Hay que esperar, pues, a la segunda década de siglo, con Iglesias en el Parlamento y los acuerdos programáticos y políticos con los republicanos de la Conjunción Republicano-Socialista, para percibir un cierto debilitamiento del lenguaje tradicional de clase o, mejor, una apertura del mismo compatible con la formulación de un discurso alrededor de la idea de un interés nacional común para los trabajadores y para las izquierdas. A pesar de lo cual, ofrece escasos resultados el intento de rastrear opiniones significativas sobre el hecho nacional o el nacionalismo españoles, algo que puede ocupar extensamente nuestro interés en el presente, pero no preocupaba nada, o muy poco, a Pablo Iglesias y a los socialistas, al menos hasta 1917-1923. [13]
No existe, ni parece necesario elaborar, un discurso propio sobre el nacionalismo español, ni sobre las alternativas nacionalistas subestatales que se estaban desarrollando desde principios de siglo; no les preocupaba nada, ni a Iglesias, ni al partido, ni al sindicato, la estructuración plurinacional o plurirregional del estado; de modo que no es detectable alguna recepción de las posiciones austromarxistas de Otto Bauer y Karl Renner, defensoras de la transformación del Imperio Austrohúngaro en una federación fuerte de naciones, aunque concebidas desde el firme convencimiento de que la clase trabajadora debía subordinar sus sentimientos nacionales a sus intereses de clase: evidentemente, en el socialismo español anterior a la Gran Guerra nadie contemplaba naciones tan diferenciadas cultural y étnicamente como las existentes en la lejana Kakania. [14]
El acuerdo de la Conjunción entre republicanos y socialistas ratificado en noviembre de 1909 en el mitin del frontón Jai Alai de Madrid significó el comienzo de una nueva etapa doctrinal y política en el socialismo español, que ponía fin a tres décadas de aislamiento y comenzaba a aprovechar las oportunidades de una acción política más adecuada a las demandas de sectores populares y obreros de la sociedad española. Esta entrada en política era el resultado de un lento proceso de maduración, que arrancaba del congreso ordinario del PSOE de 1899, que pareció abrir la puerta a la posibilidad de establecer pactos con «los partidos burgueses avanzados»; de las elaboraciones teóricas presentadas por Juan José Morato o García Quejido en la revista socialista La Nueva Era, y de los ejemplos y las bendiciones internacionalistas, como aconsejaba a los dirigentes socialistas españoles el patriarca August Bebel en 1903, los cuales debían «dado el atraso de la situación política del país, prestar concurso a los partidos burgueses más avanzados (...), porque cada progreso que la sociedad burguesa realice hasta su completo desenvolvimiento, es una ventaja para la democracia socialista». [15]
Los dirigentes socialistas, al acordar la conjunción con los republicanos, no hicieron sino certificar la existencia de una cultura y una movilización comunes a las izquierdas españolas y crecientemente extendidas entre las masas urbanas desde comienzos de siglo, reforzadas por una serie de experiencias comunes, desde el análisis crítico de las guerras y derrotas coloniales al fortalecimiento del anticlericalismo desde 1899, la intensificación de la crítica antioligárquica y anticaciquil, las nuevas formas de conflictividad social y acción colectiva, el incremento del asociacionismo obrero, las actividades ciudadanas en sociedades de trabajadores, en federaciones locales, en el casino, en la casa del pueblo, en el ayuntamiento... Los proyectos unitarios de la izquierda republicano-socialista no se deben a la ocurrencia de sus dirigentes, sino a la obligada atención que esos líderes tenían que prestar a las nuevas demandas políticas y culturales que los cambios sociales de las primeras décadas de siglo llevaban consigo. En cualquier caso, la Conjunción Republicano-Socialista fue el primer paso que el PSOE dio en el largo y complicado proceso de su integración progresiva en el sistema político.
Vida Socialista es un interesante semanario ilustrado que se publica entre enero de 1910 y febrero de 1914 y constituye una buena demostración de la cultura política de este periodo inicial de la Conjunción con los republicanos, una buena ilustración de las nuevas actitudes y prácticas del PSOE; el semanario lleva el significativo lema subtitular de «Pueblo, República, Democracia». Es fácil comprobar, consultando los índices temáticos elaborados con ocasión de la edición de un reprint facsimilar de la revista, cómo recogen, de entre 210 números y muchos cientos de artículos, solamente tres referencias al tema del nacionalismo o de las nacionalidades, dos artículos de socialistas europeos de segunda fila, con la tópica retórica internacionalista, y otro dedicado a celebrar el aniversario de la unificación italiana y las virtudes del nacionalismo risorgimental antiaustriaco, antieclesial y antirromano. [16]
La retórica afirmación de que los trabajadores no tienen patria va evolucionando hacia la convicción de que hay que combatir el patriotismo nacional reaccionario y opresor en el interior y en el exterior, el de la burguesía y el de los estados realmente existentes, que sirven, unos y otros, estados y discursos patrióticos, a los intereses económicos de los capitalistas. Lo cual implicaba la formulación y gestión de un nacionalismo alternativo que, en España, pasaba por entender que eran justamente los trabajadores los más interesados en la modernización de un país atrasado y en defender un verdadero interés nacional, identificado ahora con la conquista y el mantenimiento de las libertades democráticas, la transformación del estado monárquico y oligárquico, la concienciación y organización de los trabajadores y la acción colectiva en beneficio del desarrollo económico de la nación y de una más justa distribución de la riqueza. En la medida en que en ningún momento se ponía en cuestión la nación-estado realmente existente, esta afirmación situaba a la dirección y a los militantes del PSOE en el marco ya consolidado del nacionalismo español de tradición y base liberal y regeneracionista, un camino que la política conjuncionista contribuía a extender y asegurar. Aquí comienza el punto de enlace con unos intelectuales de los que había carecido el partido al que, ahora, algunos, comienzan a aproximarse.
Es a partir de este momento cuando podemos encontrar textos del propio Pablo Iglesias, como el de su discurso de respuesta a Canalejas en enero de 1912, en los que ya afirma de modo tan explícito como novedoso que
no se nos puede acusar a nosotros los socialistas y demás trabajadores de no ser patriotas, de no defender nuestra nación (...); somos los que amamos a nuestro país, no esos vascos que llevan los productos de sus minas en buques no con esa bandera nacional que dicen querer tanto, sino bajo banderas de otros países; el pueblo trabajador, una parte muy principal de la nación, interpretando el interés general, batallará porque esta Guerra termine [Marruecos]; no nos importa que se nos diga que no somos patriotas, sabemos que es todo lo contrario, hacemos nuestra la causa, no sólo del proletariado, sino del país en general. [17]
De modo que, resumiendo y situando el socialismo español en el escenario europeo, el papel determinante que tuvo la Guerra Mundial en el reforzamiento y la consolidación de las identidades nacionales de los socialistas europeos y en el debilitamiento de un internacionalismo que, no obstante, siempre será reconocible, cuando menos como nostalgia, en las tradiciones obreras y socialistas, aquí fue desempeñado y cumplido, incialmente, por la Guerra de Cuba, y luego, de modo más constante y sostenido, por las campañas antibélicas y antimilitaristas contra la guerra de Marruecos; de modo simultáneo avanzaba notablemente la integración política de las organizaciones socialistas en la esfera pública, a la vez que se reforzaban los procesos generales de nacionalización de la clase trabajadora, tanto en el propio lenguaje como en la representación de intereses, la práctica de acciones colectivas y su capacidad de incidir en la vida pública y en el estado, como pronto van a evidenciar la concepción y las consecuencias de la huelga general de 1917. [18]
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