Josephine Tey - El caso de Betty Kane

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El caso de Betty Kane: краткое содержание, описание и аннотация

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Robert Blair, abogado en un pequeño y apacible pueblo británico, da ya por terminada su tranquila jornada laboral en el despacho cuando suena el teléfono. Es Marion Sharpe, vecina de la localidad, una mujer de pocas palabras que vive con su madre en una decrépita hacienda a las afueras del pueblo. Las Sharpe acaban de ser acusadas de secuestrar a una recatada jovencita llamada Betty Kane. Las declaraciones de la chica, al principio bastante improbables, cobran fuerza con las minuciosas descripciones del desván de los horrores donde supuestamente la tuvieron retenida. Y Robert Blair, convertido a la fuerza en detective amateur, deberá desentrañar este paradójico caso, que ni tan siquiera el inspector de Scotland Yard, Alan Grant, es capaz de comprender.

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Nada más adentrarse en Sin Lane se vio inmerso una vez más en el aciago conflicto que afligía a sus conciudadanos desde tiempo inmemorial. Aunque, afortunadamente, él ya había aprendido a mantenerse al margen. (Según los etimólogos —en caso de que estén ustedes interesados—, la palabra sin no es más que una perversión de la palabra sand . 1 1 Sin significa pecado, y sand, arena. Todas las notas son del traductor. 2 Siglas del Royal Electrical and Mechanical Engineers, Cuerpo Real de Ingenieros Eléctricos y Mecánicos. 3 Guerra civil que enfrentó en Inglaterra entre los años 1455 y 1487 a los partidarios de las casas de Lancaster y York. 4 Cuando Ricardo III reinaba y coincidiendo con la guerra de las Dos Rosas. 5 Bufé de platos variados, fríos y calientes, típico de Suecia. Aunque por supuesto los habitantes de Milford, más duchos en la materia, saben que antes de que todas esas viviendas municipales fueran construidas en los prados de la parte baja del pueblo, la avenida conducía directamente hasta el paseo de los enamorados en High Wood.) A lo largo de la estrecha calle, frente a frente y en perpetua enemistad, se alzaban el establo municipal y el garaje más moderno del pueblo. El garaje asustaba a los caballos (según los responsables del establo) y la actividad de la caballeriza bloqueaba continuamente el tránsito de la calle con el transporte de paja, forraje y Dios sabe qué más (siempre según el propietario del garaje). Pero el problema no termina ahí. El garaje era propiedad de Bill Brough, antiguo miembro del reme, 2 2 Siglas del Royal Electrical and Mechanical Engineers, Cuerpo Real de Ingenieros Eléctricos y Mecánicos. 3 Guerra civil que enfrentó en Inglaterra entre los años 1455 y 1487 a los partidarios de las casas de Lancaster y York. 4 Cuando Ricardo III reinaba y coincidiendo con la guerra de las Dos Rosas. 5 Bufé de platos variados, fríos y calientes, típico de Suecia. y Stanley Peters, perteneciente al Cuerpo Real de Comunicaciones. Y para el viejo Matt Ellis, exmiembro de la Guardia de Dragones de Rey, estos no eran sino meros representantes de una generación que había destruido la caballería y, en resumidas cuentas, una ofensa viviente para la civilización.

En invierno, cuando iba de caza, Robert escuchaba de primera mano la versión de la historia desde el punto de vista de la caballería. Y el resto del año escuchaba lo que el Real Cuerpo de Comunicaciones tenía que decir al respecto mientras limpiaban su coche, le cambiaban el aceite, llenaban el depósito o lo recogían con grúa. Hoy los de Comunicaciones querían saber la diferencia entre libelo y calumnia y en qué consistía exactamente la difamación. ¿Suponía un delito de difamación decir que un hombre era un «buhonero que vive rodeado de latas y no es capaz de diferenciar un huevo de una castaña»?

—Pues no lo sé, Stan —respondió Robert apresuradamente mientras arrancaba—. Tendría que pensarlo.

Esperó para dejar paso a tres cansados jamelgos que regresaban cargados con dos niños gordezuelos y un mozo después de su paseo vespertino («¿Ves a lo que me refiero?», oyó decir a Stanley) y giró en dirección a la calle High.

A medida que uno avanzaba por el extremo sur de la calle High podía observar que cada vez había menos tiendas y más viviendas con pequeños escalones que terminaban directamente en la acera. Más adelante las casas se alzaban a unos metros del pavimento y tenían pórticos de entrada de mayores dimensiones. Después, suntuosas villas con árboles en sus jardines y, finalmente, prados y campo abierto.

