Louisa May Alcott - 100 Clásicos de la Literatura

Здесь есть возможность читать онлайн «Louisa May Alcott - 100 Clásicos de la Literatura» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

100 Clásicos de la Literatura: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «100 Clásicos de la Literatura»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Revisados y actualizados, contienen un índice de contenidos al inicio del libro que permite acceder a cada tíltulo de forma fácil y directa. El retrato de Dorian Gray por Oscar Wilde Mujercitas por Louisa May AlcottHombrecitos por Louisa May AlcottOrgullo y Prejuicio por Jane AustenPeter Pan por J.M. BarrieTrilogía de Caspak 1. La Tierra Olvidada por el Tiempo por Edgar Rice BurroughsTrilogía de Caspak 2. Los Pueblos que el Tiempo Olvidó por Edgar Rice BurroughsTrilogía de Caspak 3. Desde el Abismo del Tiempo por Edgar Rice BurroughsDesde mi celda por Gustavo Adolfo BécquerLa Historia de Tristán e Isolda por Joseph BédierFuente Ovejuna por Félix Lope de Vega y CarpioEl Perro del Hortelano por Félix Lope de Vega y CarpioEl Hombre que Fue Jueves por G. K. ChestertonLa Ley y la Dama por Wilkie CollinsEspaña Contemporánea por Rubén DaríoCrimen y Castigo por Fedor Mikhaïlovitch DostoïevskiEl Sabueso de los Baskerville por Arthur Conan DoyleLas Aventuras de Sherlock Holmes por Arthur Conan DoyleVeinte Años Después por Alexandre DumasAgua de nieve por Concha EspinaEl Curioso Caso de Benjamin Button por Francis Scott FitzgeraldEl Profeta por Kahlil GibranAntología Poética por Miguel HernándezLa Odisea por HomeroLos Cuatro Jinetes del Apocalipsis I por Vicente Blasco IbáñezLos Cuatro Jinetes del Apocalipsis II por Vicente Blasco IbáñezTres Hombres en una Barca por Jerome K. JeromeLa Metamorfosis por Franz KafkaCartas a Milena por Franz KafkaIdeario Español por Mariano José de LarraEl Casarse Pronto y Mal por Mariano José de LarraLa Quimera del Oro por Jack LondonRomancero Gitano por Federico García LorcaEl Rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda por Thomas MaloryLo Que el Viento se Llevó por Margaret MitchellEl Avaro por MolièreLolita por Vladimir NabokovLa República por PlatónLa Caída de la Casa de Usher por Edgar Allan PoeLa Divina Comedia por Dante AlighieriMetafísica por AristótelesSentido y Sensibiildad por Jane AustenLas Flores del Mal por Charles BaudelaireEl Decamerón por Giovanni BoccaccioAgnes Grey (Español) por Anne BrontëLas Aventuras de Pinocho por C. CollodiEl Último Mohicano por James Fenimore CooperNoches Blancas por Fedor Mikhaïlovitch DostoïevskiEstudio en Escarlata por Arthur Conan DoyleEl Signo de los Cuatro por Arthur Conan DoyleLos Tres Mosqueteros por Alexandre DumasCanción del Pirata por José de EsproncedaMadame Bovary I por Gustave FlaubertPsicología de las Masas y Análisis del Yo por Sigmund FreudBailén por Benito Pérez GaldósEl Jardín del Profeta por Kahlil GibranFausto Parte I por Johann Wolfgang Goethe.Fausto Parte II por Johann Wolfgang von GoetheLOS MISERABLES por Victor Hugo Y MUCHOS MÁS.

100 Clásicos de la Literatura — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «100 Clásicos de la Literatura», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Yo seguía con Jordan Baker. Estábamos en una mesa con un hombre más o menos de mi edad y una chiquilla que armaba mucho ruido y a la menor provocación daba rienda suelta a unas carcajadas incontrolables. Me divertía. Me había bebido dos lavafrutas de champagne y la escena se había convertido ante mis ojos en algo importante, elemental y profundo.

En un momento de respiro en la fiesta el hombre me miró y sonrió.

—Su cara me resulta familiar —dijo, muy educado—. ¿No estuvo en la Tercera División durante la guerra?

