Javier Gómez Molero - El asesino del cordón de seda

Здесь есть возможность читать онлайн «Javier Gómez Molero - El asesino del cordón de seda» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El asesino del cordón de seda: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El asesino del cordón de seda»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Roma. Año 1492.
Con la elección de Rodrigo Borgia como pontífice, bajo el nombre de Alejandro VI, el valenciano Michelotto es nombrado capitán de la guardia de la ciudad, así como guardaespaldas de los miembros de la familia papal. De costumbre escoltando a César Borgia, hijo de su santidad, Michelotto pondrá en liza su inteligencia y sangre fría, al objeto de resolver los peliagudos asuntos que se irán sucediendo, en unos años en los que la traición por alcanzar el poder está a la orden del día. Controlándolo y envolviéndolo todo, tal como si le distinguiera el don de la ubicuidad, el capitán Michelotto se revestirá de razones y argumentos para proclamar que, en el cumplimiento de las órdenes recibidas, por injustas o despiadadas que sean, está cumpliendo la voluntad de Dios.
El lector que se adentre en las páginas de «El asesino del cordón de seda», más allá de encontrarse con una fiel ambientación de la Roma renacentista, encontrará intriga y misterio, tesoros ocultos, odios eternos, traiciones, venganzas, sobornos, sectas clandestinas, fiestas sensuales, tabernas rijosas, prostitutas ajadas, enamoramientos a primera vista y mujeres aguerridas, dueñas de su destino.
Por medio de un lenguaje tan preciso como exquisito, el autor nos invita a una exploración de las relaciones humanas en sus múltiples facetas y a un recorrido por el día a día de hombres y mujeres con sus crisis existenciales y sus incertidumbres, en permanente lucha con ellos mismos y con el mundo que les ha caído en suerte.

El asesino del cordón de seda — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El asesino del cordón de seda», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

De haber estado en sus manos, habría abrazado la carrera de las armas, sería condotiero, habría prestado sus servicios a cualquier república o reino de Italia que le pagase por ello o a un poderoso Estado extranjero, o, mejor aún, en calidad de gonfalonero se habría puesto a la cabeza del ejército de los Estados Pontificios y habría defendido sus dominios y acrecentado su área de influencia.

De lo que no estaba tan seguro era de si, aun habiendo cambiado las cosas, la arrolladora personalidad de su padre, su carácter vehemente, no se habrían interpuesto y habrían acabado por manejarlo y pensado por él, como había pensado por sus tres hermanos, a los que movía a su antojo en el tablero de sus intereses y ambiciones, tal que de infelices peones del juego del ajedrez se tratase.

A su hermano Juan, duque de Gandía, lo había empujado a contraer nupcias en Barcelona con María Enríquez y Luna, prima de Fernando de Aragón, y, a lo que parecía, las relaciones entre la pareja no andaban precisamente a partir un piñón, hasta el punto de que tres meses después del enlace se rumoreaba que el matrimonio no se había sustanciado en el lecho. Enterado el papa de tal anomalía, en razón de los informes de hombres destacados en España, había escrito a Juan con la admonición de que se dejara de correrías nocturnas, partidas de cartas y atracones de vino, y se aplicase a la tarea de proporcionarle un nieto, a lo que Juan respondió que su esposa sufría continuos desarreglos intestinales que le hacían complicada la coyunda, pero que no más recobrase la salud se pondría manos a la obra.

A su hermano Jofré, un niño que acababa de cumplir doce años, lo había casado con la nieta del rey Ferrante de Nápoles, Sancha, una adolescente de quince, en demasía interesada por el sexo opuesto y cuya catadura moral no auguraba sino un sinfín de sinsabores para el inexperto y asustadizo marido, quien había tardado nueve meses en consumar el matrimonio.

Y a su hermana Lucrecia la había forzado a tomar por esposo al repugnante Sforzino, con quien nada la unía, habida cuenta de que la diferencia de edad los hacía poco menos que incompatibles, sus caracteres e intereses eran opuestos, en contadas ocasiones coincidían en el mismo lugar y se maliciaba que al cabo de diez meses de matrimonio todavía no habían mantenido relaciones íntimas.

Estaba bien avanzada la noche cuando Michelotto y su eminencia el cardenal dejaban a la espalda el palacio de San Clemente, en el que César Borgia llevaba residiendo desde que hubo vuelto de Spoletto, para encauzar su deambular por el cercano Ponte Sant’Angelo, en dirección al barrio cuyas callejas los adentraban en la Roma puttana , apelativo que hacía honor a que, de las aproximadamente siete mil prostitutas que vendían sus servicios en la ciudad de los papas, un elevado número de las mismas se concentrara en esta zona, en la que personarse a deshoras equivalía poco menos que a jugarse la vida.

Hasta poner los pies en la taberna en la que tenían pensado apurar las luces del alba, se les fueron ofreciendo prostitutas italianas, españolas, turcas, francesas, orientales, que atravesando la calle les destapaban sus carnes y les sonreían, y alcahuetes que, con la mano extendida, señalaban ventanas enrejadas, donde aguardaban rameras de celosía, y otro tipo de ventanas, protegidas por cortinas de tela, tras las cuales dormitaban rameras de empanada. Delante de las puertas, putas de candela, quienes a falta de criada acompañaban escalera arriba con la lamparilla en la mano, les llamaban a grito pelado, les hacían gestos obscenos y a la vista de su desidia les echaban en cara que no sabían lo que se perdían.