Era una región agrícola, una tierra de interminables campos cercados en los que había pocas casas. Una tierra rica pero solitaria en la que uno podía viajar durante kilómetros sin encontrarse a un solo ser humano; una tierra apacible, tranquila y que había permanecido inalterable desde la guerra de las Dos Rosas. 3 3 Guerra civil que enfrentó en Inglaterra entre los años 1455 y 1487 a los partidarios de las casas de Lancaster y York. 4 Cuando Ricardo III reinaba y coincidiendo con la guerra de las Dos Rosas. 5 Bufé de platos variados, fríos y calientes, típico de Suecia. Parcelas y cercados se sucedían unos tras otros y la línea del cielo permanecía inalterable hasta donde alcanzaba la vista. Y el único indicador capaz de revelar al viajero el siglo en que se encontraba eran los postes de telégrafo que se alzaban por doquier.

A lo lejos, más allá del horizonte estaba Larborough. Hablar de Larborough era sinónimo de bicicletas, armas cortas, tachuelas de estaño y salsa de arándanos Cowan. Pero sobre todo significaba hablar del millón de almas que vivían hacinadas en casas de ladrillo rojo y que de cuando en cuando escapaban de su cautiverio ansiosas por disfrutar brevemente de los dones de la naturaleza. Sin embargo, no había mucho más en Milford que pudiera atraer su atención y cuando Larborough se iba de vacaciones viajaba como un solo hombre hacia el oeste en busca de las montañas y el mar, de modo que las regiones del norte y el este permanecían tan tranquilas y desiertas como lo habían sido en tiempos del Sol Esplendoroso. 4 4 Cuando Ricardo III reinaba y coincidiendo con la guerra de las Dos Rosas. 5 Bufé de platos variados, fríos y calientes, típico de Suecia. En resumen, Milford era en esencia un lugar aburrido. Y esa maldición era también su salvación.

A dos kilómetros por la carretera de Larborough estaba el caserón conocido como La Hacienda, construido a la vera de la carretera y con una incongruente cabina telefónica en sus inmediaciones. En los últimos tiempos del periodo de Regencia alguien había comprado el prado que todos llamaban La Hacienda y construido en mitad del mismo una gran casa blanca, que después había sido rodeada por un alto y sólido muro de ladrillo con un portón doble de la misma altura, situado frente a la fachada principal. Su perímetro no tenía relación alguna con las fincas colindantes. No había granero ni edificios agrícolas y tampoco puertas laterales que comunicaran la propiedad con los prados adyacentes. Los establos habían sido construidos, según la costumbre de la época, en la parte trasera de la casa, pero también al arropo de los muros. Aquel era un lugar tan olvidado y carente de importancia como un juguete abandonado por un chiquillo hastiado a la vera de un camino. Hasta donde Robert podía recordar, la casa siempre había estado habitada por el mismo anciano. Pero dado que los moradores de La Hacienda tenían entonces por costumbre hacer sus compras en Ham Green, el pueblo más cercano en dirección a Larborough, nunca habían sido vistos en Milford. De forma repentina, sin embargo, Marion Sharpe y su madre hicieron su aparición en el mercado del pueblo y todo el mundo supuso que habían heredado el caserón al morir el viejo.

¿Cuánto tiempo llevaban viviendo allí?, se preguntó Robert. ¿Tres años? ¿Cuatro?

De cualquier manera, no tenía demasiada importancia que personas como ellas no participaran en la vida social de Milford. La anciana señora Warren, sin ir más lejos, la mujer que había comprado la última de las villas que se alzaban bajo los tilos al final de la calle High hacía ya veinticinco años, con la esperanza de que el benéfico aire del interior resultara más propicio para su reumatismo que la brisa marina, aún era conocida por los nativos como «esa dama de Weymouth» (aunque era de Swanage, para ser exactos).

Las Sharpe, en cualquier caso, no parecían interesadas en establecer lazos sociales con la comunidad. Ambas irradiaban un curioso aire de suficiencia, de independencia. Había visto una o dos veces a la hija en el campo de golf, jugando (probablemente como invitada) con el doctor Brothwick. Golpeaba las bolas largas como un hombre y movía sus delgadas y morenas muñecas como un jugador profesional. Y eso era cuanto Robert sabía de ella.

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