«Una cuentista de primera línea».
Lit Hub
«Extraordinario: sobrio, evocativo, conmovedor. (…) Estos cuentos revelan sus fortalezas excepcionales como cuentista (…). Es una maestra de la concisión».
Kirkus
«Un libro hermoso (…). Lo que vincula a estos cuentos entre sí es la prosa precisa pero también emotiva de Danticat».
Aminatta Forna, The New York Times Book Review
«Inolvidable, profundo (…). Los personajes de Danticat no parecen desconocidos, sino amigos cercanos. ¿Cómo llega un artista a escribir con tal destreza, desde afuera, sobre la vida interior de las personas? Todo lo que hay dentro responde esa pregunta: esta escritora notable nos muestra cómo se hace».
Alexia Arthurs, Oprah Magazine
«Impactante (…). Danticat escribe con una prosa sobria, limpia; deja que las palabras respiren. Con voz firme, de una belleza evocativa, muestra cuánta resiliencia no reconocida hace falta para desplazarse hacia aquello que, aunque no sea la felicidad, brilla un poco más que el dolor».
Renée Graham, The Boston Globe
«La voz de Danticat logra entretejerse en nuestra conciencia con sus historias inolvidables sobre familias y amantes —de Haití a Miami, Brooklyn y más allá— que a menudo luchan contra el dolor, la pérdida y los vínculos deteriorados».
Anderson Tepper, Vanity Fair
«Conmovedora, sorprendente, de una gracia poderosa. (…) La obra de Danticat siempre fue silenciosamente revolucionaria».
Gabrielle Bellot, Publishers Weekly
Título original en inglés: Everything Inside
Primera edición en inglés por Alfred A. Knopf, 2019
Los cuentos que integran este volumen aparecieron en versiones anteriores en las siguientes revistas: “Dosas” como “Elsie” y “In the Old Days” en Callaloo (invierno de 2006 y primavera de 2012); “The Gift” como “Bastille Day” en The Caribbean Writer (junio de 2011); “Hot-Air Balloons” en Granta (primavera de 2011); “The Port-au-Prince Marriage Special” en Ms. (octubre de 2013); “Sunrise, Sunset” y “Without Inspection” en The New Yorker (julio de 2017 y mayo de 2018); y una parte de “Seven Stories” como “Quality Control” en The Washington Post Magazine (otoño de 2014).
© 2019 by Edwidge Danticat
© de la traducción, Daniela Bentancur, 2021
© de esta edición, Fiordo, 2022
Tacuarí 628 (C1071AAN), Ciudad de Buenos Aires, Argentina
correo@fiordoeditorial.com.ar
www.fiordoeditorial.com.ar
Dirección editorial: Julia Ariza y Salvador Cristofaro
Diseño de cubierta: Pablo Font
ISBN 978-987-4178-54-1 (libro impreso)
ISBN 978-987-4178-61-9 (libro electrónico)
Hecho el depósito que establece la ley 11.723
Hecho en Argentina.
Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra
sin permiso escrito de la editorial.
Danticat, Edwidge
Todo lo que hay dentro / Edwidge Danticat. - 1a ed. -
Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Fiordo, 2022.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: online
Traducción de: Daniela Bentancur.
ISBN 978-987-4178-61-9
1. Cuentos. 2. Literatura Estadounidense. 3. Inmigración. I. Bentancur, Daniela, trad. II. Título.
CDD 813
Nacer es el primer exilio.
Caminar por la tierra
es una eterna diáspora.
Cindy Jiménez-Vera
Amamos porque es la única aventura verdadera.
