10. Soporte simbólico
Estos esquemas, poéticos y pictóricos, son como el soporte simbólico de toda la obra.
En la poesía, a modo de pequeño drama, se canta la «salida nocturna de la Amada en busca de su amor (estrofas 1-3). La acción misma se desarrolla en seguida y casi se confunde con la exposición (estrofas 3-4). La marcha en la noche preserva la tensión dramática con las amenazas que parecen cercar a la protagonista»[16]. «En el medio se alza la canción 5ª como una atalaya que da a las dos vertientes, una voz ajena a la aventura, que tiene algo de coral»[17]. La acción se reanuda, «con un tempo y una tonalidad diferentes, en las estrofas 6 y 7. El desenlace está particularmente logrado, en la medida en que se conjuga lo acabado con lo inacabado. En efecto, la acción dramática termina con éxito, en la felicidad, la unión, el éxtasis. Pero en el momento mismo en que contempla una escena de plenitud, el lector contempla una escena vacía: los cuerpos de los amantes están ahí, abrazados e inertes, pero las personas (el alma, el espíritu) están en otro sitio: el Amado se ha dormido, la Amada se ha olvidado, se ha dejado a sí misma»[18].
Esta aventura nocturna en busca de la cita amorosa, tan corriente en nuestra literatura (recuérdese el caso de Calixto y Melibea de La Celestina) le viene a la mente a nuestro poeta de la vida ordinaria que conoce, de sus estudios literarios y especialmente desde su lectura del Cantar de los cantares, aunque en este libro de Subida cite sólo unas diez veces el epitalamio bíblico.
Por lo que se refiere a la simbología del monte, se da en el monte sanjuanista el simbolismo múltiple que encuentran los expertos en la montaña: «El de la altura y el del centro. En cuanto alta, vertical, elevada y próxima al cielo, participa el simbolismo de la trascendencia; en cuanto centro de las hierofanías atmosféricas y de numerosas teofanías, participa del simbolismo de la manifestación... Este doble simbolismo de la altura y del centro, propio de la montaña, se encuentra entre los autores espirituales. Las etapas de la vida mística son descritas por san Juan de la Cruz como la subida al Monte Carmelo y por santa Teresa de Jesús, como las moradas del alma o el Castillo interior»[19].
El monte sanjuanista es también considerado como símbolo del esfuerzo del hombre que quiera escalarlo: «Cuando san Juan de la Cruz representa el monte Carmelo, lo hace para inducir al lector a realizar el esfuerzo espiritual»[20].
A lo largo de la Subida hace Juan de la Cruz varias alusiones a su monte, señalando su altura encumbrada (argumento; prólogo 7), su verticalidad (2S 7,3), su ser lugar de encuentro con Dios (1S 5,6), la senda (prólogo 9; 1S 13,10; 2S 7,3, 7,13). Ya de todos estos elementos simbólicos va sacando las exigencias espirituales que hay que cultivar en la vida de los escaladores (2S 7,3,7) y va configurando mayormente estas disposiciones desde la Biblia (cf 1S 5,6) y a base de otras consignas (1S 13,10-12).
11. Redacción del comentario (c. 1578 ss.)
Juan de la Cruz teniendo en la mente y ante los ojos el gráfico de El Monte y adentrándose en su simbolismo y teniendo también delante el poema, comienza a extender su comentario doctrinal a las ocho canciones, representado conjuntamente por las páginas de Subida y Noche. La obra se dedica particularmente y antes que nada a frailes y monjas del Carmelo que se lo han pedido (prólogo, 9), pero alcanza a cualquier cristiano que quiera amar a Dios sobre todas las cosas.
Comienza a escribir, barajando las dos figuras o semejanzas escogidas y se mueve dentro de las mismas: la subida al Monte; la fuga nocturna de la propia casa en busca del Amado.
