El presente estudio sobre la recepción de Poe ayudará a responder un conjunto de interrogantes que sin duda pueden brindar una mayor compresión de la historia de la literatura fantástica, tales como su significado para los autores mexicanos y los motivos que los condujeron a expresarse mediante esta modalidad textual, además de esclarecer qué dicen los textos de la sociedad de su tiempo. Asimismo, explicará, por un lado, las causas del retraso de su arribo con respecto a otros países, como España o Francia y, por el otro, “su falta de originalidad”, dos constantes que algunos críticos se han encargado de señalar, pero a las que no han dado explicación.
La acotación del periodo que abarca esta investigación (1859-1922) corresponde con la aparición de la primera mención a Poe que me ha sido posible encontrar, hasta su normalización; es decir, cuando su presencia ya forma parte del bagaje cultural del lector promedio. He decidido extender el estudio hasta este año ya que no me parecía apropiado dejar a medias el proceso de transición que ocurre a principios del siglo XX, aún conectado íntimamente con el modernismo.
La búsqueda de material bibliohemerográfico, principalmente en el Fondo Reservado de la Biblioteca y la Hemeroteca Nacional de México, así como en la Biblioteca de Catalunya y en la Benson Latin American Collection de la Universidad de Texas en Austin, ha permitido reunir tres clases de textos: 1) las traducciones que se hicieron de las obras de E. A. Poe; 2) los textos críticos que dan cuenta de la manera en la que fue recibida su obra; y 3) los textos de creación de carácter fantástico en los que es evidente su asimilación. Dicho material ha permitido realizar una interpretación que permita explicar el fenómeno de recepción. En él se hacen presentes tanto los lectores especializados, que dan sus opiniones en diarios y revistas de la época, como los lectores comunes, que se hacen visibles en el incremento de ediciones y son responsables de que Poe se haya convertido en un referente de uso común, incluso en ámbitos distintos al literario. También es posible observar el papel que jugó en este fenómeno el intermediario o mediador, ya fuera editor, traductor, crítico, reseñista, articulista, intérprete o librero. Y, por supuesto, se considera la reacción de los escritores mexicanos mediante un corpus de textos de carácter fantástico que permiten dar cuenta de la asimilación que tuvo en México este autor.
Antes de terminar esta introducción debo señalar las principales limitaciones de este trabajo. Primero es necesario aclarar que no pretendo agotar todas las posibilidades de lo fantástico que existían a finales del siglo XIX en México, ni tampoco llegar a generalizaciones esencialistas consistentes en definir el carácter mexicano en la literatura fantástica; esto último es algo que no me parece muy productivo en un trabajo que muestra la permeabilidad de las fronteras. Este libro ha sido el resultado de una investigación más amplia a la que remito al lector interesado en ahondar con respecto a los datos y la ampliación de argumentos (Hernández Roura, 2016).
Así, en las siguientes páginas mostraré que la asimilación de este autor fue un paso fundamental para el desarrollo en México de una rica producción fantástica.
No me queda sino expresar mi agradecimiento a David Roas, Ana Laura Zavala por su interés y guía en la realización de este proyecto; a Lilia Vieyra y Vicente Quirarte, quienes me brindaron la información de una investigación en proceso sobre Poe. A Eduardo Becerra y Víctor Martínez-Gil, quienes me brindaron consejos muy útiles para ampliar esta investigación.
Mi agradecimiento al personal de la Biblioteca y la Hemeroteca Nacionales de México, así como a la Hemeroteca Nacional Digital de México. A la Biblioteca de Catalunya, la Biblioteca Nacional de España y de la Universidad de Texas en Austin, en particular a Michael O. Hironymous, encargado de Rare Books and Manuscripts, Benson Latin American Collection.
A los miembros del GEF y en particular a mis compañeros del Colectivo Lofantastico.com, en especial a Ada Cruz y Consuelo Sella.
