Sobre la cuestión antes esbozada respecto a la pertenencia de la CF o no a los dominios de lo fantástico, algunos estudiosos han defendido esa filiación del género en un intento por ubicarla dentro de una categoría general. Miranda (1994) sigue esa línea teórica. Para él, la ciencia ficción es una rama de la literatura fantástica gestada durante el Romanticismo. Muy cerca de ella figuran la literatura infantil (los cuentos de hadas o narraciones feéricas), metafísica (el universo) y especulativa (el tiempo), de horror y policial (p. 120). No deja de ser un enfoque coherente, aunque quizás vaya en sentido contrario a las tendencias más contemporáneas, que suelen insistir en una separación tajante entre lo fantástico propiamente dicho y la CF:
Lo primero que reclama nuestra atención es la denominación: ciencia ficción. Conlleva, inherente a sí misma, una oposición de términos que acaso comporta un oxímoron. Por un lado, “ciencia” connota un conocimiento racional, sistemático, verificable, exacto y, sin embargo, falible (…). Frente a ella, la “ficción” comporta elementos de imaginación, fantasía, ilusión. Es la invención literaria, poética, que no se ciñe a la racionalidad, la sistematización, la verificabilidad, la exactitud de un conocimiento o experiencia. (Miranda, p. 121)
Pese a cierto esquematismo, el ángulo adoptado por Miranda no se contrapone en forma absoluta a los otros autores ya comentados. Comparten, por ejemplo, la preocupación por una suerte de discurso base o normativo —el del pensamiento científico—, que alcanza su gran expansión en el siglo XX, y una modelización de este a través de los mecanismos inherentes a la imaginación y sus resultados, que deben cumplir alguna función estética dentro de los sistemas de producción en el que han sido escritos.
Miranda introduce otras premisas interesantes, como el “asombro” y el “deslumbramiento” (p. 123), aunque esos conceptos parecen recordar más a las consideraciones de Todorov (1980) en torno de la narrativa fantástica en sentido estricto, a la que el crítico búlgaro asignaba las nociones de vacilación del lector o de un personaje ante sucesos que cuestionan la mímesis realista y sus leyes o hacen peligrar las certezas acerca del funcionamiento de un mundo ordenado y sin fisuras.
Siguiendo a Moore (1965), Miranda destaca también el didactismo —apego a la exactitud de los contenidos científicos— unido al entretenimiento, por un lado; del otro, una CF no exacta desde el punto de vista de los datos o detalles técnicos, pero que alcanza un alto valor literario (p. 123), aspecto en el cual coincide con Cano (2006) como parte de su propuesta para una definición del género. Por último, en este abordaje ciertamente no tan orgánico, pues carece de un eje integrador de todas las vertientes, Miranda incluye la ideología como un componente esencial en muchas obras de importancia, que nutre a parábolas poderosas sobre la humanidad sometida al totalitarismo y al control del pensamiento, como en Farenheit 451 , de Bradbury. Lo mismo podría afirmarse de 1984 , la clásica novela de George Orwell sobre un estado del futuro que controla al sujeto hasta el punto de privarlo de su intimidad (p. 124). Y es ese futuro el que se convierte en un horizonte:
La CF no tiene como función descubrir cómo será el Futuro, dicen algunos críticos. Sin embargo, el Futuro es materia esencial en la CF. La imaginación permite a los escritores adelantarse, en sus libros, al planteamiento de proyectos o descubrimientos científicos y tecnológicos importantes. (Miranda, 1994, p. 124)
Si bien es cierto que el futuro, como resultado de una serie de factores lógicos, es una de las fuentes alimentadoras de la CF desde sus orígenes modernos, no es quizás el concepto más preciso para caracterizar a estas narrativas. Miranda acierta en lo puntual: ninguna obra de CF es un tratado de futurología , en el sentido que se le da al término desde una óptica disciplinaria. Por lo tanto, no debe verse en ellas más que una figuración imaginativa acerca de lo que la posteridad implica como constructio para una sociedad, y que los autores proyectan a sus creaciones, partiendo de los presupuestos o paradigmas acerca de la ciencia que su tiempo le brinda a cada uno y a los receptores. Sin embargo, el concepto de futuro es aún insuficiente para convertirse en un eje delimitador infalible, si el objetivo es desentrañar la naturaleza del género.
