Con la paciencia que requiere dejar fluir las fases que el duelo nos va llevando a cada uno y con el compromiso de ayuda de la Dra. Tejedor, pudimos obtener una respuesta a lo que habíamos vivido: constituir la primera asociación de supervivientes a la muerte por suicidio en nuestro país. Con la serena perspectiva de aceptación de que la vida nos había cambiado dejándonos una cicatriz para siempre, y con el apoyo de otros supervivientes pudimos abrir un espacio de escucha respetuosa y de confianza para compartir las trágicas experiencias vividas por el suicidio de nuestras personas queridas.
La asociación procura un espacio para el acompañamiento en el duelo por suicidio con la complicidad de haber vivido una experiencia similar, donde el gesto y el silencio tienen sentido, donde se intercambian pensamientos y emociones sin miedo al juicio ni a la opinión. Un lugar donde cada superviviente comparte su experiencia por la muerte por suicidio de su persona querida, tras la cual hay una historia individual que la hace única.
Tras un suicidio quedamos los padres, las parejas, los hijos, los hermanos, los tíos, los abuelos, amigas, amigos… a quienes se nos plantea el desafío de sobrevivir, en ocasiones en un entorno que dificulta la comprensión de nuestra dolorosa situación. Pero sobreviviremos aún a nuestro pesar y poco a poco volveremos a sentir la vida, aunque nos parezca que quizás ahora nos pueda resultar imposible y lo sintamos como “deslealtad” a nuestro dolor, hacia quien hemos perdido.
Los supervivientes deseamos honrar la memoria y el recuerdo de la vida que tuvieron aquellos que murieron por suicidio para que no sean recordados tan sólo por su forma de morir.
A aquellos supervivientes que lean estas líneas les animo a romper su silencio para buscar la ayuda que necesiten; para reconocer sus emociones y sentimientos tras la muerte por suicidio de su persona querida.
Compartir. Las palabras, como he dicho, ayudan en este difícil camino de nuestra vida, como espero que lo hagan las escritas en este libro.
Cecilia Borràs, superviviente
Presidenta de la Asociación:
“Després del Suïcidi – Associació de Supervivents (DSAS)”
Prólogo
Anji me ha pedido que escriba una pequeña introducción en su libro y yo acepto, pero lo voy retrasando inconscientemente. Sé que volveré a pensar en Dirk con toda la intensidad del sufrimiento de la pérdida y me da miedo empezar. Pero también sé que estará bien hacerlo.
Hace 6 años mi hijo Dirk de 17 años tomó la terrible decisión de morir. Nada ha sido igual desde aquel día, desde aquella noche en la que después de ducharse cogió el coche de mi marido y se estrelló contra un camión a 200 km por hora.
¿Por qué se ha ido? Esta es una de las preguntas que con más frecuencia nos hacemos las personas que hemos perdido un ser querido por este tipo de muerte. Pero esta no es la única, ¿qué hemos hecho de más que no hubiéramos tenido que hacer? Y sobre todo ¿qué no hicimos y ahora pensamos qué hubiéramos tenido que hacer? Preguntas, lo sabemos, inútiles, que nunca tendrán respuesta y que además nos provocan un sentimiento autodestructivo: la culpabilidad. En mi caso, como médico y madre pienso una y otra vez “si no lo he cuidado suficientemente bien”, “si no se sintió querido”, “¿cómo es que no me di cuenta antes?”, “¿cómo lo hubiera podido evitar?”… Creo que cada día me aparece una nueva pregunta, una pregunta que como las demás va a quedarse sin respuesta. Él se las llevó todas.
