En el campo de prisioneros Stalag Luft III en Sagan, una pequeña ciudad de Silesia, había varios miles de soldados británicos y estadounidenses retenidos. A finales de febrero de 1944 los guardias habían descubierto ya 99 túneles de fuga antes de que estos fueran terminados. Como vemos, la insistencia de aquellos tipos por salir de allí era significativa.
La noche del 24 al 25 de marzo de 1944, un nuevo túnel fue finalizado, esta vez con éxito, y escaparon ochenta oficiales ingleses. El hecho enfadó a los responsables del campo y a algunos mandos superiores, por lo que se dispuso una gran operación de captura. No tardaron mucho en comenzar a detener a algunos de los evadidos, pero el día 26 se ordenó a la Gestapo que fusilara a los que fueran detenidos a partir de aquel momento. El 27, en una reunión del más alto mando, se revisó aquella orden, pero ya habían sido fusilados entre 12 y 15 fugados al ser capturados. Los alemanes temían que al enterarse los británicos de esta acción comenzaran a fusilar también a los aviadores alemanes presos en Gran Bretaña. Finalmente, la orden fue ratificada y sólo los primeros capturados salvaron la vida.
Todas las instrucciones relativas a esta acción fueron dadas oralmente con la prohibición explícita de que se pusiera nada por escrito al respecto. En cualquier caso, no pudo evitarse la filtración y los alemanes inventaron un buen número de excusas y justificaciones para la muerte de cada soldado británico.
El cabello de los campos de concentración
Me van a perdonar la crudeza de esta curistoria. Al menos a mi me parece algo espeluznante por todo lo que hay detrás, pero en cualquier caso, no deja de formar parte de la historia.
Cuando las tropas soviéticas liberaron el campo de concentración de Auschwitz, había allí almacenadas 7 toneladas de pelo humano, en su mayoría, pelo de mujer. Según una circular de la administración de estos campos de concentración nazis, se ordenaba que los cabellos cortados fueran tratados de manera adecuada: “con los cabellos cortados y peinados de las mujeres se fabrican zapatillas para las tripulaciones de los submarinos y suelas de fieltro para los empleados de los ferrocarriles del Reich”.
La circular acababa diciendo que “se redactarán informes sobre la cantidad de cabellos recogidos, por separado para hombres y mujeres, el día 5 de cada mes a partir del 5 de septiembre de 1942”.
Los nazis no sólo tomaban los bienes materiales más básicos de los hombres y mujeres que iban a los campos de concentración, no se conformaban con explotarlos trabajando y finalmente exterminarlos, sino que su “uso como recursos” estaba estipulado hasta el más mínimo detalle. Como decía, espeluznante.
42 intentos de atentado contra Hitler
No hace mucho, gracias a Hollywood, se hizo famoso el atentado llevado a cabo contra Hitler por, entre otros, Stauffenberg, conocido como Plan Valkiria. Estuvo cerca este intento de acabar con el líder del Reich, pero fracasó, como los otros 41, aunque no todos los que se cuentan en este número pasaron de un estado embrionario o un simple plan.
Ese es el número de tentativas de atentado que se estima que sufrió el líder nazi, sin éxito todas ellas, como bien sabrán. Supongo que esto se debe en parte a la buena protección de las SS, a la mala planificación de algunos atentados y, seguramente, también algo a la suerte. El enemigo intentó acabar con él, pero también hubo ataques desde sus círculos más cercanos.
Aunque los historiadores y fuentes suelen hablar de esas 42 tentativas, no todas están claras pero hay algunas destacadas y muy documentadas:
En 1923, cuando Hitler y sus camisas pardas intentaron hacerse con el poder en Alemania, la propia policía intento asesinarle.
En 1939, en la cervecería Bürgerbräukeller se colocó un explosivo para acabar con él. Hitler iba a dar un mitin, pero en el último momento adelantó la hora del mismo presentándose antes de tiempo y sin avisar. Dio su charla y salió. El dispositivo explosionó unos minutos después matando a siete personas.
En 1943 intentaron acabar con él mientras volaba en su avión privado, el Cóndor. Las bombas no explotaron.
