Su madre la miró, pero no dijo nada. Movió la cabeza de un lado a otro y siguió sentada mirando a su marido.
Ya más tranquila, Alba se levantó, dejó su americana sobre la cama y se acercó a darle un beso a su padre. Cogió su teléfono y marcó de nuevo el número de su hermano. Cuando al otro lado su hermano lo cogió, le dijo que esperara y se lo tendió a su madre.
—Es Jesús. Toma, habla con él.
—¡Mi Jesús!
Le arrebató el teléfono de la mano sin mirarla siquiera y de espaldas a ella comenzó a hablar con su hijo. Alba la escuchaba a medias y mirando de nuevo a su padre se dio cuenta de que necesitaba algo. Salió al pasillo buscando una enfermera. Al llegar al puesto de enfermería vio a la que el día anterior había entrado a cambiar el suero de su padre.
—Buenos días. Soy Alba, la hija de Antonio Pascual, el paciente de la 416. ¿Podría pedirle un favor?
—Hola, guapa. Tú dirás —respondió la enfermera con una dulce sonrisa.
—Verá, es que esta tarde me gustaría poder afeitar a mi padre. Tengo todo lo necesario, pero quería saber si habría algún inconveniente.
—Por supuesto que no lo hay. Me parece un gesto muy bonito el tuyo. ¿Estás muy unida a tu padre? —La enfermera le sonrió, mirándola con unos ojos muy azules y muy vivos.
—Mucho. Más de lo que yo misma creía —se sinceró con esa mujer que le sonreía con tanto cariño.
—Pues no te preocupes, puedes hacerlo. Aunque si quieres lo podemos hacer nosotras.
—Gracias, pero me gustaría hacerlo yo, aunque necesitaría algún recipiente donde poder echar agua caliente y alguna toalla.
—No te preocupes, te dejaré todo preparado en el baño para cuando vengas. —Le cayó muy bien esa enfermera, la miraba como su madre miraba a su hermano. Se veía que le gustaba su trabajo y cuidar de los enfermos.
—Solo le quiero pedir que no le diga nada a mi madre, por favor. Ella no lo entendería —le solicitó bajando la voz.
—Tranquila, no se enterará. —Le guiñó un ojo.
—Gracias de nuevo, muchas gracias.
—A ti, Alba. Por cierto, yo soy Rosa. Esta semana estoy de mañana, pero la próxima me tocan las tardes. Nos veremos por aquí.
—Perfecto. Yo vendré por las tardes, cuando salga de mi trabajo. Espero que pronto despierte y podamos respirar todos.
—Lo hará, ya lo verás.
—Bueno, gracias por todo de nuevo. Voy a recoger mis cosas para ir a trabajar. Adiós.
—Que pases un buen día. Y no te preocupes, tu padre está bien.
Volvió a la habitación para recoger sus cosas y despedirse de su madre. La vio mirando por la ventana. Había llorado, pero se notaba que estaba más tranquila, imaginaba que por haber podido hablar con su hijo. Pero ni se volvió ni le dijo nada. Alba tampoco preguntó; simplemente, se puso la americana y recogió sus cosas. Se inclinó sobre la cama para darle un beso a su padre y le dijo adiós a su madre. Esta le contestó sin volverse y Alba salió de la habitación y cerró sin hacer ruido. Se paró delante de los ascensores y bajó a la entrada. No se encontró con su médico favorito.
Capítulo 4
Alba estuvo entretenida toda la mañana archivando papeles, atendiendo clientes y cumpliendo con su trabajo. Comprobó que el mundo no se había hundido por haber faltado casi dos días.
Llamó a la compañía de seguros donde su padre tenía el taxi asegurado y explicó la situación. Les prepararía toda la documentación que necesitaran y la enviaría esa misma semana para empezar los trámites. La tranquilizó saber que ellos se encargarían de todo.
Se tomó un café con Beatriz y le dio las gracias de nuevo por haberse encargado de sus cosas. Le contó cómo estaba la situación en el hospital, el estado de su padre y que esperaba escaparse antes de su hora para poder pasar más tiempo con él.
