(Piensa). Sí, es un proceso conciente porque creo que es un reflejo de nuestras vidas… Todos tenemos encuentros y hacemos amigos y conocemos gente cuyas historias no terminan, desaparecen frente a nosotros, especialmente si uno se está moviendo. Y sí, eso también queda en manos de los lectores. Además, para mí es realmente divertido no terminar las historias…
Sus libros tienen detalles muy exactos de tecnología y se preocupan por problemas prácticos y soluciones prácticas…
Personalmente, a mí me gusta leer libros que explican cómo se arreglan las cosas o cómo funcionan. Estoy muy interesada en el trabajo físico así que le doy un buen lugar en mis libros.
Cuando usted va a escribir sobre algo…, digamos, sobre barcos en Atando cabos, ¿investiga al respecto o elige el tema porque ya lo conoce?
No, yo investigo… Nunca me gustó el consejo que le dio esa profesora de la secundaria a Hemingway, cuando le dijo que hay que escribir siempre sobre lo que se conoce. Para mí tiene que ser al revés: hay que conocer lo que se escribe.
Por eso, sus novelas tocan un abanico de temas: agricultura, carpintería, navegación…
Para mí, ésa es una de las alegrías de la vida: averiguar cómo funcionan las cosas.
¿Hay alguna razón por la que sus personajes viven en el campo o en pueblos chicos?
Hasta hace muy poco, yo viví casi siempre en lugares rurales. Solamente viví dos veces en ciudades grandes a los veintitantos, más o menos, durante un año en cada caso… Y siempre sentí que los centros de poder, donde está la gente que toma las decisiones, son muy crueles con los lugares rurales. Yo trato de explicar cómo son las cosas en el campo a un noventa por ciento de los lectores, porque los lectores son urbanos en un noventa por ciento. No hay mucha gente que escriba sobre lo rural.
Cierto… La ciudad es el sitio de los siglos XX y XXI.
Sí, el campo es exótico para nosotros…
Exótico es la palabra perfecta, pero hay algo que une lo rural y lo urbano en sus libros: el dinero.
Bueno, yo escribo sobre los Estados Unidos, ¿no? Donde el dinero es muy, muy importante.
¿Y la violencia? Es fundamental en muchos de sus libros. En el Wyoming de Brokeback Mountain, por ejemplo…
De nuevo, este país tiene una historia muy, muy larga de violencia, sobre todo en el Oeste. El Oeste no está totalmente civilizado… La gente de Wyoming sigue orgullosa de su pasado violento, cuando gobernaban los fuera de la ley, los violentos, los que hacían justicia por mano propia… Habría sido muy raro que no hubiera violencia… Está ahí en la vida así que está ahí en el libro.
Sí, pero también hay violencia en Atando cabos, y en Los crímenes del acordeón, que no transcurren en el Oeste.
Ésa es la violencia de la gente que llegó primero contra los que vinieron después… Son los crímenes contra los recién llegados…
Y es la historia de los inmigrantes en todas partes… Ya que hablamos de discriminación… ¿Qué piensa de Obama en la presidencia? ¿Esperaba algo así en los Estados Unidos?
No. Lo deseaba pero no lo esperaba. Para nada. Creo que hubo una cantidad de personas que empezó a creer que podía pasar y pasó… No parecía posible… De todos modos, no sabemos si es solamente una anomalía o algo permanente…
Para volver a la literatura, Los crímenes del acordeón es una novela distinta en su literatura. Lo que está en el centro es el tiempo y no el espacio. Es casi una historia de los Estados Unidos en el siglo XX… ¿La pensó de esa forma?
(Piensa un momento). En cierta forma, una forma chiquita, lo que usted dice es absolutamente exacto… Me parece una observación muy perceptiva de su parte. No creo que lo haya notado nadie, además de mí misma.
Si es una historia del último siglo en los Estados Unidos, tiene sentido que muchos relatos queden sin terminar…, todo está inacabado todavía.
Totalmente cierto.
Hay otra razón por la que esa novela es distinta de las demás y es la reflexión sobre el arte. ¿Escribió usted sobre arte en otros libros?
Sí, publiqué una serie de ensayos sobre fotografía y pintores estadounidenses en The Guardian . Mi madre era pintora y siempre me pareció que la vida es más deliciosa si se sabe algo sobre su lado creativo.
Pero en su ficción no es común encontrar personajes con tendencias artísticas, excepto los músicos del Acordeón.
Tiene razón. En esa novela, yo tenía una buena oportunidad para mencionar a los músicos y asociarlos con el instrumento. Era muy natural hacerlo.
¿Cree que el arte es una forma de explorar la historia, la geografía, la identidad, la violencia…?
Creo que sí, si se cuenta a la literatura como una de las artes…
Contémosla.
(Se ríe). Gracias. Estoy pensando que se puede hacer mucho, y sin demasiado ruido, cuando se usa la narración de historias para hablar de cosas que son incómodas para la gente. Muchos temas de Los crímenes del acordeón son desagradables para los estadounidenses, no quieren hablar de ellos, pero si los leen en una historia, para ellos es más fácil cambiar de punto de vista.
¿Lo que me está diciendo es que usted trata de hablar oblicuamente sobre temas que otros se niegan a discutir para que, así, se vuelvan más aceptables?
Mmm, sí, en cierto modo. Pero quiero aclarar que ése no es mi principal objetivo… Es algo secundario… y muy difícil de describir para mí porque nunca me puse a pensarlo…
Claro, pero está ahí. Por ejemplo en Brokeback Mountain, cuando se habla de la discriminación contra los vaqueros… A propósito, ¿qué siente usted con respecto a la forma en que el cine trata sus historias?
Al principio, me intrigaba lo que podía pasar con una historia que había salido de mi cabeza en otro medio, con el trabajo de otra gente. Me interesaba pero tampoco me hice ilusiones… Con Atando cabos , lo que pasa es que convertir una novela en una película es un proceso destructivo…, se corta y se aprieta y se reduce y lo que queda al final no siempre es hermoso. Pero la cosa es al revés cuando se trabaja con un cuento como Brokeback Mountain . Ahí se pudieron poner escenas nuevas y los guionistas no estuvieron restringidos a la corta extensión del cuento, pudieron ser muy creativos… Y creo que lo hicieron.
Mi última pregunta también es sobre la traducción. Pregunto porque soy traductora de novelas. Aquí, en Argentina, mucha gente lee sus libros en versiones traducidas. ¿Qué siente usted al respecto?
(Piensa). Bueno… Hay un viejo dicho que dice que siempre se pierde algo en la traducción… Yo hago esto: a veces leo un libro primero en la traducción al inglés, después lo consigo en el original, abro los dos libros y los leo uno junto al otro… Lleva mucho tiempo…
Sí, y es un proceso cruel para los traductores. Porque se ve el esfuerzo pero también todo lo que no se pudo resolver…
(Se ríe). Yo creo que mi escritura es complicada para los traductores: hay muchas expresiones populares que son difíciles de entender hasta para la gente de este país. Los que viven en las ciudades no saben lo que significan… Por eso siempre me gusta que los traductores me hagan preguntas.
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