Ese mismo año, varios oficiales alemanes planearon acabar con el Führer a la vez que se suicidaban. El plan era hacer explotar una bomba que portaban, cuando estuvieran junto a él. No lograron acercarse lo suficiente para asegurar el éxito y el plan fracasó.
En 1944, el Plan Valkiria, del que hablaba antes, estuvo a punto de tener éxito. Colocaron una bomba muy cerca de Hitler, a un par de metros, mientras este estaba reunido. Uno de los presentes en la sala tropezó con el maletín y lo movió. La casualidad quiso que finalmente quedara una gruesa y sólida pata de la mesa entre el maletín y Hitler.
A todos estos hay que sumar planes aliados para acabar con Hitler usando francotiradores, veneno, bombas, haciendo explotar su tren… Y después de todo, después de 42 planes infructuosos, acabó suicidándose cuando ya todo estaba perdido para su bando.
El vuelo de Rudolf Hess
Nacido en 1894, Rudolf Hess fue un militar y político muy relevante en la Alemania nazi. Conoció a Hitler en 1919 y no tardó en unirse al NSDAP, el partido político nacionalsocialista, participando en el Putsch de 1923 y compartiendo después de aquello celda con él. La relación entre ambos fue muy estrecha y Hess fue secretario del Führer, presidente del Comité Central Nazi, jefe del Partido Nazi, ministro de varias carteras… En el apogeo de su carrera política, estaba considerado el segundo hombre más importante de la jerarquía nacionalsocialista, por detrás exclusivamente de Hitler.
El 10 de mayo de 1941, Hess se despertó de un pequeño descanso, una siesta, después de comer y, tras visitar a su mujer y a su hijo, en torno a las 17:00, se dirigió a la pista de de Augsburgo de la Luftwaffe, el ejército del aire alemán, y voló en un Messerchmitt Bf110, que él mismo pilotó, rumbo a Escocia. Su avión fue detectado en varios momentos del viaje e incluso la RAF (Royal Air Force) trató de derribarlo, sin éxito. Finalmente, poco antes de las 23:00 se quedó sin combustible y saltó en paracaídas cerca de Glasgow. Se dañó un tobillo en el salto y un campesino le auxilió en tierra, antes de llevarle ante unos militares.
La historia de Hess es interesantísima y ha dado para muchas teorías y elucubraciones. La pregunta más obvia es: qué llevó a un personaje tan importante a volar hasta el enemigo en plena guerra. Hess, tras ser detenido, dijo conocer a un noble británico, el duque de Hamilton, pero este negó que tuviera asuntos pendientes con Hess, aunque se habían conocido en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936. Hess aseguró entonces tener una propuesta de paz para los británicos, realizada por el mismísimo Hitler. Los británicos no tomaron tal afirmación en serio y Hess fue encarcelado en la Torre de Londres. Allí permaneció hasta el final de la guerra. Según sus palabras, su objetivo era pactar con Reino Unido para poder olvidarse del frente occidental y centrarse en el oriental, en la lucha con la URSS.
Como decía, las teorías y explicaciones a este raro viaje son muchas y variadas. Quizás Hess intentaba avanzar el camino para crear en Reino Unido un gobierno afín a Alemania, quizás buscaba algo tan sencillo como salvarse, convencido de que perderían la guerra sus compatriotas… Tantas teorías, casi, como estudios sobre el asunto. Según parece, sí que había indicios de que el duque de Halmiton se había preparado para acoger el aterrizaje de Hess aquella noche en una pista en sus propiedades, lo que abona la idea de que el jerarca nazi iba a contactar con ingleses pro-alemanes en búsqueda de un camino común.
Al finalizar el conflicto mundial, Hess fue llevado por los vencedores de vuelta a Alemania, como criminal de guerra, fue juzgado en Nuremberg y condenado a cadena perpetua. Encarcelado en la prisión de Spandau, allí estuvo hasta su muerte en 1987, siendo desde 1966 el único preso de la famosa cárcel. El enigma de Hess se extiende hasta su fallecimiento, repentino, y que tanto pudo ser un suicidio como un estrangulamiento.
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