He leído muchos libros de duelo y autoayuda. De hecho, al principio era lo único que podía leer y lo hacía de forma compulsiva, buscando explicaciones, soluciones, necesitaba entender “por qué”. Con Anji hablaba mucho y con mucha paciencia siempre me decía:” Deja de preguntarte ¿Por qué? y pregúntate “¿Para qué?”. Como el ¿“Por qué?” se me quedaba sin respuestas empecé a consolarme en el “¿Para qué?”. Empecé a pensar que una experiencia tan dolorosa hace que se comprenda mejor a los demás, te hace ser mejor persona y se pierden muchos miedos. Mis prioridades evidentemente han cambiado, y, siguiendo el ejemplo y el consejo de mi marido, dedico cada día 45 minutos a la meditación. No a la meditación mística sino a una meditación que me ayuda a tranquilizar mi mente, a controlarla un poco, en un intento de disminuir el sufrimiento que tanto daño me hace y que tanto daño le hizo a mi hijo.
Pero habían pasado 3 años y yo seguía sumida en una tristeza interior difícilmente explicable, que sólo la puede entender el que ha pasado por una experiencia similar. Gracias a la familia y a los amigos, y también al trabajo que retomé al cabo de una semana del fallecimiento de Dirk, fui viviendo en esta primera fase de dolor. Hasta que un día me di cuenta que lo único que me podía salvar era algo que yo negaba una y otra vez: la ACEPTACION. ¡Que fácil y que difícil a la vez! Aceptar que no lo volvería a ver nunca, aceptar que tomó su decisión él porque era suya, aceptar que lo hice de la mejor manera que sabia en aquel entonces y que probablemente no hubiera podido hacer nada para evitarlo, aceptar que no sabría nunca su “porqué”, aceptar que no lo vería convertirse en un adulto, aceptar que me había quedado sin la parte de mi futuro que yo proyectaba a través de él, aceptar que mi hija se quedaba sin hermano, aceptar que cuando viera fotos de su infancia siempre iban a estar teñidas de un halo de nostalgia mezclado con una profunda tristeza, aceptar, aceptar, aceptar …
Después de 6 años no ha pasado un solo día que al despertarme no sienta la terrible realidad de su ausencia, pero voy aprendiendo a vivir sin su presencia física porque él vive, vive en mí, en mi recuerdo. Pero en este tiempo también he aprendido una gran Verdad: él no hubiera querido nunca que su decisión fuera causa de mi tristeza, de la tristeza y el dolor de todos los que tanto lo hemos querido y aunque sólo sea por esto y con la ilusión de que un día, cuando por fin lo pueda volver a “ver”, desprendidos todos de la carga del cuerpo y libres sólo con nuestras almas, sé que entenderé su decisión y volveré a ser totalmente feliz.
Gracias Anji por este libro.
Dra. Gloria Rovira
Para vosotros
Dedico este libro a todas las personas que han sido profundamente tocadas por la decisión de ese ser especial, importante y querido, que por una necesidad personal y urgente optó por dejarlo todo.
Las razones e intenciones de las personas que deciden irse, raras veces son claras, menos aún cuando los familiares y amigos que se quedan y que amaban y siguen amando tienen tantas preguntas y necesitan respuestas.
La incertidumbre creada por tantos interrogantes suele descolocar hasta grados complicados de llevar en este duelo ya de por sí difícil. El mundo ha desaparecido y en el centro del caos está la imposibilidad de poder volver a tener a vuestro ser querido con vosotros, aunque sólo sea por un momento. Tenerlo para poder decirle con toda la fuerza de vuestro sentir que le queréis, que nunca habéis dejado de quererlo y que siempre estará con vosotros en vuestro corazón.
Si algo es cierto es que ahora lo haríais todo de otra manera. Ya nada va a ser igual. Y menos aún vuestra forma de vivir a esa persona que ya se encuentra más allá de toda posibilidad de ser, aunque sólo por un instante, parte de vuestro presente que ahora anhela su presencia hasta grados difíciles de llevar.
¿Por qué lo hizo? Conlleva una respuesta tan personal que sólo va a dejar a la persona que lo pregunta con un vacío tremendo. No poder tener las respuestas que se necesitan para empezar a comprender y apaciguar el tremendo sufrimiento que no deja espacio para nada más, va a ser vuestra realidad por un largo tiempo.
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