Carlos Astarita - Del feudalismo al capitalismo
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La mención inicial es para la escuela institucional, representada por Sánchez Albornoz (1971, 2, pp. 36 y ss.). Afirmaba que la libertad de la caballería villana determinaba la peculiaridad castellana en el seno del feudalismo medieval. Bajo su influencia, las prerrogativas jurídicas pasaron a un primer plano. Rafael Gibert (1953, p. 417), por ejemplo, tras enumerar los privilegios de los caballeros (los historiadores institucionales son muy prolijos en las taxonomías), asevera que tomaron como prototipo el estatuto de los hidalgos (exención de tributos y dirección del gobierno municipal), aunque nunca disfrutaron del signo último de la nobleza, la compensación de quinientos sueldos. Concluye que formaban un patriciado urbano. Esta propuesta, paradigmática, nada dice acerca de las condiciones materiales de vida, estudio desplazado por el reconocimiento del acervo jurídico.
Desafiando ese formalismo legal, que durante muchos años nadie discutió, Reyna Pastor de Togneri (1970) concibió a la caballería villana como una variante del campesino rico inglés (yeoman) o ruso (kulak) que, en la medida en que participaba de las actividades ganaderas dominantes, no cuestionaba el sistema feudal. [2]También distanciado de la visión institucional, Salvador de Moxó (1979, p. 171) afirmaba que ese caballero expresaba la transición entre el campesino libre propietario y el último nivel de la nobleza, el infanzón. Esta percepción de los caballeros concejiles, como parte superior del pueblo, o aristocracia campesina, se acentúa en la historiografía sobre Portugal. [3]
Esta interpretación fue recogida sólo de manera limitada y con dudas por los especialistas. [4]No tardó en ser reemplazada por otro esquema que concibieron los historiadores posfranquistas, empeñados en desembarazarse de toda impronta institucional, y en especial, de la tesis de Sánchez Albornoz sobre Castilla como tierra de hombres libres. Cuando España se incorporaba al molde europeo de democracia parlamentaria, su historia dejaba también de ser la excéntrica silueta del medievalismo. A medida que se desplegaba esa revisión, la nueva idea sobre los caballeros villanos se radicalizaba, y borraba tanto la percepción tradicional como la sociológica del campesino enriquecido. Para los modernos intérpretes, los caballeros urbanos fueron, desde el siglo XIII, propietarios de señoríos y, en consecuencia, formaron parte de la clase feudal. [5]Ésta es la pauta hoy dominante.
Un conjunto de argumentos justificaron esta identidad. Para Villar García (1986) los caballeros, como poseedores de aldeas, formaban con los clérigos una sola clase bifuncional en el área. Fundamenta este juicio en documentos eclesiásticos, que supone pertinentes para el problema, ya que las informaciones directas sobre la propiedad y la producción de los caballeros son muy parcas en los testimonios municipales. Asenjo González (1984, pp. 68-69) estima que eran grandes propietarios absentistas –llamados herederos–, y el campesino bajo arrendamiento debía cubrir la mayoría de la sociedad rural. Para Santamaría Lancho (1985, pp. 88-90) el señorío colectivo ejercido sobre las aldeas era la base de reproducción del patriciado. Aunque se ha ocupado de una zona distinta, Ruiz de la Peña (1981) mantiene una opinión concordante. Barrios García (1983-1984, 2, pp. 153 y ss.) presenta la tierra de Ávila a comienzos del siglo XIV desagregada en señoríos (de la alta nobleza, de la nobleza local y de abadengo). Este razonamiento es peculiar de los historiadores, ya que el concepto de clase aparece ligado al ejercicio de una potestad señorial sobre el espacio de influencia del concejo, aun cuando se reconozca que la apropiación del excedente «no debe entenderse como medio de obtención individual de ingresos, sino como la concreción extractora de una dominación feudal colectiva sobre las aldeas». [6]El argumento es en ocasiones asociado a las formas de vida. Mínguez Fernández (1982) defiende la afinidad de los caballeros con la clase feudal por la semejanza de abusos, como las usurpaciones de tierras, y define los conflictos de los caballeros con la aristocracia como intraclasistas. Glick (1979, p. 162) los puntualiza como «quasi-noble status» y los asimila a los infanzones. Diago Hernando (1992, pp. 31 y ss.) discurre sobre carriles parecidos. Sus razones se basan en el ejercicio de las armas, la residencia urbana y la constitución de una oligarquía de hidalgos agrupados en linajes. La polarización social que conllevó este proceso parece demostrada para Soria, aunque no la detecta en forma nítida en otros lugares. Otro argumento consiste en recurrir a casos particulares de caballeros con señoríos, bien testimoniados, en la convicción de que son representativos del conjunto. [7]Una última base está en el léxico, como el significado de «herederos».
Ante esta percepción tan uniforme, las disidencias son escasas. Una está representada por Armand Arriaza. [8]Considera que desde finales del siglo XII se formó una «bourgeoisie chevaleresque», y por consiguiente,
...l’histoire de l’ascension statutaire des chevaliers populaires est en fait l’histoire du processus par lequel une bourgeoisie prend possession d’un statut noble au sein d’un environnement urbain (Arriaza, 1994, p. 419).
Cree que la legislación de finales del siglo XIV y comienzos del XV –que libera a los candidatos al estatuto nobiliario de una matriz puramente agraria o señorial– fue el reflejo de un cambio en la concepción de la nobleza, basada ahora en las riquezas urbanas: la «burguesía caballeresca» se habría transformado en «burguesía noble» (Arriaza, 1995, pp. 90 y ss.). Este punto de vista, tan diferente a los expuestos, es parcialmente explicable por las bases de información. Arriaza se apoya en documentación del norte, en especial de Burgos, donde los mercaderes se habían integrado al patriciado urbano. [9]En esta ciudad surgió una capa de comerciantes enriquecidos por los peregrinos del camino de Santiago de Compostela, por la importación de textiles galo-flamencos y por la exportación de materias primas (Astarita, 1992). A partir del siglo XIII, Burgos (al igual que Sevilla en el sur) iba a constituir un enclave estratégico para el comercio, situación hasta cierto punto singular en Castilla. Esta aclaración permite delimitar el área que nos interesa: la Extremadura Histórica, en la porción central de Castilla.
HIPÓTESIS
No obstante el consenso general, la concordancia de los caballeros con los señores tropieza con complicaciones. Una de ellas es la referida a los documentos. La apelación a fuentes eclesiásticas plantea que la asimilación con la clase feudal carece muchas veces de un apropiado sostén. Antes que recurrir a peligrosas analogías, conviene apoyarse en textos específicamente concejiles. Esos documentos, del siglo XIII en adelante, serán el asiento fáctico de este análisis, para apreciar las relaciones económicas y sociales de los caballeros, su situación de clase, lo que implica su captación como tipo social promedio tomando en una consideración secundaria las desviaciones individuales.
La hipótesis es que los caballeros constituyeron una clase de campesinos independientes, rasgo que no niega, sin embargo, su funcionalidad en la reproducción feudal a partir del poder que, como colectivo, ejercieron sobre las aldeas. Como parte socialmente diferenciada del feudalismo, la caballería villana garantizaba la dominancia que sobre el espacio de los concejos había constituido el régimen señorial. Esto significa que el modo de producción feudal admitía sistemas subordinados que aseguraban el excedente del poder superior, que era, en muchos casos, el rey. La proposición se aclara si se muestra que los caballeros explotaban asalariados. Es el problema que se tratará aquí con cierto detenimiento.
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