New York Times Book Review
«Hay pocos escritores que puedan hacer tanto con tan pocas palabras como la económica, enigmática Oates».
Kirkus Reviews
«Qué bendición contar con una novelista así en estos tiempos confusos, caóticos».
Star Tribune
«Proteica y prodigiosa son, sin duda, las palabras que definen a Oates».
Richard Ford
Título original en inglés: Cardiff, by the Sea
“Cardiff, by the Sea” apareció por primera vez en Ellery Queen ; “Miao Dao” fue un lanzamiento original de Amazon; “Phantomwise: 1972” apareció en Ellery Queen y luego en The Best American Mystery Stories 2019 ; “The Surviving Child” en Echoes: The Saga Anthology of Ghost Stories , y luego en The Best Fantasy and Horror 2020
© 2020 por The Ontario Review, Inc.
Published by arrangement with The Mysterious Press, an imprint of Grove Atlantic, Inc.,
New York, NY, USA /Publicado por acuerdo con The Mysterious Press, un sello de
Grove Atlantic, Inc.
© de la traducción, Ariadna Molinari Tato, 2021
© de esta edición, Fiordo, 2022
Tacuarí 628 (C1071AAN), Ciudad de Buenos Aires, Argentina
correo@fiordoeditorial.com.ar
www.fiordoeditorial.com.ar
Dirección editorial: Julia Ariza y Salvador Cristofaro
Diseño de cubierta: Pablo Font
ISBN 978-987-4178-55-8 (libro impreso)
ISBN 978-987-4178-60-2 (libro electrónico)
Hecho el depósito que establece la ley 11.723
Hecho en Argentina.
Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra
sin permiso escrito de la editorial.
Oates, Joyce Carol
Cardiff junto al mar: cuatro novelas de suspenso / Joyce Carol Oates. - 1a ed. -
Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Fiordo, 2022.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: online
Traducción de: Ariadna Molinari Tato.
ISBN 978-987-4178-60-2
1. Literatura Estadounidense. 2. Novelas. 3. Novelas de Suspenso. I. Molinari Tato, Ariadna, trad. II. Título.
CDD 813
Para Ernie Lepore
CARDIFF JUNTO AL MAR
PARTE I
En el rincón oscuro y maloliente bajo la pileta. Detrás de la cañería de desagüe. Se ha hecho lo suficientemente pequeña como para poder esconderse ahí.
Filamentos de telaraña rota adheridos a su piel. Los ojos llenos de lágrimas. La espalda arqueada, como un monito. Los brazos que sujetan las rodillas contra el pechito plano.
Es una niñita, lo suficientemente pequeña como para salvarse. Lo suficientemente pequeña como para caber en la telaraña. Lo suficientemente inteligente como para saber que no debe llorar.
No debe respirar. Para que nadie la escuche.
Para que él no la escuche.
La puerta del escondite se abre; ve las piernas de un hombre, sus pies. Ve y no ve el destello de algo oscuro y húmedo en los pantalones. Escucha y no escucha sus jadeos rápidos y excitados. Con una carcajada salvaje, el hombre se asoma. La descubre. Las lágrimas hacen que ella le vea la cara borrosa. Mueve la boca y le dice algo, pero ella no escucha nada. Luego, la puerta se cierra de nuevo y se queda sola.
De ese modo se decide. En la telaraña tendrá permitido vivir.
Suena el teléfono. Inesperadamente.
No el celular, que Clare contestaría (casi seguro) sin pensarlo, sino el otro, el de línea, el que suena rara vez.
Segundos para decidir. ¿Debería contestar?
No reconoce el número en el identificador. Calcula que debe ser una de esas llamadas grabadas.
Aun así, en esa lluviosa mañana de abril —por curiosidad, soledad o necedad—, contesta.
—¿Sí? ¿Quién habla?
Un sobresalto en la vida de Clare.
