Estrella Correa - Bésame, por favor

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Bésame, por favor: краткое содержание, описание и аннотация

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Dani se siente perdida, confió de nuevo en el amor y nada era lo que creía. Ahora, decepcionada y rota por el dolor, decide dar una oportunidad al pasado. Piensa que acercándose a él puede conseguir las respuestas que lleva tanto tiempo esperando, pero tal vez, y sólo tal vez, lo que encuentre vuelva a romperle todos los esquemas y tenga que replantearse que las cosas no siempre ocurren como nosotros deseamos.
En «Bésame, por favor», Dani vive inmersa en un mundo de pasiones peligrosas.
Las probables salidas puede que la llenen de felicidad, pero sus pliegues ocultan no pocas frustraciones y desdichas.

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Me tumbo sobre el edredón de pluma blanca e intento dejar la mente en blanco y no pensar en todo lo que está pasando, pero fracaso estrepitosamente. ¿Podría volver a estar con Álvaro de nuevo? ¿De verdad lo he perdonado del todo? Es difícil no tenerle rencor a alguien al que has amado con todas tus fuerzas, le has entregado parte de tu vida, y él, sin embargo, te traiciona de la manera más cruel y ruin que puede existir. Además, no podré olvidar jamás que no le importara dejarme tirada en un hospital, sufriendo por la pérdida de un hijo suyo. Esto último consigue hacerme estremecer y una lágrima cae por mi mejilla. Agarro fuerte la almohada y, tras varios intentos, me sereno y consigo caer en un profundo sueño.

La lluvia cae fuerte sobre mi cuerpo, pero no sé muy bien dónde me encuentro. Las luces me ciegan y me siento totalmente mareada. Un fuerte ruido me hace temblar y sus manos tiran de mí con fuerza.

Alejandro.

Me agarro con ganas a sus perfectos hombros y apoyo la cabeza sobre su duro y formado torso. Estoy en casa, estoy bien.

De repente, caigo por un agujero y sus manos me sujetan justo antes de caer al fondo.

—Te amo —susurra junto a mi oído.

En un santiamén, estoy perdida en un bosque frondoso y oscuro. Las tinieblas se acercan despacio y corro por un camino sin ver por dónde piso.

Una luz parpadea al final y todo se ilumina, dejándome ver un campo de margaritas a mi alrededor. Es de día y el sol me calienta la frente.

—¿Ya no me amas? —susurran a mi espalda, erizando cada vello de mi piel. No consigo ver quién es. Intento vislumbrar su cara, pero una nebulosa lo rodea, impidiendo averiguar de quién se trata.

Alargo el brazo para tocarlo, pero desaparece como si fuera humo. Me giro nerviosa, al escuchar un fuerte ruido y un rayo cae junto a mí. Al instante, el cielo se ha teñido de negro y las gotas de lluvia vuelven a caer.

Me agacho y me encojo sobre mi cuerpo, llorando sin poder controlarme. Alguien me coge en brazos y me lleva a un lugar seco y seguro.

Me besa la frente cariñosamente.

—Ya no sé vivir sin ti —es Alejandro—. Déjame tenerte.

Me despierto asustada y sudando. Miro hacia abajo y compruebo que estoy tapada con una manta de lana, color marrón con betas grises. Por un momento me encuentro perdida en un maremágnum de sensaciones. Respiro profundamente, tratando de serenarme. Álvaro ha debido de entrar en la habitación y cubrirme.

Obligo a mi cuerpo a levantarse y dirigirse al cuarto de baño. Me doy una ducha rápida. He quedado con Clara y no quiero llegar tarde. Se alarma con facilidad (todo lo contrario a Sara) y, después de encontrarme con Álvaro esta mañana, puede imaginarse mil situaciones en las que, con suerte, no he terminado suicidándome a base de gin-tonics.

Decido ponerme unos vaqueros Levi's con una blusa de seda color menta. Una chaqueta biker corta de cuero negro desgastado, haciendo juego con mis tacones clásicos de unos seis centímetros de altura. El pelo recogido en una informal cola de caballo con algunos cabellos sueltos, cayendo rebeldes junto a mi cara. Gloss sobre los labios, eyeliner en los ojos y un poco de colorete. Salgo al salón y no veo a Álvaro por ningún lado. Tal vez haya salido. Advierto luz tras la puerta de su habitación. Camino hacia allí, con el bolso de tachuelas de acero en la mano.

—Esta noche no, Jean —habla sentado frente a una mesa de trabajo, con la cabeza apoyada en su mano izquierda, enredando los dedos entre el cabello, mientras que, con la derecha, sujeta el teléfono móvil junto a su oreja—. No es el momento.

