Ernst Cassirer coincide con todo lo anterior cuando dice que el lenguaje verbal, sin ser idéntico al pensamiento, es un “vehículo” fundamental en su formación:
Justamente se revela el lenguaje una y otra vez como el poderoso e imprescindible “vehículo” del pensamiento, como rueda motriz que recibe y arrastra al pensamiento al ámbito de su propio movimiento incesante. Cada intuición sensible queda privada de esa libre movilidad a causa de su repleción concreta. […] Es por eso que no puede negarse un «pensamiento sin palabras», pero tal pensamiento queda siempre confinado en mucho mayor medida que el pensamiento lingüístico a lo singular, a lo dado hic et nunc. [...] Así pues, la palabra no crea el concepto, pero tampoco es un mero accesorio exterior del mismo, sino que más bien constituye uno de los medios más importantes para su actualización, esto es, para desligarlo de lo inmediatamente percibido e intuido.[77]
No niega la existencia de un pensamiento averbal, pero le da un valor mínimo. ¿Por qué? Porque es un pensamiento «repleto de concreción». En cambio, el pensamiento estructurado verbalmente está desligado de los contenidos sensibles. Cassirer es coherente con sus posiciones: la relación estrecha con lo concreto, con lo sensorial y particular es «inferior» a su contraparte. Por otro lado, es de notarse que distingue (aunque vagamente) entre un pensamiento basado sobre palabras y uno basado sobre imágenes.
Un enfoque muy distinto del sonido en el lenguaje articulado es el de Sapir. No sólo lo ha despojado de todo ropaje metafísico (como el que le pone Humboldt) o trascendental (como en Cassirer), sino que incluso minimiza su valor como simple soporte o vehículo de los significados. El hecho lingüístico no es un efecto acústico bruto: es un fenómeno muy complejo que condensa lo acústico, lo articulatorio, lo sensible, lo perceptivo, la imagen del referente y el sentido de los vocablos; es también la constitución de un símbolo, que de ese modo pasa a ser elemento del lenguaje. El hecho lingüístico conlleva la formación de conceptos, es decir, la reunión en conceptos de rasgos comunes generales.[78] Así, aunque el lenguaje ha llegado a ser un sistema de símbolos auditivos, «los sonidos del habla, en cuanto tales, no son el hecho esencial del lenguaje». Los elementos del lenguaje no son sonidos, sino series de sonidos: palabras, partes de palabras y series de palabras. [Ibíd., pp. 30-38]
En este mismo tenor, es oportuno referir la postura de Turbayne con respecto al sonido del lenguaje. Para este autor es contingente que nuestro lenguaje articulado se base en el sonido (cuando se habla) y en la luz (cuando se escribe): nuestro lenguaje articulado pudo haber sido gustativo y olfativo, en vez de sonoro y visual. Ciertamente, su uso dejó de ser convencional una vez que fue establecido, pero eso no significa que las palabras deban ser sonoras y tener la forma sonora que tienen, o que ya escritas deban tener la forma visual que aprendemos cuando se nos enseña a leer y escribir.[79] Con este enfoque, se reivindica a los lenguajes no verbales (visuales o de cualquier otro tipo), que ya no son relegados como formas limitadas o rudimentarias de comunicación.
La confrontación directa entre imágenes y palabras y el debate sobre las limitaciones y alcances de unas y otras serán tratados a lo largo del Capítulo 3 de este trabajo. Pero es pertinente hacer ahora una referencia a esta cuestión. Adam Schaff sostiene la primacía del pensamiento en palabras:
a) El proceso del pensamiento abstracto es siempre verbal, aunque el individuo pensante no siempre se dé cuenta de ello. Se trata, por tanto, de una unidad específica de lenguaje y pensamiento.
b) Todos los procesos mentales y todos los procesos de la transmisión de ideas vienen acompañados, de una u otra forma, de procesos linguísticos.
