María Mendoza Micholot - 100 años de periodismo en el Perú

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100 años de periodismo en el Perú: краткое содержание, описание и аннотация

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Esta investigación es el registro de lo que la prensa escrita limeña y sus directivos y periodistas testimoniaron sobre los hechos que hicieron noticia en el Perú y el mundo entre 1900 y el 2000. En sus dos tomos, esta historia del periodismo intenta responder a interrogantes tan complejas como si este es plural o si sirve a determinados intereses políticos, o cuánto valora el interés público.

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Otro medio influyente de larga data fue La Opinión Nacional (1873-1913), fundado por Andrés Avelino Aramburú, su único director y propietario. Diario político y civilista, en él destacaron las plumas de Manuel María Rivas, Ricardo Dávalos y Lissón y Agustín Reynaldo Chacaltana. Salió el 1 de diciembre de 1873 como un diario de la tarde, “bajo los auspicios del primer gobierno civil, presidido por don Manuel Pardo”, como rememoró la revista Prisma (16 de octubre de 1905). Se publicaba todas las noches, con excepción de los feriados. Fue uno de los estándar de mayor tamaño que haya circulado en Lima y en el país (69 por 42 centímetros), más grande que El Nacional y El Comercio en ese momento. Solo tenía cuatro páginas y se vendía, como otros diarios de la época, por suscripción y por números sueltos, que costaban entre 3 y 5 centavos.

A la lista se sumaba un grupo de medios religiosos encabezados por el clerical La Sociedad (1870-1907), diario pierolista, dirigido primero por un grupo de intelectuales y luego, en 1871, por el presbítero Manuel Tovar. Y, finalmente, “el periodismo chico”, que bajo títulos sugerentes y satíricos pusieron de moda, con ingrata recordación, el sensacionalismo y amarillismo al servicio de la política ( La Serpiente, La Linterna del Diablo, El Cascabel, La Broma, La Bala Roja, La Banderilla, La Mascarada, La Caricatura, La Butifarra, La Campana, El Brujo, El Liso, La Zamacueca, El Cencerro, Don Quijote, El Gallinazo , entre otras) ( recuadro 3).

Recuadro 3

Amarillismo del siglo XIX

Aún no había estallado el fenómeno sensacionalista de Pulitzer y el amarillismo de Hearst en Estados Unidos cuando aquí el diario La Mascarada publicó, el 15 de agosto de 1874, una macabra caricatura que, cual nefasto vaticinio, pronosticó el asesinato de Manuel Pardo. Una semana después, el presidente sufrió un atentado, del cual salió ileso. Los que no salieron bien parados fueron el editor de la publicación, Augusto Mila de la Roca, y el caricaturista, Joaquín Rigal, quienes fueron acusados de excitar a la rebelión y al homicidio.

Este incidente ha quedado perennizado como uno de los excesos cometidos por la prensa en esa época, aunque no fue el único.

El Cencerro , otro diario chico, se caracterizó por los dardos que lanzó contra el Ejecutivo y el Legislativo pardistas en su sección “Politicomanía”; mientras que La Campana , cuyo nombre evocaba a los campanarios de las iglesias y cómo estos daban cuenta de los principales sucesos de la ciudad durante la Colonia, hizo amarillismo puro cuando ‘inventó’ la noticia de un levantamiento en el Cusco en contra de ese régimen. Su eslogan era: “Periódico caliente que ni verdades calla ni mentiras consiente”.

Opositores al régimen de Balta fueron El Nacional y El Comercio , entonces los dos diarios más importantes de Lima y ambos clausurados en 1871 y 1872, respectivamente, por defender la causa civilista. Una posición editorial similar asumiría después La Opinión Nacional . En cambio, La Patria, La Sabatina y La República se colocaron en la oposición al gobierno de Manuel Pardo, junto a La Sociedad y la prensa sensacionalista de la época.