La senda rectilínea y vertical y escarpada es una sucesión de renuncias evangélicas. Hay que subir haciendo, como ya hemos dicho, escala o escalera de las nadas, poniendo los pies encima; y este quedarse en nada y sin nada de nada, es exactamente el caminar nocturno: «Es quedarse como a oscuras y sin nada» (1S 3,1).
Por otra parte, la salida por las calles de la ciudad en busca del Esposo-Amado se lleva a cabo en noche oscura, en noche cerrada; y este caminar nocturno equivale, a su vez, a escalar el Monte (cf 2S c.7: todo el capítulo).
En el desarrollo de los comentarios, en la Subida la atención del autor gravita hacia las dos semejanzas casi a la par; en la Noche atiende, casi exclusivamente a la segunda: fuga en la noche o itinerario nocturno.
En las dos representaciones de subir y de salir entra una imagen espacial de la que se sirve para cantar la aventura espiritual del hombre, del alma enamorada. La meta de quien sube es la cima del Monte; el lugar de la cita amorosa, del encuentro del noctámbulo que ha salido de casa con tantas precauciones en busca del Amado es la torre de un castillo. Este poner nosotros el lugar del encuentro en un castillo situado en lo alto del Monte nos parece ajustarse a lo que realmente pensaba Juan de la Cruz, aunque no lo haya explicado o comentado, al dejar sin declaración la mayor parte de las canciones, muy en particular la séptima en la que habla de el aire de la almena.
Si esta intuición es cierta, tendríamos unidos la noche y el monte sanjuanista con el castillo teresiano, a cuyas «siete mansiones» alude en 2S 11,9-10. El lugar del encuentro con el Amado se llevaría a cabo, pues, en un castillo, situado en lo alto del monte, donde se encuentra la morada del rey. Al estudiar la simbología del castillo se subraya que «está situado generalmente en las alturas o en el claro de un bosque: es una morada sólida y de difícil acceso...; es un símbolo de protección»[21]. Conviene siempre recordar estas peculiaridades para entrar mejor en las verdaderas perspectivas de estos dos libros: Subida y Noche y para hacerse con ciertos matices doctrinales, sin traicionar, complicar o empobrecer el pensamiento sanjuanista.
A la síntesis ya sugerida o suministrada por las canciones y por el gráfico del Monte, se añade el título pleno del libro: «Subida del Monte Carmelo: trata de cómo podrá una alma disponerse para llegar en breve a la divina unión. Da avisos y doctrina, así a los principiantes como a los aprovechados, muy provechosa para que sepan desembarazarse de todo lo temporal, y no embarazarse con lo espiritual, y quedar en la suma desnudez y libertad de espíritu, cual se requiere para la divina unión». Se trata de encaminar a la persona por la senda más breve a la divina unión, simbolizada por la cima del Monte, como dirá enseguida en el Argumento, en el que se sobreponen y entran ya en interacción los dos esquemas: gráfico-pictórico y poético.
La idea general que surge del conjunto de todas estas piezas iniciales: gráfico, título del libro, argumento y canciones es linear. Un fin, una meta a conseguir por la vía breve, evitando complicaciones, desviaciones y retrasos innecesarios (cf 2S 6,7). El fin es la unión del alma con Dios: el alto, el más alto estado de perfección disfrutable en este mundo. Los medios son los indicados inequívocamente en el título del libro y en el título de las canciones y se irán precisando y encarnando en las virtudes teologales, de modo que la subida al monte y el caminar nocturno no son sino modulaciones del mismo tema teologal (2S c.6). El título de la obra traduce, a su vez, el contenido real de las reglas para subir al Monte y el de las canciones de la noche.
Inmediatamente en el prólogo programático desvelará las motivaciones profundas de su obra y otros muchos pormenores. Motivaciones apostólicas y de dirección espiritual dentro de tanta desorientación y pobretería mental y espiritual como ha experimentado.
12. División de Subida
Obra en tres libros con 15, 32 y 45 capítulos respectivamente. Alude también a primera, segunda, tercera y cuarta parte (1S 1,2), entendiendo por esta última los dos libros de la Noche.
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