¿Cuál es su balance de esta experiencia de algo más de veinte años de cine nacional? ¿No cree que se desaprovechó una buena oportunidad para iniciar una industria del cine más sólida y duradera? ¿Por qué tanto el cortometraje como el largometraje no capitalizaron lo suficiente para salir adelante con mejores condiciones?
Creo que se ha hecho bastante, ese sería el balance personal que yo haría. Que se pudo hacer más, también es cierto. Numéricamente tenemos los datos a la mano: mil doscientos cortometrajes, sesenta largometrajes, ochenta y tres áreas temáticas tocadas. A través de estos cortos todos los departamentos del Perú han sido recorridos y filmados. Más de doscientas empresas se conformaron legalmente, aunque es cierto que no todas entraron en actividad sostenida y permanente. Se brindó educación para la producción cinematográfica mediante la práctica. Más de trescientos peruanos han dirigido algún corto, etcétera.
Podríamos seguir dando cifras sobre los beneficios alcanzados, para certificar que toda la inversión ha sido productiva. La inversión mínima que hizo el Estado asignando parte de sus ingresos al cine nacional ha sido devuelta con creces. La inversión de quienes arriesgaron su patrimonio privado, a veces fue retribuida con resultados favorables, y a veces se perdió, como sucede en cualquier otro negocio.
Por último, ¿qué tipo de arreglos se avizoran a corto y mediano plazos?, ¿hay razón para tener alguna esperanza para los próximos años?
En estos momentos, agosto de 1994, luego de dos años de negociaciones en el Congreso de la República, fue aprobado un primer dictamen presentado por la comisión de cine del Congreso, que vela por el cine nacional. Sin embargo el presidente de la República no lo promulgó y lo devolvió. No sabemos si más adelante se aprobará otro proyecto más completo. Ojalá se recoja la experiencia de los veinte años anteriores y se configure un nuevo marco político y legislativo para el desarrollo de las iniciativas particulares. Es necesario que el cine nacional vuelva a hacerse visible en las pantallas de las salas cinematográficas del país. Creo que hay que mantener la esperanza y la actividad intelectual, laboral y política para que el Congreso Constituyente Democrático, o el próximo Congreso, apruebe una norma legal favorable para el cine peruano. No va a ser sencillo, pues ya he dicho que hay opositores.
Seguro se preguntarán ¿quiénes son?, ¿qué interés pueden tener las grandes distribuidoras cinematográficas internacionales para bloquear las películas peruanas que se produzcan y pasen en las salas de cine del país? Parece que no hubiera proporción. Sin embargo, en todos los países del mundo la industria cinematográfica de Estados Unidos ha tratado de impedir, y lo ha logrado en parte, que no se genere un movimiento de producción local, porque ellos temen que luego estos sean imitados por los países de al lado y finalmente terminen perdiendo o disminuyendo el poder que tienen en el mercado internacional. Desde que el cine empezó a desarrollarse como industria, los norteamericanos han cuidado mucho su primer lugar. Así que hay que mantener la esperanza de que se defienda lo invertido en estas últimas dos décadas, y que nuevamente un conjunto de peruanos se desarrolle y se encamine hacia el cine nacional, e igualmente, que nuestro público pueda espectarlo. Eso es lo que yo quisiera ver en los próximos años.
Dos activos cineastas del periodo 1972-1992: Nelson García, representante de la vieja guardia, y Gianfranco Annichini, de la generación intermedia. Ambas generaciones formaron y nutrieron a la tercera y última promoción de cortometrajistas del Decreto Ley 19327.
Cámara en mano, los cineastas salieron a las calles y nos invitaron a mirar hacia adentro. Augusto Tamayo y Danny Gavidia (a la izquierda) haciendo trabajo de campo.
Jorge Vignati, experimentado camarógrafo y documentalista cusqueño, acom-pañó a muchos realizadores nacionales en sus proyectos cinematográficos. Para algunos es el cineasta con mayor trayectoria en el campo del documental. Fue director de fotografía y camarógrafo de 80 documentales dentro del Decreto Ley 19327, además participó en realizaciones extranjeras como Fitzcarraldo, de Werner Herzog; The last movie, de Peter Fonda, y King Kong, producida por Dino de Laurentis, entre otras.
Fernando Gagliuffi fue uno de los pocos cineastas peruanos que, junto con el uruguayo Walter Tournier y los alemanes Kurt y Christine Rosenthal, cultivaron el cine de animación en el país. Secuencia de una parte del corto animado La misma vaina (1981) de Gagliuffi.
Francisco Adrianzénempezó su trayectoria como crítico de cine. Trabajó como sonidista desde los primeros años del Decreto Ley 19327. Dirigió muchos cortometrajes, entre ellos: La imagen de su huella, sobre José Carlos Mariátegui; Angelucha, acerca de Ángela Ramos, y Su paso por la vida, en torno a la figura del Che Guevara. En su trabajo se nota la influencia del método y el buen acabado del documental cubano del ICAIC.
Edgard Lostanau ganó el premio de la Asociación de Cineastas del Perú como el mejor sonidista por su trabajo en los cortos Hombres de viento, Medea y Callejón oscuro (1983).
Al empezar la década de 1990, la situación del cine nacional era ya difícil. La sombra de la derogación del Decreto Ley 19327 empezaba a proyectarse con fuerza, lo cual empujó a los cineastas locales a salir a las calles para pelear por sus intereses. Obsérvese en esta marcha el lema de la pancarta: Un país sin cine, es un país sin rostro.
El aspecto gremial fue una característica del cine de entonces. Reunión de camarógrafos y directores de fotografía. De izquierda a derecha: Nelson García, “Pili” Flores Guerra, Francisco Salomón, Jorge Vignati y Orlando Macchiavello.
La Asociación de Cineastas del Pe-rú (ACDP) organizaba anualmente un festival de cortometrajes donde se premiaban los mejores trabajos del ramo en las categorías documental, ficción y animación. Igualmente había premios para los técnicos y para la mejor ópera prima.
Читать дальше