Ignacio Vidaurrázaga Manríquez - Martes once la primera resistencia
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30Ibíd.
CAPÍTULO DOS Insomnio en Tomás Moro
El vecino del presidente
«Me asomé a un ventanal grande y vi cómo se abrían los portones y salían como cohete unos autos y dije: “Seguro ahí va Allende. Entonces esto va en serio”. Mi casa estaba en la esquina de Tomás Moro con Volcán Llaima» 1.
Alrededor de las seis de la mañana de ese martes 11, el periodista Leonardo Cáceres recibió una llamada telefónica de un colega que le avisó de un levantamiento en Valparaíso y que le aseguró que el Golpe era inminente. Los rumores sobre una alzada del Ejército se habían multiplicado en los últimos meses, por eso el traslado del presidente en horas de la madrugada era la confirmación de que el momento había llegado. Cáceres era vecino de Salvador Allende, vivía justo al frente de la casa presidencial en el número 237 de avenida Tomás Moro. Horas después ambos se encontrarán cuando el presidente llame a radio Magallanes para pronunciar sus últimas palabras a los trabajadores de Chile .
Leonardo Cáceres y su esposa, la periodista Gabriela Meza, se visten rápidamente y parten hacia el centro de Santiago a sus respectivos puestos de trabajo.
Gabriela era subdirectora de la revista Paloma 2 y trabajaba en Quimantú 3 , por eso nos fuimos en citroneta hasta la Plaza Italia. Allí ya había un cerco de militares y nos dijeron que teníamos que desviarnos hacia el norte. Entonces me bajé del auto y Gabriela siguió hasta la editorial, que estaba al lado de la Escuela de Derecho, en Pío Nono, mientras yo seguí hasta la calle Estado, en dirección a la radio 4 .
La salida hacia La Moneda
Amanece en Santiago. Es un día gris y frío. Juan Osses tiene veintitrés años y, como forma parte de la escolta presidencial, utiliza el nombre político «Silvio». Apenas ha dormido un par de horas cuando suena la alarma cerca de las 06:00. «Nos levantamos rápidamente, me puse una camisa celeste, un sweater concho vino, una chaqueta clarita, un pantalón verde y unos bototos. En un pequeño maletín celeste eché una corbata y una camisa porque me casaba ese día» 5.
Tres autos Fiat 125 6de color azul esperan con sus motores en marcha y sus puertas abiertas que una reducida comitiva los aborde para cubrir la distancia entre la casa presidencial y el Palacio de La Moneda. Una camioneta roja que lleva empotrada en su techo una ametralladora punto 30 acompañará a los vehículos. Las habituales tanquetas Mowag 7de Carabineros esta vez se encuentran en La Moneda. A esa comitiva se unirán otros dos autos Fiat 125 de color blanco.
Silvio corre, como todos esa madrugada. «Mauricio» (Luis Fernando Rodríguez) 8le pasa un maletín tipo James Bond que contiene una subametralladora Walther MP 9y le dice que se haga cargo de esa arma. Además, le entrega una caja de balas de 9 milímetros y él se guarda otro puñado en los bolsillos de su chaqueta.
El auto uno es conducido por Julio Soto, quien en la escolta es conocido por el nombre «Joaquín» 10 . En el asiento trasero viaja el «Doctor», como suelen llamar, con respeto y cercanía, los integrantes de la escolta a Salvador Allende. A su lado va «Víctor» y como copiloto el «Huaso Raúl» (Oscar Valladares) 11. Él y el Doctor abordan el vehículo muy poco antes de las 07:00. La mayoría de estos hombres porta fusiles AK-47 12, mientras que el presidente mantiene a su alcance una subametralladora y un revólver.