Ya se habían internado en la taberna de La Turca, cuando fueron acogidos por la propietaria del local, que conocía al cardenal de tiempos pasados y había sido quien había tenido el dudoso honor de arrancarle la virginidad. Se saludaron como viejos amigos y el matón que se desvivía por mantener el orden en aquel antro se dio prisa en echar a patadas a los rufianes que, en un banco corrido y ante una mesa de mármol, estaban acomodados en el fondo.

Antes de que les diera tiempo de asentar sus posaderas, una de las mujeronas que atendían las mesas les traía una bandeja en la que tropezaban entre sí dos vasos de estaño, una jarra de cristal con vino de garnacha y platos de cobre con albóndigas de picadillo especiadas con cilantro, así como con porqueta, pepitoria, berenjenas con pimientos, uvas y peras.

—Antes de nada, mi buen Michelotto, oremos a Dios Misericordioso para que deje caer sus bendiciones sobre nosotros y nuestras familias y brindemos por que pasemos una noche inolvidable —su eminencia el cardenal, al tiempo que alzaba el vaso, miraba a los ojos del hombre que tantas veces se había partido la cara por él.

Michelotto chocó su vaso con el del cardenal.

—La noche se presenta animada —su eminencia esparció la mirada por el local que a esas horas atestaban las prostitutas que ya habían dado de mano a su jornada, los chulos que las explotaban, alguna que otra alcahueta y un montón de clientes, a cual más perjudicado por el vino.

—Esperemos que hoy nos obsequien con la danza de las castañas. Gente hay para ello de sobra —sostuvo Michelotto.

—Eso, al final de todo. Antes tienen que hacer acto de presencia las brujas —puntualizó el cardenal.

Las mujeres, que se servían ellas mismas, que parloteaban con la boca llena, que bebían como si el vino fuese a acabarse y que sin razón que lo justificase estallaban en carcajadas, se protegían del frío con zamarras de piel de conejo, o quién sabe si de gato, echadas por encima de groseras prendas de color claro o teñidas de azul, y en su mayoría calzaban babuchas o pantuflas. De entre ellas, unas pocas se entretenían jugando a las damas, al ajedrez o a las cartas y, en cuanto el vino empezaba a subírseles a la cabeza, se procuraban aire con el abanico. Y era tal la confianza, que en su conjunto transmitían en sus evoluciones que daban la impresión de hallarse en su propia casa y en familia.

La Turca, el matón y dos clientes irrumpieron a través del vano de una puerta que una cortina separaba de las dependencias de detrás del mostrador, acarreando una tarima de madera, cuyos bordes se habían dado maña en despedazar las ratas, y la emplazaron delante de la pared de la entrada, de manera que quedara a la vista de cuantos se arracimaban en la taberna.

—¿Quién quiere ser la primera? —voceó la Turca.

Fue anunciarlo y una joven a la que llamaban la Perugina cruzó la sala por entre el gentío y se subió a la tarima:

—El primer consejo que mi madre me regaló cuando le comuniqué mi deseo de consagrarme al puterío, fue que, si resolvía retirarme y agenciarme a un hombre que no supiera de mi vida anterior, tratara de ruborizarme en la primera cita con él, por cuanto la timidez y la honestidad marchan de la mano. Y como no me salía de natural, me dio por hacer fuerzas como si fuera a mear o a cagar y así los colores se me subían a la cara, con la mala fortuna de que en una ocasión calculé mal y me cagué de verdad.

A la Perugina la reemplazó la Prudencia.

—Por una apuesta, me comprometí a matar de agotamiento en el plazo de un año a un judío español, un camarero y un canónigo, mis clientes más pertinaces. Y no falté a mi promesa: el mismo día enterraban a los tres. Al poco me arrepentí del mal causado y entregué mi vida a socorrer con el fruto de mi trabajo a putas viejas o enfermas, así como a adquirir cálices, candelabros y ropa de altar para las iglesias.

Tras la Prudencia vino la Virginia.

—Con alumbre y agalla de encina me comprometo a restañar la virginidad perdida y dejar la figa como una bolsa cerrada con cordones. Soy maestra, por demás, en el arte de preparar vejigas con sangre de paloma o de conejo para engatusar a los vejestorios que se pierden por montar a una doncella. Y como prueba de lo anterior, he de confesar que hasta el día de hoy he perdido la virginidad más de doscientas veces.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El asesino del cordón de seda»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El asesino del cordón de seda» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Juan Gómez-Jurado - El emblema del traidor
Juan Gómez-Jurado
Javier Marías - Travesía Del Horizonte
Javier Marías
Diego Soto Gómez - La melodía del abismo
Diego Soto Gómez
Javier Salazar Calle - Ndura. Figlio Della Giungla
Javier Salazar Calle
Gonzalo Javier Rubio Piñeiro - Capacidades del Sistema de Inteligencia ruso.
Gonzalo Javier Rubio Piñeiro
Javier Darío Restrepo - El futuro del periodismo
Javier Darío Restrepo
Francisco Javier Gómez Díez - La actualidad del padre Juan de Mariana
Francisco Javier Gómez Díez
Yoer Javier Castaño Pareja - Eslabones del mundo andino
Yoer Javier Castaño Pareja
Carlos Gómez Gurpegui - La venta del Lucero
Carlos Gómez Gurpegui
Отзывы о книге «El asesino del cordón de seda»

Обсуждение, отзывы о книге «El asesino del cordón de seda» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x