Porque el desconocido, alguien que se presenta como abogado de un estudio de Cardiff, Maine, la ha llamado a ella. Le informa que es la heredera de una persona de quien nunca ha oído hablar.
—Maude Donegal, de Cardiff, Maine. Su abuela.
—¿Perdón? ¿Quién?
—Maude Donegal… la madre de su padre. Falleció a la edad de ochenta y siete…
No entiende lo que escucha. Supone que debe tratarse de una broma, su primer instinto es soltar una carcajada.
—No tengo una abuela que se llame así. No conozco a nadie que se llame así. ¿Dijo que era Douglas?
—Donegal. —Una pausa, y la voz incorpórea al otro lado de la línea va al grano, como si fuera una voz en un sueño—. Donegal es su apellido de nacimiento. ¿No lo sabía?
—¡De nacimiento! Pero ¿de dónde dice que llama?
—Cardiff, Maine.
Clare nunca ha oído hablar de Cardiff, Maine. Está segura.
Ha pasado casi toda su vida en Minnesota; primero en St. Paul, luego en Minneapolis. Muy lejos de Maine.
En años recientes, Clare ha vivido en Chicago, Brooklyn, Filadelfia, Bryn Mawr (donde reside en la actualidad). Sigue estando bastante lejos de Maine.
—¿…alguna duda?
—N… no…
—Espero no haberla molestado, señorita Seidel.
¡Para nada! Solo acaba de hacer un agujero en la trama de mi vida.
Clare le da las gracias al abogado. Y la conversación llega a su fin. La noticia la dejó tan perturbada que olvidó preguntarle a Lucius Fischer en qué consiste la herencia de Maude Donegal; cuánto dinero, qué propiedades, lo que sea. Pero ahora le da vergüenza volver a llamarlo.
El abogado le pidió su dirección. Le enviará un documento por UPS que debe llegar al día siguiente, a la tarde.
Además, por solicitud de los parientes Donegal en Cardiff, incluirá sus números telefónicos en el documento. La familia ha expresado su deseo de que, si Clare visita Cardiff, se hospede con ellos.
¡Parientes! Pero si son desconocidos, y Clare no concibe hospedarse con desconocidos.
Clare valora su soledad, su privacidad. Su frialdad se confunde con timidez; su reticencia, con hermetismo. Por naturaleza no es una persona suspicaz, pero (sin duda) no es ingenua, así que se pregunta si aquellas «buenas noticias» repentinas son confiables.
Si es algún tipo de fraude, no tardará en salir a la luz: alguien le pedirá dinero.
Clare no está familiarizada con los testamentos, las herencias… los «tribunales sucesorios». Nunca en la vida ha sido la beneficiaria de alguien; ni siquiera se le había ocurrido que sus padres adoptivos fueran a (quizá, seguramente) mencionarla en sus respectivos testamentos, dado que es hija única y la heredera más probable…
Ante la sorpresa de la llamada, ni siquiera expresó pesar por la muerte de Maude Donegal. Teme haber olvidado el nombre… pero no, ya lo anotó: Maude Donegal.
Lucius Fischer debe pensar que es una desalmada incapaz de conmoverse por la muerte de una abuela.
¡Pero si no es mi… abuela! No tengo abuela.
Los abuelos (adoptivos) de Clare ya no están vivos. Y, cuando vivían, no figuraban mucho en su vida.
A Clare le resulta muy extraña esa sintaxis: ya no están vivos . Como si no estar vivo fuera algo que los abuelos estuvieran haciendo en el presente.
Clare llegó a envidiar que sus compañeros de clase pudieran mencionar de forma casual a sus abuelos. Como si los dieran por sentados: Abue, Abu. ¿Qué significaban esas expresiones de afecto? Tanto los padres de su madre como los de su padre eran muy mayores cuando la adoptaron, y al parecer nunca se encariñaron mucho con su nieta.
Clare casi no los recordaba. Meros desconocidos que miraban a la niñita adoptada y callada desde el otro lado de un abismo.
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