MEFISTÓFELES ( Al disiparse la niebla aparece con la figura de un estudiante viajero desde detrás de la estufa. )
¿A qué viene tanto ruido?, ¿en qué puedo servir al señor?
FAUSTO
¿Esto es lo que había dentro del perro de aguas? ¿Un estudiante viajero? Esto me hace reír.
MEFISTÓFELES
Saludo al erudito señor. Me ha hecho usted sudar la gota gorda.
FAUSTO
¿Cuál es tu nombre?
MEFISTÓFELES
La pregunta me parece de poca categoría para alguien que desprecia la Palabra; para alguien que, desdeñando toda apariencia, busca la esencia ahondando en las profundidades.
FAUSTO
En vuestro caso, señor, se puede llegar a la esencia conociendo el nombre; esto ocurriría si supiera, con toda claridad, si os apellidáis «Dios de las moscas», «Corruptor» o «Mentiroso». Bueno, ¿quién eres?
MEFISTÓFELES
Una parte de esa fuerza que siempre quiere el mal y siempre hace el bien.
FAUSTO
¿Qué significa ese acertijo?
MEFISTÓFELES
Soy el espíritu que siempre niega. Y lo hago con pleno derecho, pues todo lo que nace merece ser aniquilado, mejor sería entonces que no naciera. Por ello, mi auténtica naturaleza es eso que llamáis pecado y destrucción, en una palabra, el Mal.
FAUSTO
¿Por qué te defines como parte si estás entero ante mí?
MEFISTÓFELES
Te diré una discreta verdad: aunque el hombre, ese pequeño mundo de locos, suele considerarse un todo, yo soy una parte de la parte que al principio lo era todo. Soy una parte de la oscuridad que la luz engendró, esa luz soberbia que le disputa a la madre noche su antiguo rango y su lugar. Sin embargo, aunque se esfuerce no lo logra, pues está presa de los cuerpos. Surge de los cuerpos y a los cuerpos embellece, pero un cuerpo opaco la detiene. Espero que esto no dure mucho tiempo y que sucumba pronto a los mismos cuerpos.
FAUSTO
Ahora capto tus dignas obligaciones. No puedes aniquilar nada grande, por eso empiezas por lo pequeño.
MEFISTÓFELES
Y cierto es que no he conseguido mucho con ello. Por más que me he empeñado, no he conseguido destruir lo que se enfrenta a la Nada, el Algo, este mundo tan tosco. A pesar de las olas, las tormentas, los terremotos y los incendios, al final se quedan en paz el mar y la tierra. Y a ese maldito engendro de vida humana y animal tampoco hay por dónde cogerlo. ¡A cuántos he enterrado ya! Y sin embargo, la sangre vuelve a fluir, nueva y fresca; y así continúa todo. Es como para volverse loco. En el aire, en el agua y en la tierra germinan miles de semillas, ya sea el medio seco, húmedo, caliente o frío. Si no me hubiera reservado el fuego, no tendría nada para mí.
FAUSTO
Así opones tú al eterno poder creador y salvífico tu frío puño diabólico, que aprietas impotente con alevosía. ¡Emprende algo diferente, extraño hijo del caos!
MEFISTÓFELES
Te aseguro que pensaremos más en ello la próxima vez. ¿Me puedo marchar ahora?
FAUSTO
No comprendo por qué me lo preguntas. Ahora que te conozco, ven a visitarme cuando quieras. Aquí tienes la ventana, ahí la puerta, incluso el hueco de la chimenea está a tu disposición.
MEFISTÓFELES
He de confesarlo: hay un pequeño obstáculo que me impide salir de aquí, la estrella de cinco puntas del umbral.
FAUSTO
¿Te hace daño esta estrella? Pues si eso te espanta, hijo del infierno, dime entonces, ¿cómo entraste aquí? ¿Cómo conseguiste burlar a ese espíritu?
MEFISTÓFELES
Fíjate en ella. No está bien trazada. El ángulo que va hacia fuera, como ves, se abre excesivamente.
FAUSTO
¡El azar ha acertado! ¡Eres mi prisionero! Pero ¿lo he conseguido por casualidad?
MEFISTÓFELES
El perro de aguas no lo vio al entrar de un salto. Pero ahora la cosa cambia, el diablo no puede salir de la casa.
