Además de las grandes tendencias sociales, políticas, económicas, tecnológicas o ambientales que se han definido en el apartado anterior, hay otros condicionantes específicos de los entornos rurales que, sin duda, también van a incidir en el desarrollo de la actividad turística en las próximas décadas, entre los que podemos citar algunos factores que afectan, en general, a los espacios rurales. Desde el punto de vista de algunos autores que están analizando la cuestión, se puede hablar de una nueva ruralidad caracterizada por tendencias como la emigración del campo a la ciudad, complementariedad de las rentas agrarias con otras actividades económicas, se mantienen problemáticas de carácter social como la falta de equidad, la desigualdad de género o la pobreza, e incluso más amplios como la sostenibilidad ambiental, tendencias que si bien se repiten en muchas regiones del globo, no quiere decir que se produzca de este modo en todos los espacios rurales (Romero, 2014).
No obstante, cabe hacer énfasis en fenómenos como el de la despoblaciónde los espacios rurales que se produce de forma paralela al creciente fenómeno de urbanización a escala global (Serrano & García Marín, 2018).
Por otra parte, la necesaria « multifuncionalidad» de los trabajadores agrarios, que requieren de la realización de diferentes tipos de trabajos para poder alcanzar un nivel de ingresos que les permitan un mínimo sustento: trabajo agrario, actividades extra-agrarias como el turismo y otros servicios, etc. (Kay, 2009).
Al margen de estas tendencias generales que afectan al espacio rural hay otras específicas de la actividad turística que resultan absolutamente determinantes como es el caso de la dispersiónde la propia actividad en el espacio rural. Mientras que los fenómenos turísticos en áreas urbanas o costeras (e incluso en algunos casos de montaña o interior) están caracterizados por la concentración de los servicios turísticos en torno a resorts litorales, golf, nieve o grandes núcleos urbanos, en los espacios naturales y/o rurales, normalmente, no se produce tal concentración, motivando una notable pérdida de eficiencia en la gestión de los recursos que dificulta notablemente la promoción, comercialización y la existencia de infraestructuras de calidad.
También, un factor a tener en cuenta, propio de los espacios rurales y naturales, que sin duda seguirá incidiendo en el desarrollo de la actividad en las próximas décadas es el fenómeno que podríamos llamar de « hiperestacionalidad» o «doble estacionalidad» (Solsona, 2010). Así, mientras los ciclos estacionales en las áreas urbanas y litorales y en resorts especializados como los de golf o esquí, suelen ser prolongados en el tiempo, en los rurales se produce una «doble» estacionalidad, ya que, aún en las temporadas altas se producen picos muy marcados entre los días laborables y los fines de semana. Como consecuencia, los nivelesmedios de ocupaciónson, por regla general, notablemente bajos.
(En los siguientes epígrafes se desarrollarán dichas claves, que al margen de una definición más precisa fruto de la documentación y estudio de la bibliografía existente, podrían coincidir con las reseñadas en el punto 1.)
Como se ha apuntado en el apartado introductorio, la transformación tecnológica es una de las cuestiones que más va a influir en el desarrollo, tanto desde un punto de vista global como, específicamente, desde la perspectiva turística.
El STRD 2019 (Sutainable Tourism for Rural Development) celebrado en Bérgamo (Italia), en febrero de 2019, entre sus conclusiones establecía que la digitalización se constituye en uno de los grandes retos para el futuro de los espacios rurales. Este desarrollo, debe producirse tanto en la infraestructura, con la dotación de redes capaces de estar en los mismos niveles de conectividad y capacidad de comunicación que las áreas urbanas, como en la capacidad de gestión, para poder dar oportunidades y competitividad a las zonas rurales.
Al respecto es necesario implantar sistemas de gestión como el Smart Village (equivalente al término para los espacios urbanos de Smart City o Ciudad Inteligente), que deberá permitir a las comunidades locales beneficiarse de las ventajas que ofrece la economía digital, haciendo posible la accesibilidad a servicios comparable a las áreas urbanas, y haciendo más eficiente la aplicación de las políticas públicas regionales, nacionales o supranacionales.
Para la consecución de este objetivo se precisará de un mayor acceso y cobertura a la tecnología digital de ancho de banda, a servicios innovadores de comunicación, a metodologías para el desarrollo de estrategias de gestión inteligente desde la base de la población local; así como vías de financiación de dichas estrategias e infraestructuras (STRD, 2019).
Todo ello hará posible el acceso a herramientas de gestión vinculadas a la gestión tanto de destinos como de establecimientos turísticos como son:
• Nuevos sistemas de distribución, como las plataformas de comercialización de hoteles, apartamentos, transporte, etc.
• Interacción con el cliente, a través de las redes sociales y con el uso de herramientas de tratamiento de datos.
• Uso de la tecnología en destino, como el big data , la inteligencia artificial, la nanotecnología, sensorización de la educación personalizada o el machine learning (aprendizaje automático o de máquina) (Fernández et al., 2017).
¿Cómo gobernaremos el territorio en las próximas décadas?
La gestión en los espacios rurales resulta de una gran complejidad y, al mismo tiempo, se configura en un elemento determinante para el impulso del turismo. Ya se ha apuntado en el apartado anterior la importancia que tendrán nuevos paradigmas de la gestión territorial, así como las tecnologías de la información y comunicación (TIC), existiendo la oportunidad de ofrecer nuevos servicios al mismo tiempo que se exige una mayor eficiencia en la gestión de los recursos públicos. En este contexto, ha adquirido gran actualidad el enfoque de los destinos inteligentes, derivado del concepto de ciudad inteligente ( Smart City ), concepto que refleja el carácter emergente de las ciudades como centros de conocimiento, gestión de la información, tecnología e innovación (Ivars, Solsona & Giner, 2016). Este concepto también ha sido trasladado al entorno rural bajo la denominación de Smart Village (Zavratnik, Kos & Stojmenova, 2018).
Este paradigma, que hipotéticamente ganará terreno paulatinamente en el ámbito de la gestión de los destinos turísticos, se basa en la interrelación de cinco ámbitos de gestión: gobernanza, sostenibilidad, conectividad y sensorización, sistemas de información e innovación.
1 En lo que respecta a la gobernanza del destino, se refiere a un modelo de gestión basado en la apertura, participación social, responsabilidad, eficacia y coherencia que deben conducir a nuevos enfoques estratégicos y nuevas fórmulas de gestión que integren a la sociedad local.
2 En cuanto a la sostenibilidad del destino, esta está ligada al modelo de desarrollo territorial y turístico, que favorezca una gestión más racional y eficiente de los recursos naturales, que a su vez contemple aspectos vinculados a la accesibilidad de los colectivos y personas con movilidad reducida.
3 En lo que responde a la conectividad, es básico el acceso a internet para promover una economía digital en la que participan empresas y consumidores, a la vez que constituye un requisito indispensable para la sensorización y el manejo de grandes volúmenes de información.
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