Por otra parte, es preciso señalar que gran cantidad de datos conocidos sobre la presente temática provienen de investigaciones realizadas fuera de las fronteras de Chile. En esta lógica, el texto de David Jorge, en su obra Inseguridad Colectiva 10 , dedica un apartado a la importancia del conflicto italo-abisinio como precedente de la Segunda Guerra Mundial; aunque su gran contribución a la historiografía de entreguerras sigue siendo el sólido análisis que realiza en torno a la Sociedad de Naciones y su inacción respecto del conflicto internacional en suelo español, que tuvo lugar entre 1936 y 1939: conflagración en la que el rol jugado por Chile todavía tiene algunas lagunas por saldar.
Finalmente, uno de los análisis más completos y sólidos que existen a la fecha sobre el tema en particular es el libro de George Baer, titulado Test Case: Italy, Ethiopía and the League of Nations. En dicha publicación, el autor somete a un análisis crítico toda la documentación por él recopilada; abordando el rol anglo-francés en el conflicto, el papel desempeñado por la comunidad internacional en el mismo y las consecuencias que trajo -no solo para los involucrados, sino que para el mundo entero-destacando la exigua importancia que ésta le brindó al conflicto 11. Aún así, las menciones a Chile y su accionar diplomático son, reiteramos, reducidas y casi inexistentes.
I.- CONTEXTO INTERNACIONAL: EL CAMINO HACIA LA FORMACIÓN DE LA SDN
I.1. ANTECEDENTES
Si bien no es comparable con la SDN por razones obvias, la única especie de antecedente que podría considerarse como equiparable a dicho organismo es el Congreso de Viena de 1815 y el nuevo orden internacional que de este emerge, basado en el concepto de equilibrio entre los Estados y la promoción de la paz por parte de estos. Más adelante, casi al terminar el siglo XIX, la denominada Convención para la Resolución Pacífica de Controversias Internacionales, en el marco de la Conferencia de La Haya de 1899, supone un punto de inflexión en este ámbito, sobre todo en el plano jurídico. Esta primera instancia, en la que Chile no participó, aspiraba básicamente tanto a resolver amistosamente las controversias internacionales y limitar la compra de armamento, como a recurrir al arbitraje y a la mediación de “potencias amigas” en caso de conflicto inminente 12. Ello supuso, de acuerdo a lo planteado por Crespo, el primer intento oficial para establecer una codificación de dichos procedimientos 13.
Posteriormente, la segunda Conferencia de la Haya, de 1907 -en la cual, a diferencia de la anterior, el país sudamericano si participó- se ocupó de realizar una serie de modificaciones a lo acordado en la primera de estas, con la misión de facilitar el acceso al arbitraje de los países miembros (entre los cuales también se encontraban tanto representantes franceses, ingleses como alemanes; principales protagonistas de los sucesos post 1914) 14. Asimismo, al dividir su trabajo en comisiones, se pudo abordar temáticas relacionadas con el arreglo pacífico de las controversias, problemáticas propias de la guerra –tanto terrestre como marítima-, así como también aquellas vinculadas con iniciativas tendientes al desarme 15; todas ellas con dispar resultado.
Con todo, es sabido que ninguna de estas conferencias estuvo a la altura de las circunstancias, lo que impidió evitar la Primera Guerra Mundial, con los resultados ya conocidos 16.
I.2. LA FORMACIÓN DE LA SDN: SUS PILARES Y DESAFÍOS EN EL PERIODO ENTREGUERRAS
Concluída esta, el periodo entreguerras (1919-1939) se asomó en el horizonte como una época de contrastes, en la cual -si bien el colonialismo se hizo notar en tanto cuanto eran los países septentrionales quienes dominaban el mundo- ciertamente no existía una potencia que detentase el poder en solitario y de manera indiscutida. En dicho contexto, con el imperativo de buscar una paz permanente que permitiese evitar la repetición de conflictos como el vivido entre 1914-1918 surgió la SDN; un bálsamo que representaba un avance para el sistema internacional de ese entonces 17.
