Varios autores - Discursos de España en el siglo XX

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Discursos de España en el siglo XX: краткое содержание, описание и аннотация

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El problema de la construcción de España en la época contemporánea ocupa desde hace casi dos décadas el centro de los quehaceres y debates de los historiadores españoles. En los últimos años se ha experimentado, además, un giro que desplaza cada vez más la atención hacia el siglo XX. Centradas en el estudio de los discursos y prácticas de nación en el siglo XX, se puede constatar a través de las distintas aportaciones la complejidad de dichos discursos y prácticas, así como la necesidad de fijar la atención en aspectos poco estudiados. Podría decirse que se ha tratado de estudiar el proceso de construcción nacional en la España del siglo XX, con todas sus contradicciones y especificidades, pero de construcción nacional al fin.

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Los mítines organizados por los republicanos seguían una ritualización parecida, aunque se desarrollara en contextos distintos y por motivos diferentes. No faltaban los elementos simbólicos –banderas, música, algún retrato de característicos republicanos– y, tras escuchar las intervenciones de diferentes republicanos de relevancia local, regional, y a veces nacional, se elaboraba una lista de demandas que incluía también peticiones políticas a nivel nacional. A veces, marchaban después en manifestación hasta el ayuntamiento o el gobierno civil, acompañados por los líderes republicanos de la localidad, con banderas y estandartes de los centros republicanos y obreros que participaban en la movilización, mientras se tocaba o cantaba La Marsellesa y se daban vivas a la República. Al llegar al lugar de destino, se hacía entrega del pliego de peticiones y se daba por finalizada la concentración. Las movilizaciones políticas resultaban especialmente interesantes para los republicanos, sobre todo si se realizaban de forma conjunta con los sectores obreros. Aunque el motivo inicial de la movilización fuera localista, si el tema permitía convertirlo en motivo de ataque global al régimen monárquico, los republicanos podían erigirse en líderes de la movilización y consolidar su posición entre los sectores opuestos al régimen monárquico. Aunque el conflicto se centrara en la estructura de las relaciones de poder a nivel local, como afirma Pamela Radcliff, se le podía dar una lectura insertada en cuestiones nacionales, algo que era posible hacer porque existía una tradición de protesta en defensa de los intereses populares compartida por el republicanismo y el societarismo obrero frente a un régimen oligárquico y represivo. [53]Incluso cuando comenzó a manifestarse la progresiva independencia del movimiento obrero con respecto al republicanismo, aquél siguió participando de una cultura popular básicamente antioligárquica y anticlerical que le permitía colaborar con los republicanos en movilizaciones políticas y actos de protesta contra la guerra o el clericalismo, por ejemplo, cuyo referente era claramente nacional. En Zaragoza, en un mitin contra la guerra en agosto de 1914 organizado por las sociedades obreras, y que contó con el concurso de los republicanos, además de los consabidos gritos contra la guerra y los llamamientos en favor de la unión entre obreros y republicanos, se elaboraron unas conclusiones para enviarlas al gobierno que reflejaban una cultura política republicana compartida por el mundo obrero, en la que la protesta contra la guerra era perfectamente compatible con una disposición a implicarse en la política nacional, siempre que ésta sirviera a los intereses del pueblo, y sin escatimar afirmaciones de cariz patriótico:

Aragón, arma de la patria que ha sabido morir por ella, ante la desacertada política africana que lleva estéril a los hijos del pueblo, demanda la inmediata terminación de la guerra con la consiguiente repatriación de tropas, y dice a los poderes públicos: para el trabajo y la cultura, para caminos, riegos, fomento de la riqueza y reforma social, nuestro esfuerzo jamás regateado; para insensatas empresas, para combatir sin plan ni objeto en Marruecos, ni una peseta, ni un hombre. [54]

La movilización anticlerical fomentada por los republicanos respondía a estas características que mencionamos. Aunque su origen estuviera en un conflicto local, los discursos de la protesta y los escritos en la prensa republicana acababan remitiéndolo a un esquema nacional de conflicto con el clericalismo y el régimen monárquico, en el que solían aparecer retazos de la visión republicana de España con rasgos claramente anticlericales. Como recordaba un dirigente republicano de un pueblo de La Rioja (Cenicero) en el discurso ofrecido a los participantes en la manifestación de julio de 1910:

