Junto a figuras emblemáticas del panteón histórico republicano por su vinculación con la lucha por la libertad –Juan Lanuza, el último Justicia de Aragón ejecutado por Felipe II, o Juan de Padilla, líder de la rebelión de las comunidades en Castilla–, la Guerra de la Independencia, las contiendas carlistas y, en su caso, las resistencias ofrecidas al pronunciamiento de Pavía en 1874, constituían episodios contemporáneos habituales a los que aludían las interpretaciones republicanas de la historia local o regional para reclamarse herederos de aquellos antiguos luchadores por la libertad. Eran episodios sobre los que la interpretación republicana se solapaba con la liberal, habida cuenta de las continuidades de la primera con respecto a la visión liberal de la historia de España. A pesar de la confluencia entre muchas fechas significativas de los calendarios liberal y republicano, los republicanos las aprovecharon para difundir su cultura política, su propaganda y sus símbolos y, en algún caso, llegaron a hacer prevalecer su ritual sobre el liberal. [34]En los aniversarios correspondientes, la prensa republicana recordaba las fechas y gestas más gloriosas con las que corroborar los tópicos sobre el sentido liberal de la historia local y/o regional con la que se identificaban, siempre insertas en el marco nacional español, y las utilizaba para reivindicar su propia historia como defensores de la libertad. En Zaragoza, por ejemplo, la fecha más rememorada era la del 5 de marzo, aniversario de la victoria liberal sobre el asalto carlista a la ciudad en 1838. Constituía la única fiesta local de origen civil en la capital, y su protagonista principal era el pueblo, que acudía a los parques y arboledas de la ciudad a comer y descansar. Se festejaba la amplia participación popular en la defensa de la ciudad y el significado del evento como ejemplo de lo que un pueblo podía lograr cuando le guiaba «su amor a la libertad y al patriotismo».
Similar significado tenía en Teruel la conmemoración anual de la defensa de la ciudad frente al asedio carlista en el verano de 1874. Una procesión cívica al monumento erigido con tal motivo en la llamada Plaza de la Libertad recordaba aquellos acontecimientos. La conmemoración hermanaba a todos los liberales de la localidad, vencedores de la contienda carlista, si bien siempre estuvo muy ligada a los republicanos, que se consideraban los verdaderos promotores de la defensa de la ciudad. [35]De modo que cobró una especial solemnidad al comienzo de la II República, porque mostraba, en palabras del alcalde José Borrajo, un histórico republicano de la villa, la «arraigada convicción liberal y republicana» de la ciudad y servía para recordar que la lucha de aquellos héroes, ejemplificada en los protagonistas que todavía vivían –a quienes se saludaba como a «un trozo viviente de nuestra historia y de nuestro pueblo»–, no había sido estéril, pues el régimen «por el que lucharon y muchos murieron» ya no era «una quimera» sino «una realidad». [36]Como debió de ocurrir en celebraciones parecidas en esos primeros tiempos de la República triunfante, los discursos que se escucharon apelaban al pueblo, simbolizado por la numerosa participación popular en las procesiones cívicas conmemorativas. Como ha recordado recientemente Rafael Cruz, era el mismo pueblo que el discurso populista republicano había caracterizado desde décadas atrás con una serie de cualidades morales que le garantizaban el triunfo futuro; un triunfo que finalmente se había hecho realidad, y cuyo devenir estaba en sus manos porque, proclamada la República, «ya contaba con los derechos políticos para participar activamente en la política y consolidar la República». [37]En el discurso articulado en esas conmemoraciones seguían presentes, igual que a comienzos de siglo, las referencias nacionalistas que hacían hincapié fundamentalmente en la contribución que tal o cual ciudad o región había hecho a la nación española. Así se puede observar en el poema que el obrero turolense José Maícas leyó con motivo de la fiesta en julio de 1931, en el que se pueden apreciar dos hilos conductores característicos de la cultura política republicana en estos temas: la vinculación del pasado con el presente a través de las personas que lucharon por la libertad y la República, y la contribución de la ciudad o región –en este caso, Aragón– a la proclamación del nuevo régimen –gracias a los llamados héroes de Jaca: [38]
(...) // De Abril el doce corría
cuando el sol salió triunfante
barriendo cuantos infantes
a su paso se oponían.
