1 ...6 7 8 10 11 12 ...24 Por eso los blasquistas diferenciaban y daban valor en sus discursos a una parte de la sociedad civil con escasa incidencia en la vida política que, sin embargo, mantenía una red muy considerable de asociacionismo popular, 18de especial incidencia en las grandes ciudades, y cuyos valores sociales eran distintos de los valores de los grupos conservadores y liberales; puesto que estos valores hegemónicos de las élites tradicionales suponían una continuidad y un retroceso a la hora de enfrentarse a las cuestiones sociales y se mostraban, en la práctica, incapaces de enfrentarse a las renovaciones que los republicanos y el incipiente movimiento obrero estaban demandando.
Por ello, tras el triunfo del blasquismo, los movimientos de intencionalidad social y política popular, articulados fundamentalmente alrededor del republicanismo y del incipiente movimiento obrero valenciano, encontraron un espacio propio que les permitió caminar políticamente por una vía moderada y estable; demostrando que un proyecto basado en el laicismo, en el librepensamiento, en el cientifismo y en un progresismo populista y obrerista, podía no sólo renovar la vida social y las identidades de los ciudadanos, sino también estabilizar y profundizar el propio sistema liberal, incorporando las «masas» a la política y encauzando ordenadamente sus demandas. Como decía en 1897, Remigio Herrero:
Hay que convencer á las clases neutras de que los republicanos queremos construir un partido de orden, un gobierno moral que libre para siempre a España de los egoísmos y atropellos de conservadores y fusionistas [...] y que el fin republicano es dispensar protección absoluta á todo lo que representa trabajo y actividad. 19
Mientras el régimen de la Restauración y, más en general, los sectores más conservadores e incluso liberales del momento, se mostraban incapaces de asumir una estructuración pausada del liberalismo radical y del movimiento obrero, obsesionados por el recuerdo de las movilizaciones populares de 1868 y 1874, mientras el mundo político oficial se negaba a establecer determinados caminos o vías de negociación que asegurasen al movimiento obrero o al republicanismo un cierto espacio político, 20el blasquismo en Valencia iba a intentar prefigurar lo que significaba esa «otra España»: una sociedad «respetable» y disciplinada que asumía (con todas sus contradicciones) los retos que los países más avanzados del momento tenían planteados. Por ello, aunque los contrastes con los sectores más conservadores de la vida política nacional eran agudos, los blasquistas lograron en la ciudad vehiculizar los intereses de las clases populares e implicarse en el establecimiento de una sociedad laica y racional. Intentaron también difuminar las fronteras entre los alfabetizados y los analfabetos promoviendo y universalizando la instrucción y la cultura; reforzar a unas clases medias cada vez más numerosas que reclamaban un espacio de opinión y un cierto protagonismo social; combinar «la economía moral» que exigían los sectores obreros con la economía liberal, que buscaba sólo el medro y el beneficio; y también trataron, al menos teóricamente, de acercarse y debatir las reivindicaciones femeninas, que reclamaban una mayor participación social de las mujeres. Sus intenciones que, en muchos casos, no superaron el propio ámbito de la intención y de los discursos, anticiparon, sin embargo, en las estrategias políticas y sociales que adoptaron en su proyecto, muchos de los rasgos que habrían de caracterizar a las sociedades modernas y democráticas. Como afirma Reig, la particularidad del republicanismo en Valencia estuvo en la lucidez y enérgica resolución con que afrontó la dura realidad política y social de la época, «configurando un poderoso movimiento de masas y dando vida a un partido que impuso su hegemonía política y cultural hasta 1934». 21
Con el paso del tiempo el blasquismo como movimiento social vio cómo se agotaba su razón de ser. Las fuerzas sociales que en su origen le habían dado el triunfo y el empuje se agruparon alrededor de otras referencias, puesto que como partido no se había creado una base social propia, amplia y consistente. Su acción política y social fue eficaz y necesaria en un largo período de disgregación de unas fuerzas sociales y de nacimiento de otras, pero le faltaba una base social sólida sobre la que asentarse como partido.