FAUSTO
Y ¿por qué no sales por la ventana?
MEFISTÓFELES
Es una ley del diablo y los fantasmas. Allá por donde logramos entrar hemos de marcharnos. Para lo primero tenemos libertad, de lo segundo somos esclavos.
FAUSTO
¿Hay también leyes en el infierno? Me alegro de saberlo; entonces, ¿se podrá pactar con vosotros, señores?
MEFISTÓFELES
Podrás disfrutar lo pactado sin que te sea escatimado nada. Pero explicar esto requiere su tiempo y a tal efecto nos veremos otro día. Esta vez ruego encarecidamente que se me deje salir de aquí.
FAUSTO
Pero, quédate un momento y dime la buenaventura.
MEFISTÓFELES
¡Déjame salir! Pronto volveré. Entonces podrás preguntarme lo que quieras.
FAUSTO
Yo no te he perseguido. Has sido tú el que ha caído en la red. Aquel que ha atrapado al diablo, ¡que no lo suelte!; no volverá a atraparlo por segunda vez.
MEFISTÓFELES
Si tanto lo deseas, estoy dispuesto a quedarme haciéndote compañía a condición de poder hacerte pasar el tiempo con mis artes.
FAUSTO
Me parece muy bien, tienes permiso con tal de que esas artes sean gratas.
MEFISTÓFELES
Amigo mío, ganarás más para tus sentidos en esta hora, que en la monotonía de un año. Lo que te canten los tiernos espíritus, las bellas imágenes que te brinden, no serán un vacío juego de magia. Tendrás placer para el olfato y un agradable regusto en el paladar, y al final se encenderán tus sentimientos. No es necesario hacer preparativos. Estamos juntos, vamos a empezar.
ESPÍRITUS
Desapareced, bóvedas
oscuras de la techumbre.
Mira el mayor hechizo
del amigable y azul
éter que está penetrando.
Desvaneceos de una vez,
tenebrosas nubes negras.
Centellean estrellitas,
pues la luz de suaves soles
entre ellas se va filtrando.
Esa belleza sutil
de los hijos de los cielos,
al flotar sobre nosotras,
tímida, nos reverencia.
El deseo anhelante
acompaña nuestros pasos.
Y los aleteantes
flecos de los atavíos
cubren todas las tierras,
cubren la vegetación
de allí donde los amantes
muy solemnes prometieron
entregarse de por vida.
¡Follaje sobre follaje!
¡Sarmientos que echan renuevos!
El bien cargado racimo
cae en el receptáculo
del lagar que lo tritura,
y brota un gran arroyo
de vinos espumeantes
que se desliza por rápidos
de bellas piedras preciosas
y, dejando las alturas
tras de sí, en su caída,
se ensancha y hace un lago
y así la felicidad
reinará en las colinas.
Y un ejército de aves
paladea el placer.
Se van acercando al sol,
se aproximan a las islas
claras que, sobre las olas,
en apariencia se mueven.
Allá en coro oímos
suspiros alborozados.
Volando sobre llanuras
vemos figuras que bailan
y que se van desperezando
bajo el manto del cielo.
Algunos van escalando
por las elevadas cumbres.
Otros, cruzando a nado,
cortan las olas del mar.
Otros van volando y flotan.
Todos en busca de vida,
en busca de tierras lejanas,
de estrellas acogedoras,
de gracia y serenidad.
MEFISTÓFELES
¡Duerme! ¡Muy bien, tiernos hijos del aire! ¡Lo habéis arrullado a conciencia! Estoy en deuda con vosotros por este concierto. —¡Todavía no eres el hombre indicando para retener al demonio!— ¡Seducidlo con dulces formas oníricas, hundidlo en un mar de delirios! Mas, para romper el hechizo del umbral, requiero el diente de un ratón... Aunque no habré de conjurarlo mucho tiempo; ya oigo deslizarse a uno y pronto me escuchará.
El señor de las ratas y los ratones, de las moscas, ranas, chinches y piojos, te manda que te atrevas a salir y roas ese umbral tan rápido como si rezumara aceite. Ya veo que sales. ¡Manos a la obra! El pico que me retenía era el de la esquina de delante. ¡Otro mordisco más y ya está hecho! —Fausto, sigue soñando hasta que nos volvamos a ver.
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