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Quiero mostrar aquí mi agradecimiento a Julián Sanz, que no solo ha dirigido mi tesis doctoral, origen de este texto, sino que ha tenido la paciencia de corregir mi estilo. También a Ismael Saz, Carme Molinero y Manuel Ortiz, que me animaron a convertir mi tesis en libro, y a los profesores de Historia Contemporánea y colegas que leyeron mi propuesta y me indicaron carencias y posibles rectificaciones. A todos ellos, gracias, aunque la responsabilidad del texto y sus errores es solo mía. Y a Pepa, gracias por el tiempo que me permitió robar para escribirlo.
Valencia, diciembre de 2018
1INE, Censo de viviendas del año 2001. El 88,5% restantes estaban ocupadas por sus propietarios o vacías.
2José Candela Ochotorena: La política falangista y la creación de una cultura de propiedad de la vivienda en el primer franquismo, 1939-1959 . Disponible en TESEO (< https://www.educacion.gob.es/teseo/mostrarSeleccion.do>) y RODERIC (< http://roderic.uv.es/handle/10550/62916>).
3A. Kuper: Cultura, la versión de los antropólogos , Grupo Planeta, 2001.
4Véase el Informe SEOPAN, 1974.
5Las habilidades aprendidas, como la mecánica o la cocina, determinaron muchas opciones de negocio de inmigrantes, a su vuelta a España.
6Véase conversaciones de jóvenes de ambos sexos que acuden los domingos al merendero de El Jarama (en Sánchez Ferlosio, novela homónima).
7Creemos que, debido a la falta de metodologías investigadoras, que impiden conectar las culturas del consumidor, enfoque micro de marketing , con fenómenos macro, como la especulación inmobiliaria y las burbujas financieras. Véase José Candela Ochotorena: La política falangista y la creación de una cultura de propiedad de la vivienda en el primer franquismo, 1939-1959 . Disponible en TESEO (< https://www.educacion.gob.es/teseo/mostrarSeleccion.do>) y RODERIC (< http://roderic.uv.es/handle/10550/62916>).
8Semanas Sociales de España XVIII, Vigo-Santiago (1958: 157).
9Destacamos: Mario Gaviria (1969) y Manuel Castells (2008).
10Mary Douglas (1996).
I. POSGUERRA Y CULTURA FRANQUISTA DEL HOGAR FAMILIAR
Renovando la Tradición Católica, de justicia social y alto sentido humano que informó la legislación del Imperio, el Estado Nacional [...] es instrumento totalitario al servicio de la integridad patria, y Sindicalista en cuanto representa una reacción contra el capitalismo liberal y el materialismo marxista («Preámbulo del Fuero del Trabajo» de 1938).
La promesa de una vivienda en propiedad para todos los españoles fue un elemento crítico del arco ideológico falangista, tanto en su componente político-institucional: familia, sindicato y municipio , como por sus instituciones culturales: familia patriarcal ; mujer madre y esposa , y valores católicos , o del discurso social: superación de la lucha de clases ; igualdad dentro de la jerarquía ; interclasismo urbano , justicia y paz social . Aunque utilizara símbolos del patriarcado católico, el discurso social de la vivienda en propiedad fue falangista y previo a la reivindicación popular. Era fruto del imaginario franquista e iba dirigido a los anhelos domésticos de las clases medias y populares.