También a Juan Luis Bonilla, editor de este libro, por su interés y por el reto de poner al alcance de un público amplio una investigación bastante compleja.
El cuento fantástico en México
Antes de hablar de la recepción que la obra de Edgar Allan Poe tuvo en México, es imprescindible que señale algunos antecedentes que permitan entender las particularidades del arribo de su obra, así como su relevancia para la literatura mexicana decimonónica; para ello, haré un breve recorrido por la literatura fantástica mexicana anterior a la década de 1860, periodo en cuyos últimos años aparece la referencia más antigua que he podido encontrar al autor estadunidense.
La literatura fantástica mexicana
Sobre el género fantástico
Entenderé como fantástico el género estrechamente ligado a la Modernidad, proceso que comenzó a gestarse en el siglo XVI, tuvo su radicalización en el siglo XVIII, primero con la Ilustración y luego con la Revolución Francesa, sucesos determinantes para que el paradigma de pensamiento racionalista se erigiera como la única manera válida de conocer la realidad, quedando así desterradas la religión, la superstición y cualquier otro medio alternativo de conocimiento (Roas, 2003: 11). En este contexto, la búsqueda de la emoción que despertaba lo sobrenatural, “lo sublime”,1 se trasladó a la literatura (Roas, 2003: 12), primero a la novela gótica y, posteriormente, al cuento fantástico.
La intromisión del fenómeno “sobrenatural” como condición indispensable para lo fantástico (Roas, 2001: 7-8) debe constituir una transgresión a las leyes que organizan el mundo además de carecer de explicación y validez.2 La irreductibilidad del suceso, la incapacidad de entenderlo, tiene como efecto el miedo, más particularmente el miedo metafísico o intelectual “propio y exclusivo del género fantástico”, que “si bien suele manifestarse en los personajes, atañe directamente al lector (o al espectador), puesto que se produce cuando nuestras convicciones sobre lo real dejan de funcionar, cuando […] perdemos pie frente a un mundo que antes nos era familiar” (Roas, 2006a: 111). Por ello, este género literario3 se encuentra estrechamente ligado al concepto de realidad de cada época y se adapta a las expectativas de los lectores. Para lograr la transgresión que supone la irrupción de lo imposible es fundamental el “efecto de realidad”,4 o más bien dicho, el manejo de la verosimilitud que permita construir “un marco de referencia extratextual –compartido por el narrador y el lector– que delimite lo posible y lo imposible” (Roas, 2006a: 97). No se trata pues de un género inocuo, como muchas veces se ha supuesto, ya que el texto fantástico muestra su carácter subversivo y virulento al poner en duda la realidad, desestabilizar sus límites y “en definitiva cuestionar la validez de los sistemas de percepción de la realidad comúnmente admitidos” (Roas, 2006a: 97). Al sembrar la duda en el lector, la literatura fantástica deja ver su carácter escéptico y en algunos casos nihilista y pesimista. Es importante aclarar que desde este punto de vista el carácter fantástico de una narración no está dado por el uso de ciertos temas asociados con el género, tales como la aparición de fantasmas o vampiros, sino por la transgresión que ello supondría; es decir, la tematización del conflicto que dicha irrupción supone, como señala Roas (2011b: 36): “la problematización del fenómeno es lo que determina, en suma, su fantasticidad”.
Los cambios en el concepto de realidad son fundamentales para entender las transformaciones de la literatura fantástica. Como es posible notar en su desarrollo a lo largo del siglo XIX, poco a poco fue ganando lugar en estas narraciones el hecho carente de explicación, el vacío de significado o la ambigüedad. En la obra de E.T.A. Hoffmann, principalmente, los textos abandonaron su carácter gótico y adoptaron uno más cotidiano, cercano a los lectores, al además de que los fenómenos adoptaron un carácter psicológico. Posteriormente, con Poe los textos allanarán la mente de los lectores mediante el uso de la lógica y la ciencia.
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