¿Lolita, sigue allá o ya está en la Ciudad de México?
Tiene una casa allá, tiene 93 años, por su edad no puede viajar; pero no le duele nada; Lolita siempre fue muy alegre, querida, simpática, y bailadora como buena sinaloense, también guapa.
¿Y tu papá?
Era un ingeniero muy lector, y agricultor. Un apasionado por la educación, cuando lograba que un muchacho saliera de aquellos pueblos y viniera a estudiar al Politécnico, le conseguía una beca, era el hombre más feliz de la vida.
Estudias la primaria, la secundaria, incluso Administración de Empresas allá en tu tierra. ¿Qué tal eran esos años de estudiar en Sinaloa?
Soy egresado de la Universidad Autónoma de Sinaloa y eran años muy gratos, a mí me tocó todavía la Vieja Casona, en la que estaba la pequeña universidad entonces, no me tocó la Ciudad Universitaria, fueron años muy felices, pero también turbulentos, de agitación social, eran los años del 68 y posteriores a éste, esos ánimos revolucionarios los había también en la universidad, una gran radicalización.
¿Y es ahí donde te empieza a interesar la política?
Sí. Inicio en el Ayuntamiento de Culiacán trabajando con una persona que ya murió, el doctor Mariano Carlón, de quien guardo un recuerdo entrañable. Puedo decir que mis cariños más profundos, a pesar de que he viajado mucho por el mundo y he vivido en muchos lugares, están en mi infancia y en mi juventud en Sinaloa.
Y también es la cuna del narcotráfico.
El narcotráfico en Sinaloa empieza desde la Segunda Guerra Mundial, cuando los norteamericanos le piden al gobierno mexicano que, en el llamado Triángulo de Oro, entre Chihuahua, Sinaloa y Durango, que reúne condiciones óptimas, se produzca opio para producir morfina para los heridos de guerra. Así inicia históricamente el narcotráfico en Sinaloa. Cuando termina la guerra, los norteamericanos dijeron “ya no produzcan”, pero ya la gente se había acostumbrado.
Sin duda llegaste a convivir y a ver a muchos narcotraficantes, porque convivían con toda la sociedad.
Era algo relativamente normal en aquella época. No había los niveles de violencia que posteriormente se dieron. En alguna zona de Tierra Blanca, en Culiacán, sabíamos todos que esto ocurría, algunas familias lo hacían y era parte del paisaje en el que vivíamos. Afortunadamente no había episodios tan duros como los que hoy conocemos.
Terminas la carrera, eres un hombre, muy culto, preparado, llegas a la Ciudad de México y después te vas a París.
Llego a la Ciudad de México y prácticamente de inmediato me voy a París. Llego a trabajar primero, por cierto, con Dionisio Meade, padre de José Antonio Meade, cuando de pronto surge una convocatoria para ir a estudiar a Francia y de inmediato presento mi solicitud.
¿Qué estudiaste en Francia?
Administración Pública. Estudié allá más de tres años, primero en el Instituto Internacional de Administración Pública y después en La Sorbona, en la Universidad de Derecho. Fueron años felices, de educación y de pobreza. Decía Hemingway que “París es el único lugar del mundo donde se puede ser pobre y feliz a la vez”, yo digo que para eso hay que ser joven y hay que ser estudiante también.
¿Fue espectacular estar allá?
Fue espectacular, el mejor campus del mundo, la ciudad de París.
¿Y regresas a México a trabajar en la función pública?
Regreso a México para ser secretario ejecutivo del Instituto Nacional de Administración Pública, en 1979. Lo hago con mucho entusiasmo cuando había aquel Programa de Reforma Administrativa, en el que se creía profundamente. Ingreso a la vida académica, soy profesor y después me voy al Banco Obrero, luego al Estado de México, como secretario de Administración.
Te conocí cuando trabajaba en Estados Unidos para cbs y tú eras vocero del presidente Zedillo.
Conocía a tu familia, como he dejado testimonio de ello, y le tuve gran aprecio y, efectivamente, ahí nos conocimos. Fui vocero del presidente, dicen que el primer vocero o el primero que tuvo tal título de manera oficial, fueron años muy intensos.
Y debe haber sido muy difícil porque el presidente Zedillo odiaba las entrevistas y no le gustaba hablar ante los medios de comunicación .
La comunicación social siempre es difícil y es complicada la Presidencia de la República, pero es un gran honor. Siempre digo, que es probablemente el más grande honor de mi vida pública, pero no quisiera volver a ser vocero.
¿Cómo le decías al presidente Zedillo “ tenemos que hablar de tal tema, tiene que hacer tal entrevista ” ?
Había forma de comunicarme con él, había disponibilidad. Hay diferentes temperamentos en los presidentes, creo que él fue respetuoso de los medios y de la libertad de expresión.
Platícame anécdotas de esta época .
Hubo muchas, recuerdo en particular el levantamiento del epr, por ejemplo. Fue un momento de gran tensión y también recuerdo la Reforma Política, la Constitucional, el gran propósito de fortalecer la vida democrática del país. Por supuesto que el 95 fue un año durísimo.
El año de la crisis económica terrible, sobre todo para poderlo comunicar porque la gente estaba furiosa.
Efectivamente, en particular el primer semestre de 1995 fue muy duro. A partir del segundo semestre de 1996, cuando la economía empezó a repuntar, también empezaron a repuntar los números del entonces presidente.
¿Cómo se vivía en el cuarto de guerra, sobre todo el tema de comunicación?
Se vivía con gran dificultad, fueron años muy complicados, el país vivió una caída del Producto Interno Bruto, si mi memoria no me falla, del ocho por ciento, una cosa espantosa, una inflación muy alta, elevación de impuestos, pérdida de empleos, intereses altísimos; afortunadamente se superó. Pienso que las reformas que se hicieron desde el sexenio del presidente Salinas, durante el de Zedillo que fueron continuadas muchas de ellas, nos han convertido en un país con gran capacidad exportadora, manufacturera. Dependíamos en un 80 por ciento del petróleo para nuestras exportaciones, hoy dependemos en un ocho por ciento, creo que hay cosas que son difíciles en México, pero también hay éxitos, hay claros, hay puntos brillantes y éste es uno de ellos.
Si a la fecha continuáramos dependiendo del petróleo de esa manera, ahora con el precio que tiene, sería una tragedia.
Habría sido una verdadera catástrofe. Mis amigos en Japón, y los empresarios con los que trato ven a México con una óptica de simpatía y mucha confianza de largo plazo.
Termina la administración del presidente Zedillo, hay alternancia en el gobierno, ¿qué pasa contigo?
Voy a trabajar al Instituto Nacional de Administración Pública, me dedico a la academia, a algunas cosas de carácter personal y finalmente trabajo durante siete años en Nuevo León, donde tuve años muy gratos. Monterrey es una gran ciudad, la cual vivió momentos muy difíciles en los que me tocó estar presente, asumir situaciones, diría yo, de elevado riesgo.
También fuiste embajador en Portugal,¿eso cuándo fue?
Fue al final de la Presidencia de Zedillo, tuve ese gran honor. Fui antes director general de un pequeño organismo internacional de Ciencias Administrativas, el inap del mundo, digamos, en Bruselas, en años anteriores, de 1988 a 1991. Es un puesto internacional de cierta relevancia, pero embajador de México solamente lo he sido dos veces.
Estuviste como subsecretario de Comunicaciones y Transportes en México, ya en el gobierno del presidente Enrique Peña.
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