La sintaxis discursiva contiene operaciones:
– De actorialización : el actante-sujeto, por ejemplo, aparece bajo los rasgos figurativos de un actor: la Bella es una paloma; como se trata de «ella» y no de un «yo», ese actor es obtenido por medio de un «desembrague enuncivo»: en esa operación, el enunciador presupuesto instala en el enunciado un «no-yo» que se manifiesta como «él» o «ella». Ese tipo de desembrague produce un discurso del que el enunciador parece ausente, un discurso que da la impresión de que se cuenta a sí mismo. Finalmente, ese actor particular está dotado de calificaciones específicas, entre ellas, la animalidad (pura invención de Beatriz, puesto que ese rasgo no se encuentra en el cuento de La Bella y la Bestia ). Lo mismo sucede con todos los actores del relato, que son actantes «revestidos» figurativamente.
– De espacialización : el espacio es organizado por medio de localizaciones (el bosque, la prisión, la familia) y funciona como marco en el que se inscriben los programas de la sintaxis narrativa.
– De temporalización : el tiempo se organiza en torno a un «entonces» desembragado del «ahora» del enunciador, así como el espacio era un «en otra parte» desembragado del «aquí» de la enunciación. La operación de desembrague no recae solamente sobre la categoría de la persona (negación de un «yo» y producción de un «él/ella», «ellos/ellas», los otros), sino también sobre las categorías del tiempo (negación del «ahora» para generar un «entonces», negación del «aquí» para producir un «en otra parte»). Ese «entonces» esconde, en el relato de Beatriz, un punto de origen: el momento en que la familia cae en la pobreza. A partir de ese punto, pueden construirse un «antes» (las causas del empobrecimiento) y un «después», cuando se produce el salvataje operado por la hermana menor.
Al lado de esos procedimientos de «localización temporal», si así se puede decir, hay que poner la aspectualización , operación que convierte las performancias de la dimensión narrativa en acciones y procesos concretos. Así, la muerte de un personaje del relato puede recibir dos descripciones, según el nivel del modelo:
– A nivel de las estructuras narrativas, consistirá simplemente en la pérdida (disjunción), para un actante, del objeto-valor /vida/.
– En el nivel de las estructuras discursivas, al lado de la sintaxis discursiva, que hemos ilustrado brevemente, existe la semántica discursiva, que incluye la tematización y la figurativización. Por ejemplo, en el texto de Beatriz, uno de los valores profundos, como hemos visto, es el de «libertad». Y ese valor va a constituir «la mira del recorrido narrativo del sujeto» 18, actorializado por la paloma menor. Gracias a las operaciones de espacialización, ese recorrido podrá ser tematizado como «evasión». Pero la tematización sigue todavía abstracta; hace falta, para llegar al texto, operar una conversión a un recorrido figurativo (una fuga real, corporal, fuera de los límites de la prisión) que hace justamente del discurso de Beatriz un discurso propiamente figurativo (por oposición al discurso filosófico clásico, por ejemplo).
Queda solamente elegir un lenguaje de manifestación para que la significación así generada encuentre significantes: el lenguaje oral dictado, en este caso, pero se hubiera podido recurrir igualmente al lenguaje escrito, o al dibujo, o al mimo, etc.
He aquí el esquema del recorrido generativo 19, que representa el engendramiento discursivo de la significación, común según sugieren Greimas y Courtés a todo discurso posible, verbal o no verbal.
El siguiente cuadro recapitulativo del engendramiento (o generación) de la significación (su «recorrido generativo») presenta una sucesión de niveles, desde el más profundo y más abstracto (sintaxis y semántica fundamentales, formalizadas por medio del cuadrado semiótico ) hasta el más superficial y concreto de los discursos manifestados en los diferentes lenguajes, verbales o no verbales.
El tránsito de un nivel a otro se hace gracias a una operación fundamental de conversión : así, un valor profundo de la deixis positiva del cuadrado va a ser investido en un actante-objeto perseguido por un actante-sujeto (sintaxis y semántica narrativas de superficie). La sintaxis y la semántica discursivas, tomando a su cargo, a través de la instancia de enunciación, las estructuras semionarrativas, añadirán una plusvalía de significación al convertir los actantes en actores , introduciendo simultáneamente tiempos y espacios . La operación semántica central es la figurativización: así, un valor profundo como el /poder/ puede convertirse en actante-objeto perseguido por un actante-sujeto , e investirse finalmente en una figura , un automóvil, por ejemplo, y más concretamente aún, en un ícono : un Mercedes Benz, o el trono real del Reino Unido.
DE LA LITERATURA ORAL AL COMPORTAMIENTO-DISCURSO
El lector habrá intuido probablemente que, entre una semiótica que se ocupa de los mitos y de los cuentos y una psicosemiótica que trata de analizar el sentido del comportamiento global del sujeto, existe una gran disparidad de objetos, tanto de naturaleza como de complejidad. Y eso incluso si se admite que un proyecto científico no se define principalmente por su objeto, sino por la especificidad de sus procedimientos de investigación.
La semiótica se ha construido progresivamente gracias, paralelamente, a una extensión notable de su objeto de estudio y a una complejización correspondiente de la modelización.
Por lo que se refiere al objeto, desde Semántica estructural (1966), al lado de los cuentos maravillosos encontramos ya la gran literatura (G. Bernanos) y también producciones textuales de sesiones de terapia por medio del psicodrama 20. Dos años después solamente, las «condiciones de una semiótica del mundo natural» 21introducían una extensión máxima y profética del objeto: desde esa perspectiva, se puede pensar en describir no solamente las acciones «en papel» (= en los discursos orales y escritos), sino también los comportamientos «reales».
Siguiendo ese avance audaz, los semiotistas comenzaron a abordar los discursos lingüísticos más variados: los textos religiosos (bíblicos, coránicos, védicos), los textos literarios, poéticos, históricos, científicos, filosóficos… Luego, los textos no lingüísticos: la pintura, la fotografía, la arquitectura, la música. Y también los discursos «sincréticos» como el cine, el teatro, el mimo, el circo, la televisión, los rituales folclóricos, la danza clásica, etc.
Faltaba arriesgarse con una última audacia: pasar de los discursos construidos a los discursos del mundo natural, especialmente a la gestualidad que acompaña o no al lenguaje, a la proxémica (estudio de las relaciones espaciales entre los sujetos, sometidas a variaciones culturales importantes), sobre la hipótesis de que los modelos y procedimientos precedentemente construidos permitieran abordar el comportamiento humano concebido como producción discursiva.
Subsiste, no obstante, un problema espinoso, y prioritario, que surge de la delimitación del campo de observación, de la recolección de esos discursos semánticos que brotan a cada instante en todos los lugares en que son humanamente investidos.
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