Según su madre, Ronaldo se embebió tanto y tan rápido con el fútbol que a menudo gritaba en sueños: “¡Pásamela, pásamela, déjame marcar!”, y después agitaba las piernas en el aire para regocijo de su familia. En aquella época, el mayor punto débil de Ronaldo era su pasión por los caramelos. Sonia rememora aquella época: “No sé de donde los sacaba, pero siempre que volvía a casa traía una chuchería o un pan dulce en la mano”.
Los primos de Ronaldo y su hermano mayor Nelio ejercieron una influencia importante en su vida. Solían defenderle cuando los otros niños se metían con él. Para empezar, ya le habían puesto un sobrenombre, “Dadado”, la forma en que su hermana Ione le llamaba de pequeña al no saber pronunciar su nombre. Ronaldo solía ser el último jugador en ser escogido cuando se formaban los equipos para un partido, debido a su aspecto nada prometedor. Incluso a esa edad tan temprana, Ronaldo estaba dispuesto a demostrar lo mucho que se equivocaban los demás, por lo que nada más comenzar los partidos, echaba a correr detrás de todo lo que se moviese.
Unos cuantos años después, Ronaldo se convirtió en el ídolo de millones de personas de todo el mundo. No hay que olvidar que Gran Bretaña fue el país que introdujo el deporte rey en Sudamérica. Los marineros que desembarcaban en los puertos de Rio, Buenos Aires y Montevideo a finales del siglo XIX, se dedicaban a darle al balón en sus ratos libres después de descargar los barcos.
Muy pronto, el juego tuvo gran aceptación en Sudamérica porque solo requería un balón. Cien años después, éste sigue siendo el principal motivo por el que el fútbol continúa siendo el deporte más popular en los barrios marginales de Bento Ribeiro.
En un fin de semana como otro cualquiera, Ronaldo, sus primos y amigos se dirigían a la árida ladera, cada equipo elegía un lado del campo y jugaban durante cinco o seis horas seguidas. Antes de empezar el partido, apartaban todas las reliquias y restos de rituales paganos dejados por los residentes de la favela la noche anterior. La única forma de escapar de la penuria parecía ser el fútbol, para los niños, y la magia, para los adultos.
Al igual que muchas de las zonas de chabolas de Rio, Bento Ribeiro tenía reputación de ser un peligroso caldo de cultivo para delincuentes y traficantes. Algunos incluso calculaban que se podría alquilar a un asesino a sueldo por 250 dólares en cualquiera de los bares de la zona sin grandes dificultades. La cruda realidad era que a los residentes de las favelas no les importaba el ayer, por ser irrelevante, y, mucho menos, el mañana, porque podría no llegar nunca. Muchos acababan arrastrados por la delincuencia o por emociones fuertes como las proporcionadas por las drogas, el alcohol y el sexo: una combinación letal.
Incluso la policía, saturada de trabajo y a falta de personal, se mantenía a veces al margen de los acontecimientos, en el mejor de los casos. Sin embargo, otras veces sí participaban: aceptaban sobornos o desataban su ira de machos, utilizando chicos de la calle como Ronaldo y sus amigos para hacer prácticas de tiro.
Ronaldo no cayó en la delincuencia como muchos otros niños de la favela debido, en gran medida, a su madre. Sonia era una mujer trabajadora y honrada, y en casa de los De Lima imperaba una norma no escrita según la cual mientras uno no pagase impuestos de forma voluntaria, no debería robar a ninguno de los suyos.
Al principio, Sonia tardó en darse cuenta de que las destrezas de su hijo con el balón podrían contener la clave para huir de la pobreza. Soñaba con que Ronaldo recibiese una formación escolar y universitaria completa, así como un trabajo estable, de responsabilidad y bien pagado. Estaba convencida de que el hechicero se había referido a este tipo de éxito con su profecía.
Según explicó Sonia unos años más tarde, había otro motivo por el que prefería que su hijo no se dedicase a este deporte: “No es que no me gustase el fútbol, pero me daba la impresión de que podía llegar a convertirse en una trampa. Mi hermano Pipico jugó en el Fluminense [un equipo de Río], en Venezuela y en Colombia. Ahora es casi incapaz de mantenerse a flote”.
El padre de Ronaldo solía discutir con su mujer acerca de la procedencia de las habilidades de Ronaldo con el balón. Nelio insistía en que la inspiración le había llegado por parte paterna y no gracias a la familia de Sonia ni al hermano de ésta.
“Yo mismo podría haber sido un jugador profesional. Todos me querían para sus equipos: Bangu, Madureira, Portuguesa..., pero yo prefería jugar con mis amigos. Y aún sigo jugando cada domingo”, comentó años después.
Ronaldo se había contagiado ya de la fiebre del fútbol. En cuanto tenía un momento libre se iba a la sucia parte trasera de su casa a regatear y a hacer malabarismos con la ligera pelota de plástico.
Los primos de Ronaldo y su hermano Nelio comenzaban a darse cuenta de que su obsesión por el fútbol podría llevarle lejos.
A los cinco años, ya no era en absoluto el último jugador en ser escogido a la hora de formar los equipos. De hecho, estaba tan solicitado que los niños acababan peleándose si no contaban con Ronaldo en sus equipos. El niño de aspecto singular estaba resultando ser un arma secreta excepcional contra los chicos de los equipos de otros vecindarios, que no podían ni imaginarse la calidad de Ronaldo.
Los fines de semana, Ronaldo y sus amigos comenzaron a colarse en el tren con destino a la playa de Copacabana. Miles de niños hacían ese mismo trayecto de forma regular para jugar al fútbol en la arena. No había día en que no hubiera partidos en la playa en los cientos de campos improvisados. Solían jugar a una versión futbolística de voleibol, utilizando la misma red.
La estrella brasileña Zico, héroe de infancia de Ronaldo, comenta que “muchos de los niños no tienen juegos de computador ni videos en casa, así que juegan al fútbol, desarrollan sus habilidades y sueñan con escapar de la pobreza algún día y convertirse en futbolistas famosos. Para muchos brasileños, es la única escapatoria”.
Las playas de Río han visto nacer a muchos futbolistas jóvenes desde tiempos inmemoriales. Debido a la imprecisión del juego sobre la arena, los jugadores tienen que aprender rápidamente a controlar el balón, tanto en el aire como en la arena. El fútbol en la playa resultó ser un entrenamiento magnífico con el que Ronaldo mejoró sus habilidades.
Y así era como Ronaldo y sus jóvenes amigos iban a la playa, regateaban, practicaban voleas, disparaban y aprendían a amar el fútbol por todo lo que conllevaba. Pronto se dio cuenta Ronaldo de que sólo era feliz cuando tenía el balón, lo que significaba que tenía que colocarse de la mejor manera para recibirlo de nuevo cuanto antes.
En 1982, Ronaldo vio un campeonato del mundo por primera vez en su vida en un televisor en blanco y negro en el salón del hogar familiar en Bento Ribeiro. Tan sólo tenía cinco años y se llevó un gran disgusto cuando Paolo Rossi marcó tres goles consecutivos a favor de Italia, dejando a Brasil fuera de la competición.
A pesar de ser solo un niño. El fútbol ya formaba parte de su vida.




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