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A mis hermanas, Randa y April.
Las hermanas son nuestras primeras y eternas amigas,
yo soy feliz de tenerlas a ustedes.
Era irónico, pero cada vez que Violet Abrams llegaba a Las Dudas, Alabama, sentía una gran incertidumbre. No ayudaba tampoco el hecho de que, en casa, en la capilla que solía ser su favorita, se estuviera llevando a cabo una gran ceremonia sin ella.
Sí, hoy todo era muy irónico.
Tal vez estaba usando el término irónico de forma equivocada. Las palabras nunca habían sido su fuerte. Era capaz de capturar imágenes que podían decir mil palabras sin necesidad de pronunciar ni una sola.
O al menos, solía hacerlo.
Antes de que un imbécil que le había jurado que sería su “por siempre y para siempre” se burlara de sus planes. Obviamente él no había querido caer en las definiciones clásicas de siempre , eternamente , sin excepción .
Lo que la llevó hasta la molesta palabra nunca . Como cuando juró que nunca jamás volvería a vivir en Las Dudas, Alabama. No a menos que alguien la arrastrara por los pelos.
Sin embargo, allí estaba el anuncio que le daba la bienvenida al pueblo.
Los recuerdos de la última vez que estuvo en Alabama emergieron, impulsándola a mirar por el espejo retrovisor.
Violet hizo un gesto con la barbilla y aferró con más fuerza el volante. Trataba de dejar atrás el pasado. Buscaba el lado bueno de las cosas y apartaba las ideas y emociones negativas. Mientras mis mejores amigas están en Spanx, enfundadas en vestidos entallados y arriba de tacones criminales, yo voy muerta de risa en estos cómodos pants de yoga .
El empleado del 7-Eleven en el que se detuvo a recargar gasolina y cafeína definitivamente se dio cuenta. La observó con atención y, como todavía llevaba el maquillaje del día anterior, se sintió un tanto halagada.
Aunque se fijó demasiado en su trasero.
Fue curioso pero la mujer en el pasillo de las papitas también le miró el trasero. Y Violet se preguntó si por accidente estaba dando la vibra equivocada, gracias a todo lo que había despotricado últimamente sobre los hombres.
Cuando Violet quitó el tapón del tanque de gasolina y vio su reflejo en el espejo lateral del auto todo cobró sentido. Sus pants de yoga color lila eran tan transparentes que dejaban ver con claridad los brillantes corazones rosas y la leyenda de sus bragas: “nos vemos, por ahora”.
Estaba de más decirlo, pero adiós a Victoria’s Secret.
Aunque fue supervergonzoso, al menos llevaba ropa interior linda y no calzones de abuelita.
Mírame, soy optimista.
Los frenos rechinaron cuando detuvo el auto frente a la Pastelería Maisy, haciendo que la carpeta que Violet detestaba, pero que no se atrevía a tirar, se deslizara desde debajo del asiento del copiloto.
Tanto trabajo. Tantas imágenes hermosas que alguna vez la alegraron. Todas dentro de una abultada y brillante carpeta color púrpura que hacía que le dieran ganas de llorar. Precisamente ahora que estoy trabajando con el pensamiento positivo. Muchas gracias, no me ayudas, señora Carpeta, así que vete a… tu lugar.
Violet se estiró por encima de la consola y empujó la maldita carpeta debajo del asiento, junto con la botella de refresco vacía y las envolturas de caramelos de cuatro horas de viaje en carretera desde Pensacola, Florida.
Ah, ¿y si llamo a esto un sabático? No, mejor un viaje de autodescubrimiento. Como en Comer, rezar y amar.
O Alma salvaje, pero sin tanta caminata y con menos rollo al aire libre.
La última página de esas inspiradoras memorias acudió a su mente: Y al final descubrí que comer pastelitos en una habitación con aire acondicionado y corpulentos cazadores solitarios que se bañan con regularidad es el verdadero camino a la felicidad .
Ah, ya me siento iluminada. Como era una chica de todo o nada, Violet unió sus manos en posición de rezar y añadió un “Namasté”.
Funcionó como por arte de magia. La incertidumbre, junto con toda la mierda que se retorcía en su interior, se alivió al ver las letras doradas que anunciaban en el escaparate “Pastelería Maisy”.
Se sintió llena de emoción y jaló de ambos lados la coleta despeinada hasta que la liga chocó con su coronilla. Para asegurarse de que esta vez su trasero llamara menos la atención, Violet sacó su sudadera de la caja que estaba en el asiento delantero.
Marcos multicolores sobresalían del interior de la caja y dejaban ver parte de las imágenes que contenían. Lo suficiente para saber en qué boda habían sido tomadas. La diadema magenta con joyas pertenecía a Leah, la primera en casarse de su grupo de amigas. La otra foto estaba al revés, mostraba los vestidos malva que Amanda había elegido para sus damas de honor junto con los tacones plateados que les cortaban la circulación en los dedos.
El siete era el número de la suerte de Violet. Pero la boda de Maisy marcó la séptima ocasión en la que participó como dama de honor y después de que resultara un desastre, Violet renunció a todo lo que tuviera que ver con ellas. "Ni una boda más", se había prometido.
El problema era que resultaba difícil no pensar en bodas cuando: a) tu trabajo más importante tiene que ver con ellas y b) tus fotos favoritas son de las bodas de tus mejores amigas.
Piensa en Maisy, en cupcakes y en mejillas de bebé . En cuanto tuviera estas tres cosas ni siquiera tendría que trabajar en reprimir sus emociones conflictivas.
Violet salió del auto y puso la alarma, a pesar de que Las Dudas era uno de esos idílicos lugares donde el único crimen es no saludar.
Todas sus pertenencias estaban allí, incluyendo su carísima cámara Canon 5D Mark IV que alguna vez se sintió como una extremidad más.
Allí voy otra vez. Maisy y yo tenemos un plan y todo estará bien si consigo llegar a las últimas horas del día.
Cuando entró, la campanilla de la puerta de la pastelería repiqueteó, al tiempo que Maisy se despedía de un cliente con un: “Hasta luego, ¡que tenga un dulce día!”.
–¡Violet! –chilló Maisy tan fuerte que el cliente se sobresaltó. Su media hermana rodeó el mostrador corriendo y Violet se apresuró dando un par de zancadas.
Un instante antes de que se encontraran, Violet vaciló, solo era una ligera duda de si ir con todo, ya que nunca habían hecho el combo de grititos y abrazos.
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