Vertida sobre una sociedad vencida y desmoralizada por la miseria de posguerra, la propaganda falangista de la vivienda en propiedad buscaba crear una imagen poderosa, un símbolo que definiera los nuevos tiempos y fuera capaz de fijar hábitos y recursos, en y para las gentes; pautas sobre la forma en que los españoles concebirían la vivienda urbana, 1y seguridades que orientaran las conductas y dieran estabilidad al sistema social que se quería perpetuar. Quería consolidar una cultura de la propiedad que no fuera percibida como el derecho económico liberal, sino que se configurara en las mentes populares de acuerdo a unas convicciones de estabilidad familiar. 2
En aquella España de antes de finales de los años cincuenta, e incluso antes de mediados de los sesenta, no existía nada parecido a un movimiento popular por la vivienda, como sí habían surgido, poco a poco, reivindicaciones obreras de contenido laboral. Lo que sí trascendía era una tremenda angustia de la mayoría de los españoles ante la escasez y carestía de la vivienda en un país en proceso de rápido cambio demográfico, agobiado. Las amplias migraciones interiores cambiaron un país semirrural por una nueva sociedad urbana. Estas masas desplazadas pondrían al descubierto la falta de previsión y la ineptitud de un gobierno incapaz de proporcionar cobijo a sus ciudadanos, en fragrante contradicción con su discurso legitimador, y provocando conflictos internos entre sus soportes sociales y políticos, en torno a los cambios necesarios en las instituciones que sostenían el urbanismo capitalista en España. Porque en la posguerra el régimen estuvo sumido en la impotencia económica para ordenar la vivienda en una jerarquía conflictiva de necesidades sociales, 3dentro de la cual se desplegaba el juego específico de contradicciones de esa misma política: entre la urgencia de legitimación de Falange y la presión inmobiliaria de los grupos de poder económico adictos al régimen, y entre las aspiraciones totalitarias de los falangistas y la autonomía de la jerarquía católica.
En la lucha interna por la proyección generacional, y por la definición de «lo racional», Franco tuvo la última palabra para precisar lo que era razonable en cada situación concreta. El juego de alianzas y disensiones transcurría en, y en torno a, las instituciones, y el caudillo fue la institución central del régimen; una afirmación cualquiera solo se consideraba correcta si estaba sustentada por él.
Pero las instituciones no se pueden apoyar en una sola persona, su propio desarrollo tiende a impulsar elites, seleccionadas por su habilidad para prescribir los comportamientos útiles (Douglas, 1996). El primer franquismo también se define, igualmente, por la consolidación de una elite social, política y económica procedente del proceso de fascistización de las derechas españolas durante la guerra, impulsado por la intervención ítalo-alemana en la contienda, que facilitó la integración de una derecha antiliberal que buscó su acomodo en FET y JONS (Sanz Hoya, 2010). Falange sufrió varias depuraciones entre mayo de 1941 y agosto de 1942 y, acosada por los militares y la Iglesia, se convirtió en la Falange de Franco (Saz, 2003: 368). Luego, empujada por la deriva de la Segunda Guerra Mundial, fue obligada a enmascarar el fascismo con el catolicismo. El aluvión previo al partido de militantes jóvenes e intelectuales católicos facilitó los cambios en el partido único. 4
Hemos de compaginar el principio representativo con la autenticidad y con la realidad social económica, y esta compleja construcción [...] ha de insertarse en la profunda religiosidad y catolicidad del pueblo español. Así el juego y la dinámica política española se asentará sobre la Familia, sobre el Municipio y sobre el Sindicato en una estructuración legal, ya a punto de ultimarse ( Arriba , 6-7-1945).
Por su parte, la Iglesia mantuvo una sintonía excelente con Franco desde el principio. Pío XI legitimó el Alzamiento con su discurso del 24 de septiembre de 1936 y con la Carta Colectiva del Episcopado español de 1 de julio de 1937, que reconocía al Gobierno de Burgos. La Iglesia bautizó la rebelión con el nombre de Cruzada , término que convertiría al catolicismo en «elemento constituyente del Régimen», y apoyó el «Alzamiento», la represión y a Franco. Pero los obispos reiteraban su independencia del Movimiento, ofreciendo en sus homilías y pastorales, su adhesión directa al caudillo, «que mantenía la unidad católica de España» (Sánchez Jiménez, 1999: 174-179). El régimen se identificó con el caudillo y, como diría el fiscal y ministro Blas Pérez en 1945, Franco sería «Señor de España por derecho de fundación» (Aróstegui, 2012: 434), consagrado además por la Iglesia «Caudillo de España por la gracia de Dios», divisa que aparecería en las monedas y sellos del reino hasta bien entrados los setenta.
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