Nikki Giovanni
DOSAS
Elsie estaba con Gaspard, el paciente con insuficiencia renal para el que trabajaba cama adentro, cuando llamó su ex marido para informarle que a su novia, Olivia, la habían secuestrado en Puerto Príncipe. Elsie acababa de darle una sopa de repollo a Gaspard cuando le sonó el celular. Gaspard estaba acostado en la cama con la cabeza acomodada cuidadosamente sobre dos almohadas y la cara, hinchada y picada de viruela, puesta en ángulo hacia el tragaluz de la habitación, lo cual le proporcionaba una vista oblicua del cocotero gigante que venía inclinándose desde hacía años sobre la casa junto al lago de su barrio de viviendas unifamiliares.
Elsie apretó el teléfono entre la oreja izquierda y el hombro y, con la mano derecha, le limpió a Gaspard un pedacito de repollo que le había quedado en el mentón. Gaspard movió las dos manos como si dirigiera una orquesta, en un gesto que indicaba que no se fuera de la habitación pero que siguiera conversando. Elsie desplazó la atención de Gaspard al teléfono, se acercó el aparato a los labios y preguntó:
—¿ Ki lè ?
—Esta mañana. —Con la voz ronca y exhausta, Blaise, el ex marido, mezclaba las palabras. Su habitual tono cantarín, que Elsie atribuía al hecho de que fuera cantante de profesión, había desaparecido. Lo había reemplazado un susurro casi inaudible—. Estaba saliendo de la casa de la madre —continuó—. Dos hombres la agarraron, la metieron a empujones en un auto y se marcharon con ella.
Elsie supuso que Blaise estaría sentado, o de pie, igual que ella, con el celular atrapado entre el largo cuello y los hombros estrechos, limpiándose las uñas. Las uñas limpias eran una de sus muchas obsesiones. Los dedos sucios lo volvían loco, razonaba ella, porque se había preparado para ser mecánico en Haití y no extrañaba en lo más mínimo tener perpetuamente sucios sus delicados dedos de guitarrista.
—¿No fuiste a Haití con ella? —preguntó Elsie.
—Tienes razón —contestó él mientras emitía algo que ella percibió como una exhalación interminable—. Tendría que haber estado con ella.
Los ojos del paciente de Elsie vagaron hacia abajo, desde el techo, donde el cocotero en flor había salpicado el tragaluz con un puñado de semillas marrones. Gaspard había hecho de cuenta que no oía, pero ahora la miraba de frente. Cambiaba de posición, incómodo, pasando el peso del cuerpo de un lado de la cama al otro, y de vez en cuando hacía una pausa para recuperar el aliento.
Gaspard cumplía sesenta y cinco años ese día, y antes del almuerzo le había pedido una botella de champán a su hija, un champán que no debía tomar, pero como había suplicado tanto, su hija había cedido, con la condición de que solo bebiera algunos sorbos. La hija, Mona, que tenía una década menos que los treinta y seis de Elsie, había venido desde Nueva York para visitar al padre en Miami Lakes. Había salido a conseguir el champán y ya había vuelto.
—Elsie, necesito que cuelgues —dijo Mona mientras entraba en la habitación y colocaba tres copas de cristal sobre una mesa plegadiza que había junto a la cama.
—Llámame pronto —le dijo Elsie a Blaise.
Después de colgar, se acercó a la alta y delgaducha hija del enfermo. Las dos tenían más o menos la misma altura y el mismo talle, pero Elsie sentía que hubiera podido ser la madre de Mona. Quizá fuese por los muchos años que había dedicado a cuidar a otras personas. Era auxiliar de enfermería, aunque en ese trabajo en particular no había ninguna enfermera. Estaba ahí para mantener seguro y cómodo a Gaspard, para registrar sus signos vitales, darle de comer y acicalarlo, hacer algunas tareas domésticas livianas y, en general, hacerle compañía entre las dos sesiones de diálisis semanales, hasta que resolviera si iba a aceptar o no el riñón que le había ofrecido su hija. Mona ya estaba aprobada como donante, pero Gaspard todavía no se había decidido.
Mona sirvió el champán, y Elsie la siguió atentamente con la mirada mientras le alcanzaba la copa a su padre.
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