Beatriz lo entendía, sabía la relación que Alba mantenía con su padre. Los había visto casi a diario tomando café juntos y vio la complicidad que tenían. Beatriz también sabía que Alba y su madre no se llevaban muy bien, pero no había querido preguntar por qué. Solo sabía que la relación no era buena.
La escuchó desahogarse e intentó animarla. No eran grandes amigas, pero se llevaban bien. Habían salido de vez en cuando juntas, aunque no tenían los mismos gustos en cuanto a salidas (a Alba le gustaba bailar y ella era más de charla). Alba la había intentado animar a que se apuntara a sus clases de baile; así se soltaría un poco la siguiente vez que salieran por ahí. Beatriz no se veía bailando. Había visto a Alba bailar en alguna ocasión y ella no quería hacer el ridículo.
Cuando llegaron los jefes Alba les pidió un minuto para explicarles otra vez lo mismo que le había explicado a Beatriz. Los tres hermanos y socios del bufete la escucharon y Blanca, una de las hermanas, también socia, le propuso una solución mientras durara esa situación. Hacía tiempo les descargaron unas aplicaciones en los portátiles para poder trabajar desde cualquier sitio con acceso a internet y Blanca le sugirió utilizarla y poder trabajar desde el hospital si quería pasar más tiempo allí hasta que su padre despertara del coma. En el bufete siempre había mucho trabajo administrativo y para Beatriz hacerlo sola era muy complicado; pero si ella, desde donde estuviera, se conectaba y seguía trabajando, no habría ningún problema. Suárez y Vicente estuvieron de acuerdo y Alba se lo agradeció de corazón. Para ella era muy importante su padre, pero también lo era su trabajo. Le gustaba lo que hacía y disfrutaba de su trabajo.
La dejaron organizarse el horario que necesitara y como Alba no quería abusar, ya que bastante duro era para ella tener que pedirles ese favor como para encima ponerse ella el horario, les explicó que entraría antes de las nueve, haría el trabajo más urgente desde allí y se marcharía a la hora de comer. Se guardaría el trabajo menos urgente para llevárselo en el portátil y seguiría trabajando desde el hospital hasta las siete, que era cuando acababa el horario de visitas y tendría que irse a casa. Estuvieron de acuerdo, pero habría días en que no tendrían mucho trabajo y no sería necesario trabajar tantas horas. Le insistieron en que ella se marcara el ritmo. En todos los años que llevaba trabajando allí nunca había faltado ni por una gripe. En el bufete apreciaban su trabajo. Habría sido muy buena defendiendo sus casos, pero respetaban su decisión y a ellos les venía muy bien tener un administrativo que encima sabía tanto de leyes como ellos mismos.
Fue el sitio en el que hizo las prácticas nada más acabar la carrera y en ese sitio se quedó. No faltaba el trabajo y se entendían entre todos muy bien. Cuando Alba les expuso su decisión de no ejercer pensó que la despedirían, pero con el tiempo se dieron cuenta de que era más valiosa dentro que fuera. Les solucionaba un montón de papeleo y revisaba los casos más importantes para dar su punto de vista y poder negociar en los juzgados.
Volvió a su trabajo, ahora ya más relajada. Habían encontrado una solución y todos estaban de acuerdo.
Antes de comer llamó a su madre para preguntar por las pruebas que le habían hecho a su padre. Caridad le dijo que los médicos estaban contentos. El coágulo parecía que se estaba reabsorbiendo bien y pronto le podrían quitar la sedación para que despertara del coma. A Alba se le saltaron las lágrimas; era la mejor noticia que podría haber recibido. Prometió llamar a su hermano para darle la noticia y se despidió de su madre hasta la tarde.
Ya más tranquila, hizo una pequeña pausa para comer. En casi dos días apenas si se había alimentado en condiciones. Salió al bar de enfrente del bufete y comió un menú casero. Le preguntaron por su padre; allí había comido en muchas ocasiones con él y Beatriz les había contado lo ocurrido.
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