María Mendoza Micholot - 100 años de periodismo en el Perú

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100 años de periodismo en el Perú: краткое содержание, описание и аннотация

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Esta investigación es el registro de lo que la prensa escrita limeña y sus directivos y periodistas testimoniaron sobre los hechos que hicieron noticia en el Perú y el mundo entre 1900 y el 2000. En sus dos tomos, esta historia del periodismo intenta responder a interrogantes tan complejas como si este es plural o si sirve a determinados intereses políticos, o cuánto valora el interés público.

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Pero a fines del siglo XIX, se reconoció el peso de la información como detonante y como poder, con los procesos de democratización y de toma de conciencia política, la industrialización y el crecimiento urbano, el intervencionismo y fortalecimiento de los estados, así como la adaptación psicológico-social de las masas a un nuevo contexto.

La militancia abierta hacia tal o cual partido se camufla y casi se diluye. “El viejo periodismo político liderado por las cabeceras que abiertamente proclamaban ser el órgano de expresión de una formación política va quedando relegado a favor de los medios que tratan de difuminar sus tendencias políticas bajo la etiqueta de independientes” (Bordería, Laguna y Martínez 1998: 321).

Lo mismo sucedió en Estados Unidos. Hasta 1860 existieron publicaciones liberales clásicas, que podían ser diarios de partido o de personaje público, de negocio o industrializados. Su temática era diferente de aquella de los periódicos dominicales con tiradas que siempre doblaban al resto, con un formato y contenidos preparados para lectores no especializados ni habituales, y de la llamada prensa de penique ( penny press ) o de saldos, cuyo precio estaba por debajo de los costos de producción, pero que tiraban miles de ejemplares, convirtiéndose en la primera generación de los medios populares.

Bill Kovach y Tom Rosenstiel (2004), presidente del Committee of Concerned Journalist de Estados Unidos y director del Project for Excellence in Journalism, respectivamente, sostienen que para finales del siglo XIX los periódicos estadounidenses comenzaron a sustituir ideología política y fidelidad partidaria por independencia editorial y fidelidad al interés cívico.

En el Perú, la variable política sobrevivió al cambio de siglo y definió de manera predominante la agenda informativa hasta 1915, aproximadamente, cuando desaparecieron grandes e históricas cabeceras políticas. Cabe preguntarse si este acendrado interés por el tema —y por lo que se ha llamado la personalización de la política— explica de alguna manera la preocupación que el periodismo contemporáneo limeño mantiene hasta nuestros días por las cuestiones de gobierno y sus principales actores.

Lo cierto es que a lo largo del siglo XIX —y sobre todo en sus últimos años— resulta indispensable reconocer los roles cumplidos por el conjunto de medios políticos, independientes, interesados en hacer una labor docente (Casalino 2008: 90) o comprometidos con una ideología que, probablemente de manera natural, no calcularon que estaban definiendo o diseñando la estructura del mercado de los periódicos para la siguiente centuria. Tampoco meditaron en que estaban estableciendo un precedente importante: que los periodistas y los políticos pueden ser “antagonistas complementarios” (Ortega 2011: 63).

1.1 El diseño de un modelo

En el Perú, la prensa política, doctrinal e independentista, simple y casi panfletaria del siglo XIX, gestó opinión pública antes de la Independencia, en una élite vocera de los sustentos ideológicos y jurídicos que habían permitido la ruptura con España. Las primeras manifestaciones se dieron entre 1811 y 1827, cuando los medios pusieron en tribuna a un grupo de actores que aportaron a la discusión sobre la llamada mentalidad peruana. Como sucedió en España, la prensa política o doctrinal propaló en estas tierras las primeras ideas del liberalismo.