La cuestión religiosa, relegada en los países cultos a la esfera privada de la familia y la conciencia, constituye entre nosotros problema nacional de gran importancia, problema nacional que atañe a las cuestiones políticas y sociales, de tal trascendencia que su resolución, en uno o en otro sentido, tiene que influir de una manera definitiva y notable en el porvenir, en el mañana de nuestra Patria. [55]

Las protestas, los mítines y las manifestaciones respondían muchas veces a campañas impulsadas a nivel nacional, como las campañas electorales, la protesta por el nombramiento de Nozaleda para la sede arzobispal de Valencia o por la negociación del Concordato, o la campaña a favor de la legislación secularizadora de Canalejas. Los mítines movilizaron a los líderes nacionales que recorrían la geografía española, o a los líderes locales y regionales que se movían en ámbitos locales o provinciales, ante la atenta mirada de la prensa de partido, que recogía puntualmente sus palabras más significadas. Los llamamientos populistas invitaban a participar en las movilizaciones a todos los hijos del pueblo. Los símbolos, gritos y cánticos (La Marsellesa, Himno de Riego, los vivas a la República y a los líderes republicanos nacionales) unificaban a todos los participantes. Y el objetivo era que el clamor de la protesta local llegara en última instancia al gobierno, o bien, en el caso de Canalejas, para manifestarle su apoyo como si se tratara de un plebiscito popular.

Las mujeres eran bienvenidas a los actos de significado anticlerical como una prueba de que se distanciaban del oscurantismo y la dominación a la que, según los republicanos, las sometía el clero. No es que pensaran en ellas como ciudadanas con plenos derechos políticos. Esto de hecho no ocurrió hasta la II República, e incluso, entonces, muchos de ellos se opusieron al derecho al voto de las mujeres con el argumento de que estaban demasiado influidas por el clero e iban a votar a las derechas, pero sí que veían que las mujeres tenían un papel dentro de esa nación española. Una función que se definía fundamentalmente por el lugar que ocupaban en la familia: como compañeras de los esposos republicanos y como educadoras de los hijos en los valores republicanos. De ahí la importancia que atribuían a la necesidad de que las mujeres adquirieran una educación laica. [56]

Fue precisamente la defensa del acceso de las mujeres a una mejor educación lo que definió la lucha de las librepensadoras laicistas desde finales del siglo XIX. Para estas mujeres, ligadas principalmente al republicanismo, ése era el camino si se quería lograr la regeneración de la sociedad. Fundamentaban sus demandas en la importancia del papel que desempeñaba la mujer en la sociedad como esposa y madre, cuidadora de la familia y educadora de sus hijos, futuros ciudadanos. Insertaban estos presupuestos en los planteamientos regeneracionistas de la época y lamentaban que, a pesar de la importancia que tenían las mujeres para el avance de los pueblos, no contribuyeran como podían y debían a la regeneración nacional por falta de una mejor formación. [57]

No todas las mujeres laicistas estaban de acuerdo con la subordinación social de las mujeres que llevaba implícita el republicanismo por el papel que les atribuía en relación con la nación. Las demandas de emancipación de las mujeres laicistas llevaron a algunas republicanas, desde finales de la primera década del siglo, a ver en la educación una vía para acabar con esa subordinación. Eran conscientes de las limitaciones que presentaba el republicanismo a este respecto, ya que no se planteaba que en un futuro próximo las mujeres quedaran integradas en el conjunto del pueblo con las mismas capacidades soberanas que sus componentes masculinos. Entre tanto, al hilo del conflicto anticlerical, también se implicaron en movilizaciones que tenían un referente nacional, como la manifestación celebrada en Barcelona en defensa de las mujeres, el librepensamiento y la república, o el contramanifiesto firmado por 50.000 mujeres según El Pueblo de Valencia frente a las presiones de las mujeres católicas sobre el gobierno de Canalejas. En ambos casos, la vinculación de las organizadoras con el republicanismo permitió que las dos iniciativas tuvieran mayor repercusión en la esfera pública. Reflejaron también que en el republicanismo había posibilidades de que las mujeres participaran en la regeneración de la nación de formas diferentes a los papeles de compañera y madre propugnados por el discurso republicano mayoritariamente aceptado, como lo demostró la lucha de las republicanas laicistas y feministas librepensadoras. [58]

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