Acompañando venía
la que fue tan deseada
la República adorada
que a España así le decía.
¿Por qué eres tan mal tratada,
hija de mi corazón?
¿por ese mal rey Borbón
que te tiene sofocada?
Avanza, no mires nada,
recobra tu libertad,
honra así a tu dignidad
por ese rey pisoteada.
Mira que en el tres de Julio
los Borbones ya quisieron
avasallar a Teruel
pero no lo consiguieron.
Porque a ello se opusieron
Villalba, Marzo y Espílez
Espallargas, Oria y Quílez,
que en la defensa murieron.
(...) // Sólo por la libertad
todos ellos sucumbieron
y sus nombres no murieron
miradlos a donde están.
Ellos dicen brotarán
un día hombres de talento
que por lograr nuestro intento
jamás retrocederán.
Y ha de ser en Aragón.
Se cumplió la profecía
en Jaca es donde nacía
la hermosa revolución.
Pues en García encarnaron
y en Galán sus ideales,
y aquellas personas reales
también los asesinaron.
(...) // El pueblo ya tan cansado
de tanta canalla vil,
que vio tanta ingratitud
le prepara el ataúd
el día doce de Abril.
El entierro es el entierro
que el pueblo así lo ha mandado.
Y al proclamar la República
las espadas se han doblado.
Es un acto de heroísmo,
es un acto tan honrado,
que defender la nación
es antes que un soberano.
Y con un deber profundo
nacido del corazón,
spaña da una lección
a las Naciones y al mundo.
(...) // Viva la República
Viva dice Azaña
con Prieto y Zamora
y yo Viva España.
Con referencias como ésta, la prensa republicana definió y difundió una identidad en la que lo local se solapaba con lo regional y que remitía en última instancia a lo nacional. La historia seguía ocupando un papel central. Los personajes y acontecimientos históricos mencionados construían una imagen del pasado que se proyectaba hacia el presente a base de destacar, desde la perspectiva republicana, aquellos elementos que los relacionaban: todos simbolizaban la lucha por la libertad y por el bien de la patria, los mismos valores que los republicanos resaltaban de la labor que desarrollaban en el presente.
Ese patriotismo local republicano se configuró en disputa con otras formas de entender lo local y lo nacional, preferentemente con las formulaciones de carácter católico, un enfrentamiento que se plasmó simbólicamente en la erección de monumentos o en la propia celebración festiva. Así se puso de manifiesto, por ejemplo, en Bilbao, donde desde 1896 la celebración de la Fiesta de la Libertad del 2 de mayo en conmemoración del fin del sitio carlista de 1874 se convirtió en una batalla simbólica por intentar desligar de ella la celebración religiosa del Te Deum típica hasta entonces; o en Zaragoza en 1904, con la inauguración del Monumento al Justicia de Aragón, acto que fue seguido de la inauguración a pocos metros y horas de diferencia del Monumento a los Mártires de la Religión y de la Patria. O en Castellón, donde la rivalidad por la fiesta local culminó con la instauración de un calendario festivo católico propio centrado en la patrona de la localidad, la Mare de Deu del Lledó. [39]Esa tensión con la interpretación católica de la historia alcanzaría su culminación en los años treinta, cuando frente a las iniciativas legislativas y culturales de signo laico fomentadas desde distintas instancias de poder controladas por los republicanos, tanto a escala nacional como local, los sectores católicos militantes impulsaron todo tipo de tradiciones litúrgicas y actividades culturales relacionadas con la religión para conformar una identidad católica antagónica a la republicana laica. [40]
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