La lista de 114 firmas que suscribieron el acta fundacional de la Sociedad Independencia Electoral —asociación política fundada el 24 de abril de 1871 y germen del Partido Civil— no solo muestra el perfil social de las fuerzas que representó Manuel Pardo y Lavalle, sino a los personajes del mundo de la prensa que lo apoyaron: el director de El Comercio , Manuel Amunátegui, el redactor, periodista y administrador de la Sociedad Tipográfica, José Ayarza, y los periodistas Agustín Reynaldo Chacaltana y Paulino Fuentes Castro. Además, en los medios civilistas escribían intelectuales con presencia en las aulas del Colegio Guadalupe y la Universidad de San Marcos, que apoyaron la candidatura civil (Mc Evoy 2004: 45, 49) ( recuadro 4).

La campaña electoral de 1871 es particularmente interesante para evaluar las relaciones prensa-poder en el siglo XIX, en la coyuntura del ascenso a la presidencia de Manuel Pardo y la estrategia que siguió el entonces candidato para movilizar a la opinión pública y “obtener el poder político que permitiera llevar a cabo las transformaciones estructurales requeridas por el país” (Mc Evoy 1994: 303).

La Sociedad Independencia Electoral debió interactuar e integrarse políticamente con las más importantes provincias y departamentos, así como controlar y manipular la información periodística que viajaba de Lima a los departamentos —y viceversa— para que la capital fuera caja de resonancia de los problemas del país, “y que la opinión pública limeña y provinciana estuviera informada de lo que sucedía a nivel nacional” (Mc Evoy 1999: 135).

Además de contar con el apoyo de un grupo de medios influyentes, la estrategia implicó dos actividades muy importantes: de un lado, el envío postal de cartas, retratos y periódicos que, como un ritual político, se leían en voz alta en lugares públicos e incluso al aire libre.

En segundo lugar, Pardo contó con un equipo de corresponsales o informantes que le remitían abundante información sobre lo que sucedía en sus jurisdicciones. Bajo una red bien organizada, podían cumplir varias funciones proselitistas en sus lugares de origen, como coordinadores de la política departamental, agentes electorales, organizadores de mesas o ‘cabecillas del pueblo’, y activistas.

Los corresponsales eran de origen diverso. Los había periodistas que, entre otras tareas, filtraban información conveniente a favor del candidato civilista en los medios donde trabajaban, confrontaban al régimen de Balta o generaban efectivas corrientes de opinión:

La revolución de los [hermanos] Gutiérrez, momento culminante de la febril actividad política desplegada a lo largo de catorce meses, fue neutralizada en parte porque muchos informantes en Lima y provincias colaboraron en la reacción. En aquel momento decisivo las redes tejidas a lo largo de los años probaron ser resistentes (Mc Evoy 1999: 136).

Recuadro 4

El Partido Civil

“De la Sociedad Independencia Electoral nació el Partido Civil. Para su advenimiento coincidieron tres cosas: la presencia de un leader excepcional con las características positivas de un caudillo, la formulación de un programa (cuyas notas más sencillas ante las masas fueron la reacción contra el militarismo y el anuncio de una ‘República práctica’) y la enérgica e inmediata aptitud para ir a los hechos dentro de los cauces de un intenso y combativo proceso electoral. Se juntaron para dar vida a la nueva agrupación diversos elementos. Hubo en ella un sector profesional e intelectual que tuvo uno de sus más importantes reductos en la Universidad de San Marcos, coincidentes, esta vez, catedráticos y alumnos; otro en la Beneficencia de Lima. La juventud ilustrada de la época fue, en su mayoría, civilista. Dentro del periodismo capitalino el nuevo movimiento contó entre sus voceros a periódicos tan prestigiosos como El Comercio y El Nacional . Cabe clasificar, por tanto, al primer civilismo como una expresión de élite. Pero se agruparon en él, además, otros factores. Los antiguos consignatarios desplazados por Dreyfus, la mayor parte de los bancos y el alto comercio lo respaldaron y le permitieron contar con abundantes fondos para la campaña. Y estuvo, además, ungido por el apoyo popular como reacción contra el Gobierno, contra los militares y también contra los conservadores. Y así coincidieron en ese momento, fenómeno raro en cualquier país y, sobre todo, en el Perú, gran parte de la élite intelectual y profesional, el poder económico y una porción importante, acaso mayoritaria, de la opinión pública” (Basadre X, 2005: 101).

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