En este período se distinguen hasta tres grupos de periódicos ideológicos: los que apoyaban el constitucionalismo español, porque no creían en la independencia del Perú pero tampoco en la monarquía española; los fidelistas, que defendían el mantenimiento de la monarquía; y el periodismo patriótico, que abogó por la independencia de América y del Perú, estudiados por la investigadora española Ascensión Martínez Riaza en La prensa doctrinal en la Independencia del Perú 1811-1824.

Después de la independencia, la coyuntura generó nuevas corrientes ideológicas y doctrinarias, que tuvieron por objeto argumentar las posiciones de los caudillos que aspiraban al poder. Se estima que entre 1821 y 1856 circularon en Lima entre 128 y 150 periódicos (Miró Quesada 1991: 62). Estos primeros años de la vida independiente fueron alborotados. Nació una prensa política circunstancial y personalista que Raúl Porras Barrenechea (1970) ubica en su libro El periodismo en el Perú , entre 1827 y 1839. Estos periódicos daban importancia al comentario y la diatriba, a través del intercambio de editoriales y comunicados (cartas firmadas en su mayoría con seudónimos), que originaron una polémica “batalla de papeles”.

Los llamados ‘comunicados’ o ‘remitidos’, avisos cortos contratados por terceros a precios módicos, se convirtieron en un problema. Podrían ser la raíz de lo que hoy denominamos ‘avisos económicos’, pero sobre todo de los ‘trascendidos’, rumores o noticias no confirmadas. En sus orígenes, representaron secciones consagradas al público, que permitieron la difusión de asuntos doctrinarios o de documentos que convirtieron “esas páginas en tribuna ilustre” (Basadre III, 2005: 102). Lamentablemente, la difusión de contenidos de tipo personal, chismes, injurias y ácidas polémicas generaron serios dilemas éticos para los periódicos, como revela esta nota publicada tempranamente en El Comercio el 4 de julio de 1839, entonces bajo la dirección del chileno Manuel Amunátegui y el argentino Alejandro Villota:

A nuestros corresponsales. Hemos recibido en el mes que acaba de terminar varios comunicados y que no habiendo querido darles lugar en nuestras columnas nos han traído amargas quejas. Confesamos que no somos afectos a este género de publicaciones sino cuando tienen por objeto alguna cosa de interés público; en lo general incurren en revelaciones de la vida privada y manifestaciones mutuas de más o menos defectos personales, extraños al objeto de las publicaciones periódicas.

Consideramos exclusivamente nuestra propiedad este periódico, y por esto establecemos como principio, del que nunca nos desviaremos, que jamás se insertará en el Diario del Comercio [sic] ningún comunicado que directa o indirectamente se dirija contra alguna de las personas de nuestros suscriptores, y para que se excuse el remitírnoslos en lo sucesivo, a continuación insertamos la lista que contiene sus nombres (sigue lista). Con el gobierno no nos une más relación que la de respeto y consideración que en todas partes se merece la primera autoridad de la Nación.

Los comunicados se convirtieron en una sección característica en el decano, por lo menos en los primeros años (Basadre III, 2005: 101), y en otros diarios de la época, pese a los excesos que allí se perpetraban.

Porras critica que un medio como El Comercio , que nació como un diario de avisos, incluyera en su primer año esta “[…] sección repulsiva y amenazante, palestra del insulto y del anónimo, liza a veces de agudos contrincantes, los comunicados fueron la crónica escandalosa y desvergonzada que exhibía, como en un kaleidoscopio inmoral, impudores y bajezas que debieron quedar ocultos” (Porras 1970: 27-28). Luego, añade el historiador, El Comercio optó hacia 1840 por mantenerse al margen de la vida política, “sus editoriales rara vez rozaban la candente actualidad, que desmenuzaban los comunicados”. Adoptó imparcialidad y preocupación por “asuntos de más efectivo provecho que la política de partido para el país”, claves para su éxito y para la desaparición de varias hojas competidoras, “bien redactadas, pero obsesionadas por el interés político” ( recuadro 2).

Recuadro 2

El debate sobre la esclavitud

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