—Sí, sí. Estuve en el Veintiocho de Infantería.

—Yo estuve en el Dieciséis hasta junio del año 18. Sabía que te había visto en alguna parte.

Charlamos un rato de las aldeas húmedas y grises de Francia. Evidentemente vivía en el vecindario, porque me dijo que acababa de comprarse un hidroplano y que iba a probarlo por la mañana.

—¿Vienes conmigo, compañero? Sólo en la orilla, por el estrecho.

—¿A qué hora?

—A la que prefieras.

Iba a preguntarle su nombre, tenía la pregunta en la punta de la lengua, cuando Jordan miró a su alrededor y sonrió.

—¿Te lo pasas bien por fin?

—Mucho mejor —me volví otra vez a mi nuevo amigo—. Esta fiesta me parece rarísima. Ni siquiera he visto al anfitrión. Yo vivo ahí —moví la mano hacia el seto, invisible en la distancia—, y ese Gatsby me mandó una invitación con el chófer.

Me miró un momento como si no me entendiera.

—Gatsby soy yo —dijo de pronto.

—Perdona —exclamé—. Te ruego que me perdones.

—Pensaba que lo sabías, compañero. Creo que no soy un buen anfitrión.

Me miró con comprensión, mucho más que con comprensión. Era una de esas raras sonrisas capaces de tranquilizarnos para toda la eternidad, que sólo encontramos cuatro o cinco veces en la vida. Aquella sonrisa se ofrecía —o parecía ofrecerse— al mundo entero y eterno, para luego concentrarse en ti, exclusivamente en ti, con una irresistible predisposición a tu favor. Te entendía hasta donde querías ser entendido, creía en ti como tú quisieras creer en ti mismo, y te garantizaba que la impresión que tenía de ti era la que, en tus mejores momentos, esperabas producir. Y entonces la sonrisa se desvaneció, y yo miraba a un matón joven y elegante, uno o dos años por encima de los treinta, con un modo de hablar tan ceremonioso y afectado que rozaba el absurdo. Ya antes de que se presentara, me había dado la sensación de que elegía las palabras con cuidado.

Casi en el mismo instante en que Gatsby se identificaba, el mayordomo se le acercó corriendo para decirle que tenía una llamada de Chicago. Se disculpó con una ligera inclinación ante cada uno de nosotros.

—Si necesitas algo, pídelo, compañero —me dijo—. Discúlpame. Te veré más tarde.

En cuanto se fue, me volví a Jordan, porque necesitaba comentarle mi sorpresa. Me esperaba que mister Gatsby fuera un señor de mediana edad, gordo y colorado.

—¿Quién es? —pregunté—. ¿Lo sabes?

—Sólo es uno que se llama Gatsby.

—Sí, pero ¿de dónde es? ¿A qué se dedica?

—A ti también te ha dado ya por el asunto —contestó con una sonrisa desvaída—. Bueno, un día me dijo que había estudiado en Oxford.

Un borroso pasado iba tomando forma detrás de Gatsby, pero se disolvió a la siguiente frase de Jordan:

—Pero no me lo creo.

—¿Por qué no?

—No lo sé —insistió—. Pero no me creo que fuera a Oxford.

Algo en su tono me recordó a la otra chica, «Creo que mató a un hombre», y tuvo el efecto de estimular mi curiosidad. Hubiera aceptado sin problemas la información de que Gatsby había surgido de los pantanos de Louisiana o del East Side de Nueva York. Eso era comprensible. Pero —por lo que mi experiencia provinciana me permitía suponer— un hombre joven no sale de la nada con toda tranquilidad y se compra un palacio en Long Island.

—El caso es que da fiestas muy concurridas —dijo Jordan, cambiando de tema con un educado fastidio ante lo concreto—. Y a mí me gustan las fiestas con mucha gente. Son muy íntimas. En las fiestas con poca gente la intimidad es nula.

Retumbó el bombo, y la voz del director de orquesta se elevó de pronto entre la ecolalia del jardín.

