44- Traducción literal: “Toda cultura procede de otra cultura”.
45- Pietro Rossi, op. cit. , p. 75.
46- Ibid., p. 221.
47- Ibid. , p. 266.
48- Talcott Parsons, Edward A. Shils, Hacia una teoría general de la acción , Editorial Kapelusz, Buenos Aires, 1968, pp. 20–46. Kroeber y Parsons acuerdan una especie de “armisticio” para evitar una competencia dañina entre sociólogos y antropólogos culturales: cf . “The concept of Culture and of Social System”, en American Sociological Review , 1958, p. 582 y ss.
49- Pietro Rossi, op. cit. , p. 154.
50- Ibid. , p. 138.
51- Ibid.
52- Ibid., p. 191.
53- A.R. Radcliffe–Brown, A Natural Science of Society , Free Press, Nueva York, 1948.
54- Pietro Rossi, op. cit. , p. 197.
55- Cf . Amalia Signorelli, “Antropologia, culturologia, marxismo. Risposta a Francesco Remotti”, Rassegna Iitaliana di Sociologia , año XXI, núm. 1, enero–marzo de 1980, p. 100.
56- Ibid.
57- Cf . Pierre Bourdieu, Le sens pratique , Les Éditions de Minuit, París, 1980, p. 63 y ss.
58- E. Fromm, “Le caractère social”, en A. Lévy, Psychologie sociale. Textes fondamentaux anglais et américains , (estudio núm. 3); ver también allí mismo, H. Hyman, “Les systèmes de valeurs des différentes classes” (estudio núm. 29).
3. La cultura en la tradición marxista
UNA PERSPECTIVA POLÍTICA EN LA CONSIDERACIÓN DE LA CULTURA
La tradición marxista no ha desarrollado en forma explícita y sistemática una teoría propia de la cultura ni se ha preocupado por elaborar dispositivos metodológicos para su análisis. Desde este punto de vista puede afirmarse que el concepto de cultura es ajeno al marxismo. De hecho, el interés por incorporar este concepto al paradigma materialista histórico es muy reciente, (59) y ha dado lugar a contribuciones que, aun siendo muy importantes, están lejos de haber alcanzado el grado de refinamiento y de operacionalidad logrado por el discurso etnoantropológico sobre la cultura.
Sin embargo, los clásicos del marxismo se refirieron con frecuencia a los problemas de la civilización y de la cultura, entendidas en el sentido del iluminismo europeo del siglo XVIII, y algunos de ellos, como Lenin y Gramsci, nos legaron un buen lote de reflexiones específicas que, pese a su carácter ocasional y fragmentario, no han cesado de alimentar la reflexión contemporánea sobre la cultura.
De modo general, la tradición marxista tiende a homologar la cultura a la ideología, terminando por alojarla dentro de la tópica infraestructura– superestructura. Por eso suele hablarse, dentro de esta tradición, de “instancia ideológico–cultural”. Además, el tratamiento de este problema aparece subordinado siempre a preocupaciones estratégicas o pedagógicas de índole política. Esto significa, entre otras cosas, que los marxistas abordan el análisis de las producciones culturales sólo o principalmente en función de su contribución a la dinámica de la lucha de clases y, por lo tanto, desde una perspectiva políticamente valorativa. Estas peculiaridades ponen de manifiesto toda la distancia que media entre el punto de vista marxista y el punto de vista etnoantropológico en esta materia.
COMPRENSIÓN LENINISTA DE LA CULTURA
La teoría leninista de la cultura es indisociable de su contexto histórico y exige ser interpretada a la luz de los acontecimientos que precedieron, acompañaron y sucedieron a la Revolución de Octubre.
A escala de la formación social rusa, Lenin describe la cultura como una totalidad compleja que se presenta bajo la forma de una “cultura nacional”. (60) Dentro de esta totalidad cabe distinguir una cultura dominante que se identifica con la cultura burguesa erigida en punto de referencia supremo y en principio organizador de todo el conjunto; culturas dominadas, como la del campesinado tradicional en los diferentes marcos regionales, y los “elementos de cultura democrática y socialista”, cuyos portadores son las masas trabajadoras y explotadas (el proletariado). “En cada cultura nacional existen, aunque sea en forma rudimentaria, elementos de cultura democrática y socialista, pues en cada nación hay masas trabajadoras y explotadas cuyas condiciones de vida engendran inevitablemente una ideología democrática y socialista. Pero cada nación posee asimismo una cultura burguesa (por añadidura, en la mayoría de los casos centurionista y clerical) no simplemente en forma de elementos sino como cultura dominante”. (61) En este texto se asimila expresamente la cultura a la ideología; se plantea la determinación de la cultura por factores extraculturales (las condiciones materiales de existencia); y se introduce la relación dominación/subordinación —como efecto de la lucha de clases— también en la esfera de la cultura. Además, la distinción entre “elementos” y “cultura dominante” parece sugerir que la contradictoria pluralidad cultural que se observa en cada nación se halla reducida a sistema por la dominación de la cultura burguesa.
Desde el punto de vista político, Lenin reconoce una virtualidad alternativa y progresista sólo a los “elementos de cultura democrática y socialista” (tesis de la centralidad obrera aun en el plano de la cultura). Estos elementos son, por definición, de carácter internacionalista y se contraponen al nacionalismo burgués, es decir, a la idea de una “cultura nacional” que no puede ser más que “la cultura de los terratenientes, del clero y de la burguesía”. (62) De aquí la guerra sin cuartel declarada por Lenin contra el nacionalismo cultural: “Nuestra consigna es la cultura internacional de la democracia y del movimiento obrero mundial”. (63)
Sin embargo, Lenin se vio obligado a hacer importantes rectificaciones a su tesis del protagonismo cultural obrero en el curso de un célebre debate sobre la cuestión cultural suscitado en el seno del Partido Bolchevique en la época de la revolución. Frente a las tesis liquidacionistas de Bogdanov y del Proletkult, que propugnaban la creación ex ovo de una cultura proletaria radicalmente nueva y diferente de la cultura burguesa, Lenin concibe la mutación cultural como un proceso dialéctico de continuidad y ruptura: “La cultura proletaria no surge de fuente desconocida, no es una invención de los que se llaman especialistas en cultura proletaria. Eso es pura necedad. La cultura proletaria tiene que ser el desarrollo lógico del acervo de conocimientos conquistados por la humanidad bajo el yugo de la sociedad capitalista, de la sociedad terrateniente, de la sociedad burocrática”. (64)
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