Silencio.

—Te llamaré después —lo escucho cansado. Silencio—. No me jodas —hincha el pecho y deja caer la espalda sobre el respaldo de su silla. La gira y me ve parada bajo el quicio de la puerta. Clava sus ojos en los míos después de recorrerme el cuerpo con la mirada.

—Una copa… Tal vez. Tengo que dejarte.

Cuelga y suelta el teléfono sobre la mesa.

—Me... voy —levanto la mano sosteniendo en alto las llaves.

—Adrien te llevará.

—No es necesario. Prefiero caminar.

Esto es de lo más incómodo. No sería así si estuviera en un hotel. Y no en su casa. Con él.

—Pásalo bien—dice sin cambiar el gesto ni un ápice. No quiere discutir.

—Gracias—suspiro. Giro sobre mis tacones negros y cruzo el salón.

—¡Dani! —me llama justo antes de salir. Lo miro. Está al otro lado de la sala—. Ten cuidado.

Le sonrío y cierro la puerta.

Lleno mis pulmones de aire y dejo caer mi cuerpo sobre la pared del descansillo. Cada vez estoy más segura de la imposibilidad de que mi cuerpo se acostumbre a las sensaciones que Álvaro le hace sentir. Maldito cuerpo traidor.

He buscado en Google la ubicación exacta del hotel donde se hospeda Clara y me ha sorprendido comprobar que se encuentra dos calles más abajo. Ha dejado de llover, pero no creo que la tregua sea muy larga. Camino tranquila por el empedrado mojado de las calles y la luna ilumina mis pasos. Creo que podría vivir aquí. En París y en este barrio. Personas de todo tipo pasean distraídas a mi lado. Tropiezo con una de ellas al quedarme embobada con un puesto de arte situado un par de metros más adelante. Me disculpo, nos miramos por un instante y sigo caminando. La cara del hombre con el que me acabo de topar me suena de algo… debe tener una cara muy común.

No le doy más vueltas. Un joven pinta con los dedos sobre grandes lienzos delante de mí. La dactilopintura nunca se me ha dado demasiado bien, sin embargo, siempre me ha impresionado ver esta técnica. Tal vez la admiro tanto porque comprendo lo difícil que puede llegar a ser. Le pregunto al artista si mañana estará en el mismo lugar y me responde simpático que lleva allí dos años. Me despido de él prometiéndole que volveré a comprar una de sus obras.

Cruzo una puerta roja (muy habitual, por lo que he podido observar) y me adentro en el vestíbulo del hotel Le Relais Montarte , pequeño y poco presuntuoso. Clara ha venido a una convención, sin embargo, no parece ese tipo de hoteles. Es bohemio, pequeño e, incluso, hogareño. La veo hablando con alguien y me acerco a ellos, despacio. Mi amiga se despide de la persona con la que se encontraba charlando, y camina hasta encontrarnos en el centro de la sala.

—Dime que estás bien —me pide, impacientada. Le sonrío intentando parecer despreocupada.

—Estoy bien.

Da un paso y me abraza con fuerza.

—Te he echado de menos —susurra junto a mi oído.

—Y yo a ti.

Nos separamos y nos regalamos una sonrisa sincera.

—Tengo hambre —tuerce la boca en un gesto divertido.

—Lo raro sería que no tuvieras —respondo al recordar cómo la llamaba. Monstruo de las galletas. Se lo comía todo. Podía acabar con un paquete de Oreos en menos de treinta segundos. No es un decir. Lo cronometramos una vez. Está muy delgada, no sé donde mete todo lo que come.

Entramos en el restaurante Chez Mari y Thomas se acerca a nosotras con una amplia sonrisa dibujada en el rostro.

—Me alegro de volver a verte —dice, distendido.

—Prometí que volvería. Este lugar es estupendo.

—Gracias. Acompañadme. Os colaré. Conozco a los dueños—nos guiña un ojo, divertido y cómplice.

Le seguimos hasta una mesa en el segundo piso. No me había dado cuenta de esta segunda planta ayer cuando estuve aquí por primera vez. Hoy es martes. Sólo llevo un día y medio en París, sin embargo, parece que han pasado semanas. Las horas han dado para toda clase de situaciones. Unas malas y otras muchísimo peores. Me riño a mí misma por ser tan negativa. Estoy en París. ¡Eso es lo suficientemente emocionante! Pienso en todas las personas que estoy conociendo y en las oportunidades que esto me puede brindar. No todo está siendo tan malo.

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