—Señoras y señores —gritó—. A petición de mister Gatsby vamos a tocar para todos ustedes la última obra de mister Vladimir Tostoff, que tanta atención mereció en el Carnegie Hall el pasado mayo. Si leen los periódicos sabrán que causó auténtica sensación —sonrió con jovial condescendencia, y añadió—. ¡Y qué sensación! —y todo el mundo se echó a reír.

—La pieza —concluyó con energía— se titula La historia del mundo en jazz, según Vladimir Tostoff.

Se me escapó la naturaleza de la composición de mister Tostoff porque, en el momento en que empezaba, vi a Gatsby, que, solo, iba mirando con aprobación a los distintos grupos desde la escalinata de mármol. Tenía la cara bronceada, tersa la piel, atractiva, y parecía que le arreglaban todos los días el pelo, muy corto. No encontré nada siniestro en él. Me pregunté si el hecho de que no bebiera lo ayudaba a distinguirse de sus invitados, pues me dio la impresión de que se volvía cada vez más correcto conforme la alegría fraternal aumentaba. Cuando La historia del mundo en jazz acabó, las chicas apoyaron la cabeza en el hombro de los hombres como adolescentes, las chicas caían de espaldas, desmayadas, de broma, en brazos de los hombres, o entre el grupo, sabiendo que alguien detendría su caída. Pero nadie se dejaba caer en brazos de Gatsby, y ningún corte de pelo a la francesa tocó el hombro de Gatsby y ningún cuarteto lo incluyó entre sus cantantes.

—Disculpen.

El mayordomo de Gatsby estaba de repente a nuestro lado.

—¿Miss Baker? —preguntó—. Perdone que la moleste, pero mister Gatsby quisiera hablar a solas con usted.

—¿Conmigo? —exclamó Jordan, sorprendida.

—Sí, madame.

Se levantó despacio, me miró y enarcó las cejas en señal de asombro, y siguió al mayordomo hacia la casa. Me di cuenta de que llevaba el traje de noche, y todos sus vestidos, como si fueran prendas deportivas. Sus movimientos tenían una gracia especial: parecía haber aprendido a andar en las mañanas frescas y despejadas de los campos de golf.

Estaba solo y eran casi las dos. Confusos y enigmáticos ruidos salían desde hacía un rato de un salón con muchas ventanas que se abrían a la terraza. Eludiendo al estudiante de Jordan, en ese momento enfrascado en una conversación sobre obstetricia con dos coristas, y que suplicaba mi compañía, entré en la casa.

El salón estaba lleno de gente. Una de las chicas de amarillo tocaba el piano, y a su lado, de pie, una señora joven y pelirroja, miembro de una famosa compañía de revistas, entonaba una canción. Había bebido una dosis considerable de champagne y, de modo poco profesional, en el curso de la canción decidió que todo era muy triste, muy triste: no sólo cantaba, lloraba también. Introducía en cada pausa de la canción hipidos y sollozos entrecortados, antes de volver a la letra con voz temblorosa de soprano. Las lágrimas le corrían por las mejillas; no con total libertad, sin embargo, pues cuando entraban en contacto con las pestañas, muy pintadas, tomaban un color de tinta y seguían su camino en lentos riachuelos negros. Alguien sugirió con humor que cantara las notas que se le escribían en la cara, momento en el que levantó las manos, se derrumbó en un sillón y se hundió en el profundo sueño del vino.

—Se ha peleado con un hombre que dice ser su marido —explicó una chica a mi lado.

Miré a mi alrededor. La mayoría de las mujeres que quedaban se estaban peleando con hombres que decían ser sus maridos. Incluso el grupo de Jordan, el cuarteto de East Egg, se había roto, dividido por la disensión. Uno de los hombres hablaba con inusitada intensidad con una actriz muy joven, y su mujer, después de intentar reírse de la situación haciéndose la digna y la indiferente, perdió completamente el control y recurrió a los ataques por los flancos. Aparecía de repente una y otra vez como un diamante enfadado y decía al oído del marido: «¡Me lo prometiste!»

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «100 Clásicos de la Literatura»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «100 Clásicos de la Literatura» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «100 Clásicos de la Literatura»

Обсуждение, отзывы о книге «100 Clásicos de la Literatura» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x