c) Toda la subclase de signos extralingüísticos, dentro de la clase de los signos propios, sólo abarca —en relación con el lenguaje y sus signos— medios meramente derivados de la transmisión del pensamiento humano, y en este sentido son signos de expresión derivativa. En otras palabras: mientras que los signos lingüísticos pueden funcionar sin recurrir a la ayuda de señales o símbolos, el funcionamiento de las señales o símbolos presupone en cambio su traducibilidad a signos lingüísticos.[80]
Afirma, pues, que lenguaje verbal y pensamiento están unidos porque el pensamiento abstracto es verbal. Pero podemos preguntarnos: ¿no hay acaso pensamiento no abstracto? Sí lo hay, y no depende de la verbalización. Dice también que todo tipo de comunicación de ideas está acompañada de verbalizaciones. Mas hay que aclarar que eso sucede si por ideas entendemos únicamente razonamientos formulados en enunciados.
Schaff se preocupa por no identificar en exceso lenguaje y pensamiento. Son como «las dos caras de un papel», pero no son lo mismo:
El pensamiento humano es verbal y, precisamente por ello, abstracto y generalizador: toda palabra generaliza. Pero el pensamiento también opera con medios de orientación prelingüística en el mundo, con imágenes sensibles concretas y sus asociaciones. [...] Las imágenes sensibles concretas […] no poseen, empero, naturaleza lingüística. Al menos por este motivo, el pensamiento no es idéntico al lenguaje, es más rico que este último.[81]
La tesis de que las imágenes sensibles y sus asociaciones son también pensamiento parece contradecir lo que afirma Schaff en la cita anterior, donde ubica a las señales no lingüísticas como derivaciones del lenguaje articulado. Pero luego continúa de esta manera:
¿Puede aparecer el lenguaje sin el pensamiento? [...] Si se acepta que la orientación del recién nacido en el mundo es idéntica al pensamiento, entonces se debería sacar la consecuencia de que los animales piensan; o sea, poner en entredicho el carácter específico del pensamiento humano. [...] No he encontrado ningún defensor de la tesis de que existe un lenguaje […] sin un pensamiento. Puesto que el lenguaje es una unión del portador material —es decir, el sistema de símbolos— y de los significados de esos símbolos —sin lo cual los símbolos dejan de ser lenguaje— no puede existir sin pensamiento. [Ibíd., pp. 180-182]
Como vemos, despacha rápidamente la cuestión del pensamiento en los animales: simplemente, el pensar es privativo de los humanos. Y agrega argumentos que remiten a Locke o a la «lingüística cartesiana»: puesto que los animales y los niños no hablan, entonces no piensan; por tanto, no hay pensamiento «específicamente humano» sin lenguaje. En cuanto al lenguaje, si existe, es porque hay pensamiento: hablo, luego pienso. Por tanto, lenguaje y pensamiento, aunque no son lo mismo, van juntos necesariamente. Y más adelante:
El verdadero problema sólo comienza cuando preguntamos: «¿Es posible un pensamiento sin lenguaje, averbal?» Naturalmente, las distintas formas de intuicionismo filosófico proporcionan una respuesta positiva, según la cual el pensamiento alinguístico no sólo es posible, sino que, además, este pensamiento debe ser precisamente la fuente del «verdadero conocimiento». Sin embargo [...] los argumentos presentados [...] son fruto de la especulación pura, basada en supuestos totalmente arbitrarios. A los hechos de la experiencia cotidiana, a los argumentos de la ciencia experimental [...] se opone mera metafísica e irracionalismo puro. [Ibíd., pp. 183-184]
En primer lugar, es evidente que para Schaff las imágenes o cualquier otra forma no verbal de razonamiento no son en ningún sentido pensamiento. Aunque él mismo ha afirmado que «el pensamiento también opera con medios de orientación prelingüística», [loc. cit.., p. 206] esto no implica para él que puede haber pensamiento sin palabras. El otro argumento es una crítica a los enfoques que proponen la existencia de un pensamiento no verbalizado. Los considera especulativos y sin bases experimentales, «mera metafísica», «irracionalismo puro».
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