Suvin (1984), en ese sentido, aporta una herramienta de mayores perfiles, a pesar de la crítica a la que también puede —y debe— ser sometido. Es, como ya se ha sugerido, uno de los autores capitales en el ascenso de un corpus flexible o dúctil acerca de la materia que interesa delimitar en esta investigación. Para ello, rescataremos lo que él denomina novum , concepto que parece haber calado con firmeza. Toma prestado el término de Ernst Bloch 4:
Novum de innovación cognoscitiva es un fenómeno o una relación totalizadora que se desvía de la norma de realidad del autor o del lector implícito (…) aunque la CF válida tiene profundas afinidades con la poesía y con la prosa realista innovadora, su novedad es “totalizadora” en el sentido de que significa un cambio de todo el universo del relato o, al menos, de aspectos de importancia fundamental (…) La tensión esencial de la CF se da entre los lectores, que representan un cierto número de tipos de hombre de nuestro tiempo, y lo Desconocido u Otro totalizador y por lo menos equivalente introducido por el novum . (p. 95)
Traducido como “novedad” o “lo nuevo”, la propuesta de Suvin ha sido adoptada por la mayoría de investigadores, o por lo menos mencionada como una referencia en casi todos los planteamientos contemporáneos. Obsérvese que no involucra directamente al futuro como un escenario indispensable o imprescindible en la determinación de la identidad de un texto específico. Orienta el peso de la calificación al papel que ejercerá el lector o decodificador. Por lo tanto, nos encontramos ante un sistema de racionalidades que legitiman el conocimiento del mundo inherente a la CF; por otra parte, quien le atribuye una significación a este deberá experimentar una suerte de choque entre esas normas y las que transforman por completo el que está conociendo en el acto de lectura. Ese “Desconocido” u “Otro”, designado por Suvin, no está basado en la fractura de los paradigmas de la ciencia vigentes; que no están en entredicho, sino que puede ser explicado por ellos; aunque en principio surja como un elemento desestabilizador que no se encuadra fácilmente dentro de los parámetros afirmados en el mundo o realidad cotidiana, que ese sujeto acepta como los suyos.
Víctor Bravo (1993) también hace eco de la otredad sustentada por Suvin mediante el concepto de novum , pero desde una perspectiva mejor anclada en los trabajos de Todorov, pues, como ya se ha afirmado, Bravo considera a la CF como una vertiente de lo fantástico. Para el crítico, esa alteridad es uno de los factores que permiten dotar al género de una identidad próxima a lo que él denomina reducción :
La ciencia-ficción se funda en el desarrollo racionalista (reductor) de uno de los centros generadores de lo fantástico: la otredad. Podría decirse incluso que la ciencia-ficción se expresa a través de la reducción de tres formas concretas de la otredad: la otredad del ser (creación de monstruos, de homúnculos, de robots…), la otredad espacial (concepción de otro espacio, cuarta dimensión…) y la otredad temporal (viajes en el tiempo, visión desde el futuro…). (p. 139)
No es difícil verificar las afinidades entre estos dos enfoques, aunque el punto de partida sea distinto en cuanto a la independencia o no de lo fantástico. El mérito de la visión de Bravo, que realiza un estudio centrado en las especificidades hispanoamericanas, es la posibilidad de expandir las consideraciones clásicas sobre la CF y alcanzar un consenso sobre las principales líneas temáticas o, por lo menos, las más frecuentadas por autores de diversos tiempos y latitudes. Aunque sea cuestionable la idea de sugerir que todos los asuntos visitados por el género encajarían en las reducciones de lo fantástico propuestas, no pueden descartarse los puntos de intersección entre esa alteridad y el novum de Suvin, que es, igualmente, otro aporte sólido a la teoría.
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