En el auto dos el conductor es «Eduardo» y el copiloto «Manque» (Osvaldo Ramos). Atrás van Mauricio y «Jano» (Daniel Gutierrez Ayala) 13. El auto tres es conducido por «Roberto» (Isidro García) 14; junto a él van «Pablito» (Pablo Zepeda), «Johnny» (Óscar Lagos Ríos) y Silvio. El jefe del dispositivo es «Aníbal» (Juan José Montiglio) 15, quién viajará en el vehículo cuatro junto con «Carlos Álamos» (Jaime Sotelo) 16. Ellos dos serán la jefatura de ese grupo, y en la resistencia del Palacio de Gobierno actuarán como los «comandantes» del GAP.
La comitiva sale apremiada durante algún minuto entre las 06:50 y las 07:00 de esa mañana. Según Joaquín, realizaron el trayecto en ocho minutos. La ruta elegida fue: Tomás Moro hacia el norte, luego Apoquindo en dirección poniente hasta Manquehue y, desde allí, tomaron la avenida Kennedy, Recoleta, el puente Mapocho hasta llegar a Bandera 17esquina Moneda.
Cuando salgo alertado por la alarma, el presidente está llegando al auto con « Raúl ». Creo que salimos de Tomás Moro poco antes de las 07:00. En el trayecto le toco la rodilla a Raúl y le pregunto con discreción: «¿ Qué pasa? ». El Doctor se dio cuenta y me dijo: «C ompañero, se ha alzado la Marina, ¡corra! T enemos que llegar antes que los marinos ». Imagínate la orden. E staba tranquilo, pero muy inquieto ante la eventualidad de que no pudiera ingresar a La Moneda porque los marinos y militares la coparan antes. Cuando llegamos todo estaba normal y él [Allende] dijo: «¡ Por fin! ». Creo que deben haber sido unos ocho minutos. Los autos estaban como para correrla y el camino hacia La Moneda estaba prácticamente vacío 18 .
Yo en lo personal iba tan consciente de que íbamos a ganar, que nos íbamos a enfrentar a un nuevo Golpe, que actuaríamos más fuertes y más implacables. Nunca imaginé que nos íbamos a enfrentar a todo un Ejército de tierra y aire. Eso cambió durante el transcurso del día. Nos fuimos dando cuenta de que ya no era un 29 de junio, que los combates eran distintos. Ese día empezábamos un tiempo definitivo. Para mí era imposible que no hubiera una unidad de Ejército que nos viniera a apoyar o que hubiera algún sector de los militares que saliera, no lo creía porque como había todo un trabajo del propio presidente [...] pero después la gran sorpresa fue quedar solos 19 .
A esas horas aún era adelantado presagiar que este será el último viaje de los muchos que hizo este grupo de escoltas, los «amigos personales» del presidente. Eran militantes socialistas, pero ya se habían fundido con el líder y se consideraban a sí mismos «allendistas», una denominación particular, extendida por todo el territorio, que se irá fortaleciendo lentamente tras décadas de experiencias, frustraciones y grandes esperanzas.
Todos los preparativos se pondrán a prueba en este día único y final. El dispositivo presidencial está desgastado por la intensidad del trabajo posterior al tanquetazo del 29 de
junio 20. Han sido setenta días en los que el grueso de los integrantes del GAP ha somatizado la presión existente. Insomnios, gastritis y úlceras afectan a este grupo de hombres jóvenes, pero sometidos a un ritmo agotador y a niveles de tensión extremos.
Ahora bien, estos mismos jóvenes ya han recibido instrucción militar. Algunos han participado en cursos cortos en Cuba, particularmente en los campamentos «Punto Cero» 21y «Pinar del Río» 22. Otros se han preparado en los alrededores de Santiago o en el propio Cañaveral 23. Todos conocen las armas de infantería y las Tácticas Individuales de Combate (TIC). Con frecuencia reciben charlas de educación política y conocen informes y análisis sobre los acontecimientos políticos más relevantes. Algunos son solteros y viven de forma permanente en Tomás Moro o El Cañaveral. Otros hacen vida de «cuartel», aunque pueden visitar o viajar a ver a sus familias, ya que muchos son originarios de provincia. La pertenencia al GAP es de carácter reservado y compartimentado, por lo tanto, al ingresar, cada miembro escogía un nombre político o «chapa» con el que desarrollaba sus funciones regulares.
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