Decidió salir a buscarlo, y al ponerse su chaqueta y su gorro, se dio cuenta de que el abrigo y los guantes de Guigo no estaban en el ropero de la entrada de casa, confirmando así que su hermanito se había aventurado a salir en plena noche. Sin perder un segundo más lo buscó por el jardín, pero no había rastro del pequeñín, así que regresó a casa a recoger su linterna para continuar la búsqueda. Al entrar en su habitación se encontró a Bayi llorando en voz baja, mientras repetía mecánicamente:
—¡Guigo necesita ayuda, Guigo necesita ayuda! —a la par que señalaba la cama vacía de su hermano pequeño.
—¿Qué dices, Bayi? —preguntó Nolo–. ¿De dónde sacas que Guigo necesita ayuda?, ¿acaso te dijo a dónde iba? Como nuestros padres se enteren de que tú estabas informado respecto a la escapada de Guigo, estás en serios problemas.
—¡Yo no sabía nada, Nolo! Te lo prometo por mi delfín de peluche favorito, Guigo no me dijo ni una palabra sobre escapar de casa —contestó Bayi entre lágrimas—. Lo que pasa es que acabo de soñar con él y Castendolf, y los vi corriendo juntos hacia el bosque. ¡Tenemos que rescatar a Guigo antes de que se pierda!
Esta vez Nolo ni se planteó el cuestionarse si su hermano estaba diciendo la verdad, pues ante la gravedad de la situación decidió no descartar ninguna posibilidad y despertar inmediatamente a sus padres para informarles sobre la desaparición de Guigo y sobre los extraños sucesos relatados por sus hermanos en los últimos días, incluyendo los sueños de Bayi.
—¿A dónde vas, Nolo? –preguntó Bayi—. No me dejes aquí solito, yo te acompaño a buscar a Guigo.
—Voy a despertar a los papás, ya no podemos seguir ocultándoles lo que está pasando —aseguró Nolo.
—¡Ni se te ocurra! —le advirtió Bayi, reemplazando su afligida actitud por una más combativa—. A los papás no puedes pegarles semejante susto, sobre todo después del pánico que tuvieron que soportar aquella vez que me extravié. Afortunadamente esa travesura tuvo el final feliz que conocemos, pero realmente no creo que los papás puedan aguantar otro disgusto similar, así que vamos a tener que solucionarlo tú y yo.
Ante la convicción de su hermano, Nolo reflexionó sobre las consecuencias que podía tener la noticia de la ausencia de Guigo sobre sus padres. Tuvo que reconocer que Bayi podía tener razón y que podrían hacer un último intento de encontrar a Guigo antes de hacerles pasar por la terrible preocupación de otro hijo extraviado.
—Está bien, Bayi —dijo Nolo, aún no muy convencido de estar actuando correctamente—. Vamos a salir a buscar a Guigo, pero te advierto que solo pienso buscarlo en la parte externa del bosque, y que por ningún motivo nos vamos a adentrar en él. Si no lo encontramos allí, regresaremos inmediatamente a avisar a los papás de lo que está pasando. Abrígate muy bien, ¡ah!, y no te olvides de llevar tu linterna y también tu silbato, a ver si al oírlo Guigo se da cuenta de que ya nos enteramos de su ausencia y de que debe volver a casa.
—De acuerdo, Nolo. Además, podríamos llevar a nuestro sabueso para que nos ayude a encontrar a Guigo –propuso Bayi, refiriéndose al cachorro que habían encontrado recientemente abandonado y que habían decidido acoger como un nuevo miembro de la familia.
—¡Ni hablar, Bayi! Motas todavía es muy pequeño y escandaloso, y en lugar de ayudarnos, podría meternos en más problemas si alerta a nuestros padres con sus ladridos o, aún peor si llegara a perderse también. Vámonos ya —ordenó Nolo.
Bayi no le contestó a Nolo, pero abrazó a Motas y le dijo entre susurros:
—Te dejaré un poco abierta la puerta, si no regresamos pronto, sal a buscarnos.
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