A diferencia de lo ocurrido en 1899, y en consonancia con lo acontecido en 1907, Chile sí tuvo participación en el surgimiento de este nuevo organismo, creado en torno a los principios expresados en Versalles por el Presidente Wilson tras la conflagración bélica y el triunfo de la Entente. Como parte de su adhesión al Pacto de la SDN, Santiago oficializó su ingreso el 10 de enero de 1920, lo que significó una serie de derechos, pero también de obligaciones a cumplir por parte del país, entre ellas el comprometerse a respetar y mantener tanto la integridad territorial como la independencia política de los miembros (art.10) y no recurrir a la guerra a la hora de alguna controversia, solventándola en lo sucesivo por la vía diplomática e incluso por el arbitraje si fuese necesario (art. 13). Estos puntos cobraban vital importancia, ya que en lo sucesivo, cualquier acto de guerra llevado a cabo por un miembro del citado organismo internacional, implicaba de manera inmediata el que fuese considerado como una agresión a todos quienes integraban la SDN (art. 18). Paralelamente, el ser miembro de la SDN implicaba no solo cumplir, sino también velar por hacer cumplir lo estipulado en el Pacto. Cabe preguntarse entonces,¿Hasta qué punto Chile llevó a cabo lo anterior?
En este sentido, es necesario señalar que para mediados de la década del veinte, tenían la calidad de Estados miembros de la SDN, además de Chile, tanto Italia- uno de los fundadores del Pacto- como el Imperio Etíope (el cual pasó a integrar la SDN en 1923 18). El primero de estos, bajo el influjo de la ideología fascista encabezada por Benito Mussolini, mientras que el país africano estaba sometido al poder del Negus Haile Selassie 19. Veamos cuál era la situación de cada uno de los involucrados en el conflicto.
I.3. SITUACIÓN DE ITALIA
No debemos olvidar que Italia, pese a su unificación tardía, siempre aspiró a tener posesiones coloniales, siendo África, geográficamente, el continente más cercano para alcanzar dicho propósito. Si bien lo logró parcialmente (sus posesiones en Eritrea y Somalia son una muestra de ello), inicialmente los esfuerzos italianos se concentraron mayoritariamente en consolidar el naciente Estado, por lo que las aventuras al continente africano pasaron a ocupar un lugar secundario. Casi al finalizar el siglo XIX, esta visión cambiaría. Roma esperó someter a Addis Abeba mediante la figura de un protectorado, lo que desató la Primera Guerra Ítalo- Etíope 20. Sin embargo, esta estuvo lejos de resultar favorable a los intereses imperialistas italianos, teniendo los romanos que reconocer, irremediablemente, la independencia del también conocido como Imperio del León de Judá.
En lo sucesivo, Italia haría todo lo posible por aumentar su esfera de influencia en África y hacerse con territorios en el viejo continente –prueba de ello lo constituye la firma del Tratado de Londres, en 1915 21-. Sin embargo, al finalizar la Gran Guerra, el país transalpino estimó que los réditos que le trajo el involucrarse en ella fueron mínimos en comparación con los obtenidos por otras potencias 22.
Es en este contexto cuando emerge la figura de Mussolini, conocida, entre otros aspectos, por su habilidad en tender puentes con entidades de vital importancia para el mundo occidental, como la Iglesia Católica 23. La nueva Italia fascista daría comienzo a su oculto pero siempre latente proyecto colonial en África, deseando igualmente revivir los mejores tiempos de lo que fue antiguamente el Imperio Romano 24. Para ello, era preciso el hacer de Italia una potencia que no tuviese nada que envidiar a sus pares europeos, siendo el símbolo de este resurgir la conquista de Etiopía, la antigua Abisinia; disfrazada internacionalmente como una cruzada en pos de “liberar al pueblo etíope de la esclavitud y la incivilización” 25. Con ello, a su vez, se ofrecía la oportunidad perfecta a Italia tanto para lavar y curar las heridas causadas por los propios etíopes entre 1895 y 1896 -con motivo de la primera guerra entre ambos países-, como de reverdecer laureles imperiales.
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