Siguiendo de nuevo el análisis de Reig:
En la pràctica, el blasquisme es dirigí compulsivament a monopolitzar tot l’espai polític alternatiu, en part per apassionament i ceguesa, en part també per necessitat. 22
Con su exclusivismo, cortó la posibilidad de un valencianismo moderado y los sectores cercanos al valencianismo fueron capitalizados por otros partidos políticos más conservadores. El republicanismo «serio» acabó desconfiando de su exaltada demagogia; y el movimiento obrero, a medida que fue adquiriendo formas propias de organización, aunque en la mayoría de los casos continuaba votándoles, dejó de necesitarlo para apoyar sus demandas laborales.
Pero, desde 1895, el republicanismo valenciano supo oponerse a las fuerzas políticas conservadoras y logró contagiar de su entusiasmo a una mayoría de ciudadanos. Desde entonces el partido ejerció una notable influencia en la ciudad y, a partir de 1901 y hasta 1915, el bloque social que se reunía en torno al blasquismo fue suficientemente estable para permitirle la mayoría en la corporación municipal. Después de un corto paréntesis, entre 1915 y 1923 en el que gobernó con el apoyo de otras fuerzas políticas, el blasquismo obtuvo de nuevo la mayoría en la corporación municipal. En las elecciones municipales de 1931 que supusieron el triunfo de la República, lograron aún reunir a las fuerzas de izquierdas que obtuvieron el 70 % de los votos. En las elecciones de 1934 recibieron todavía un respetable soporte electoral; pero en las de 1936, no consiguieron ni uno solo de los siete diputados de la circunscripción de la ciudad. Con el paso del tiempo, habían perdido su original impulso renovador y democrático y habían ido decantándose por la acomodación, el anquilosamiento político y la exacerbación inoperante del valencianismo folclórico. 23
1J. L. León Roca: Blasco Ibáñez y la Valencia de su tiempo, Valencia, Ayuntamiento de Valencia, Publicaciones del Archivo Municipal de Valencia, Estudios Monográficos, 1978.
2J. L. León Roca: Vicente Blasco Ibáñez, La aventura del triunfo. 1867-1928, Valencia, Diputación de Valencia, 1986, p. 13.
3P. Tortosa: La mejor novela de Blasco Ibáñez: su vida, Valencia, Prometeo, 1977, pp. 2-15.
4M. Martí: «La societat valenciana de la Restauració (1875-1914): estabilització del domini burgès i contestació renovada», en VV. AA.: Història del País Valencià, Barcelona, Edicions 62, 1990, vol. V, p. 159. Hace referencia a las palabras de A. Cucó: Sobre la ideologia...
5J. Tusell (dir): Historia de España. La Edad Contemporánea, Madrid, Taurus, 2001, pp. 183-236.
6M. Sanchis Guarner: La ciutat de València, Valencia, Ajuntament de València, 1983, pp. 503-505.
7M. J. González Hernández: «Las manchas del leopardo», en M. Suárez Cortina (ed.): La Restauración entre el liberalismo y la democracia, Madrid, Alianza, 1997, pp. 164-165.
8El Pueblo, 23 de mayo de 1895.
9A. Cucó: Sobre la ideologia blasquista..., p. 10.
10Sobre la transformación del republicanismo histórico en un nuevo republicanismo a principios del siglo XX, véase M. Suárez Cortina: «La quiebra del republicanismo histórico, 1898-1931», en N. Townson: El republicanismo en..., pp. 139-163.
11M. Cerdá (dir.): Diccionario histórico de la Comunidad Valenciana, Valencia, Levante-El Mercantil Valenciano, Editorial Prensa Valenciana, 1992, pp. 149-150.
12P. Radcliff: «Política y cultura republicana en el Gijón de fin de siglo», en N. Townson (ed.): El republicanismo en..., p. 375.
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