Isabella Valenzano
Ruz Valenzano, Nora Isabel
Códigos sagrados / Nora Isabel Ruz Valenzano. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2022.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-2271-9
1. Novelas. I. Título.
CDD A863
EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINA
www.autoresdeargentina.com info@autoresdeargentina.com
Dedico Códigos sagrados,
especialmente a mi madre Nora Valenzano Cortes,
te agradezco por ser mi mayor inspiración, te amo mamá.
También brindo esta Novela
a todas las Mujeres de mi familia y amigas,
gracias por poner alas a mi creación.
Toda historia de amor narra la misma vida,
en los terrenos más inhóspitos.
Cuando todo está perdido,
viaja ciertos códigos por las corrientes químicas del cerebro,
guardando la información, existencial en toda su esencia.
CAPÍTULO 1
Cristina despierta semidormida, nerviosa.
¡Oh, cielos! Tendré que terminar de armar la valija lo más rápido posible, pasarán a buscarla en pocos minutos el transfer que la llevará al aeropuerto. Pensó: ¡Uff, qué haré, ¡darme prisa!
No le dio tiempo para llorar despedirse de Deisy, su perrita, y regar sus plantas.
Como todos los años en Navidades, en la casa de sus padres comenzaban los preparativos con mucha anticipación, era una tradición y costumbre familiares, todos se reunían en la casa de sus padres, hermanas, abuelos y amigos.
Ella preparaba con mucha emoción, cada fiesta de Navidad personalizaba con detalle únicos. Desde pequeña el entusiasmo era especial, diferente a otros hogares. Este año sería todo lo opuesto.
En su cabeza los pensamientos retumbaban, como golpes de picaflor.
No desea responder ciertas preguntas, más en estos momentos de tanta tristeza. Todos esperan que anuncie la fecha de matrimonio, como es la tradición la mayor de las hermanas se casa primero:
¿Cómo contarles la desilusión que había sufrido con Pedro Augusto su exnovio?, le partió el corazón.
¿Cómo se lo diré a papá? ¡Él lo quiere como si fuera su hijo! ¡Qué decepción! Postergará la conversación con sus padres, al regreso de Alemania, hablará con la familia.
Comprenderán la razón de este viaje, estaré más entera, son fiestas de unión, no para darles semejante disgusto. Verme deprimida, saben cómo disfruto cada momento en estas celebraciones.
Hace mucho deseaba visitar Hamburgo, compartir con los amigos de la familia. Soñaba con una Navidad blanca, la que su padre todos los años recordaba en sus cuentos, muy opuesto al lugar donde nació.
Cerró los ojos y deseó ¡Oh, Dios!, que me toque un buen compañero de asiento. Al realizar el check-in se dispone a abordar, ubica su asiento, prepara su equipaje de mano y le pide a su compañero, me permite tomar asiento.
Todavía de espalda, inmerso en su celular, contestando todas las preguntas supuestamente en relación con su trabajo, al tratar de volverse, entra otra llamada, se escucha molesto: ¡Será posible!, en voz fuerte. Gira volviéndose:
—Hola, disculpa, Fredy Neumann. –Todo bien, sonrió, Cristina Mohr. –Permítame que la ayude. –Muchas gracias. –Un placer.
Al sentarse, se deslizó tímidamente, como si pudiera hacerse un ovillo, se sonrojó y deseó ser invisible. Recorrió en su memoria una y otra vez, si todo había quedado en su lugar. No me preocuparé, llamarán si hay algún inconveniente en el trabajo. Al volver a conectarse, escuchó lo último de la conversación de su compañero.
En el trascurso del viaje la conversación fue trivial plana, la mayor parte durmió.
Al llegar a su destino final, en busca de su equipaje mira la cinta, tarda mucho en llegar su valija. Fredy durante todo el viaje no dejó de mirarla, la observó sin que ella se diera cuenta mientras dormía.
Se adelanta. –Me permite. Alzó la valija, para colocarla en el carro.
—Gracias, no se hubiese molestado. Salen juntos del aeropuerto.
Cristina observa a la gente, todo es tan diferente, ¡se siente feliz, también con mucho frío!
Austin, el mayordomo de la familia Neumann, se acerca a saludarlo.
—¡Señor, qué alegría, sea bienvenido!. Fredy se aproxima a Cristina, habla cerca de su oído:
—Tardará en tomar un taxi. Permítame que la lleve a su hotel.
—No es necesario, gracias. –Insiste con voz suave, a la vez firme.
—Austin, suba el equipaje de la señorita.
—Permítame –abrió la puerta, sonrió al indicarle con la mano el asiento. .
—Bien, gracias, le agradezco.
En el transcurso le pregunta:
—¿Está de vacaciones?
—¡Sí!, esta ciudad es hermosa, será encantadora en primavera.
—Tiene su encanto, ¿pasas con amigos?
—No entiendo.
—Digo las fiestas.
—Serán unas fiestas diferentes, siempre soñé con una Navidad blanca, por trabajo y mi familia nunca pude tomar vacaciones en estas fechas.
—Acá se viven con entusiasmo y celebran desde los primeros días de Adviento, se comienzan los preparativos. Tiene que conocer Lübeck, le fascinará.
—¿Está cerca?
—En una hora aproximadamente.
En ese momento suena el móvil, escucha a su madre.
—Disculpe, Cristina.
—Hola, hijo, qué tal el viaje, ¿cómo has llegado?
—¡Bien gracias, mamá! ¿Cómo están ustedes? ¿La salud de mi padre?
—No quise hablarte antes, es muy preocupante la salud de tu padre, está muy enfermo, cada día decae más, se animó al enterarse que estás por llegar, él lo único que desea es verte formar una familia, sueña con un heredero. Nos enteramos que viajas acompañado, qué felicidad, nos quieres sorprender, hijo.
Austin lo mira por el espejo.
—¡No, señor!, no me he comunicado con su madre. Se sentía agobiado, molesto, después de la conversación.
—Austin, podrías parar para tomar un chocolate.
—¡Enseguida, señor!
—Podría acompañarme, Cristina, degustarás las más exquisitas tortas, son las delicias de esta zona. No se puede pasar sin detenerse en este lugar.
Al llegar lo saluda la dueña de la Kuchen Haus.
—Buenas tardes, Fredy, ¿cómo estás? Luego de saludarlos, estoy enterada de la salud de su padre, lo siento mucho, espero que se recupere pronto. ¿Qué se sirven?
—Dos chocolates y kuchen por favor.
¡Su gusto lo sé!, el de la señorita no.
—Frutos rojos está bien, gracias.
Al mirarlo a los ojos:
—Cuánto siento lo de su padre.
—Gracias, Cristina, estoy impactado, debe ser grave su enfermedad, mi madre no pudo esperar a que llegara a casa para conversarlo. Discúlpeme, estoy confundido, ahora mis padres asumen que viajo acompañado. Es un mal entendido, perdone mi osadía, no acostumbro a hacer esto, quisiera invitarla a que me acompañe a casa como una amiga, será por el tiempo que usted desee quedarse, sin ningún compromiso, le agradará mi familia.
—¿Qué situación? No vine preparada para algo así, no sé qué responder, comprendo su situación, también me siento confundida.
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