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Gabriela Mistral: Ternura

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Gabriela Mistral Ternura

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CARICIA

Madre, madre, tú me besas
pero yo te beso más
y el enjambre de mis besos
no te deja ni mirar…
Si la abeja se entra al lirio,
no se siente su aletear.
Cuando escondes a tu hijito
ni se le oye respirar…
Yo te miro, yo te miro
sin cansarme de mirar,
y qué lindo niño veo
a tus ojos asomar…
El estanque copia todo
lo que tú mirando estás;
pero tú en las niñas tienes
a tu hijo y nada más.
Los ojitos que me diste
me los tengo de gastar
en seguirte por los valles,
por el cielo y por el mar…

OBRERITO

Madre, cuando sea grande
¡ay, qué mozo el que tendrás!
Te levantaré en mis brazos,
como el zonda [8]al herbazal.
O te acostaré en las parvas
o te cargaré hasta el mar
o te subiré las cuestas
o te dejaré al umbral.
Y ¡qué casa ha de hacerte
tu niñito, tu titán,
y qué sombra tan amante
sus aleros van a dar!
Yo te regaré una huerta
y tu falda he de cansar
con las frutas y las frutas
que son mil y que son más.
O mejor te haré tapices
con la juncia de trenzar;
o mejor tendré un molino
que te hable haciendo el pan.
Cuenta, cuenta las ventanas
y las puertas del casal;
cuenta, cuenta maravillas
si las puedes tú contar…

Cuentos

LA MADRE GRANADA (Plato de cerámica de Chapelle-aux-Pots.)

Contaré una historia en mayólica
rojo-púrpura y rojo-encarnada,
en mayólica mía, la historia
de Madre Granada.
Madre Granada estaba vieja,
requemada como un panecillo;
mas la consolaba su real corona,
larga codicia del membrillo.
Su profunda casa tenía partida
por delgadas lacas
en naves donde andan los hijos
vestidos de rojo-escarlata.
Con pasión de rojeces, les puso
la misma casulla encarnada.
Ni nombre les dio ni los cuenta nunca,
para no cansarse, la Madre Granada.
Dejó abierta la puerta,
la Congestionada,
soltó el puño ceñido,
de sostener las mansiones, cansada.
Y se fueron los hijos
de la Empurpurada.
Quedóse durmiendo y vacía
la Madre Granada…
Iban como las hormigas,
estirándose en ovillos,
iguales, iguales, iguales,
río escarlata de monaguillos.
A la Catedral solemne llegaron,
y abriendo la gran puerta herrada,
entraron como langostinos
los hijos de Madre Granada.
En la Catedral eran tantas naves
como cámaras en las granadas,
y los monaguillos iban y venían
en olas y olas encontradas…
Un cardenal rojo decía el oficio
con la espalda vuelta de los armadillos.
A una voz se inclinaba o se alzaba
el millón de monaguillos.
Los miraban los rojos vitrales,
desde lo alto, con viva mirada,
como treinta faisanes de roja
pechuga asombrada.
Las campanas se echaron a vuelo;
despertaron todo el vallecillo.
Sonaban en rojo y granate,
como cuando se quema el castillo.
Al escándalo de los bronces
fueron saliendo en desbandada
y en avenida bajaron la puerta
que parecía ensangrentada.
La ciudad se levanta tarde
y la pobre no sabe nada.
Van los hijos dejando las calles;
entran al campo a risotadas…
Llegan a su tronco, suben en silencio,
entran al estuche de Madre Granada,
y tan callados se quedan en ella
como la piedra de la Kaaba.
Madre Granada despertóse llena
de su millón rojo y sencillo;
se balanceó por estar segura;
pulsó su pesado bolsillo.
Y como iba contando y contando,
de incredulidad, la Madre Granada,
estallaron en risa los hijos
y ella se partió de la carcajada…
La granada partida en el huerto,
era toda una fiesta incendiada.
La cortamos guardando sus fueros
a la Coronada…
La sentamos en un plato blanco,
que asustó su rojez insensata.
Me ha contado su historia, que pongo
en rojo-escarlata…

Anejo

GOLONDRINAS DEL YODO

Del Desierto de Atacama,
moradas de amanecer,
las golondrinas del yodo
suben todas de una vez.
Vuelan espejos andinos,
ciegas de su ciega Fe,
una por cada hombre herido
y el otro que va a caer.
Vuelan dormidas tres mares
sin coger alga ni pez
y no paran en las Islas
ni por juegos ni por sed.
Oyen gritos de penínsulas
que no las hacen volver
y en duna africana posan
con su abrasada mercad.
Entran por los hospitales
en bandada y en mudez,
abren las lonas embreadas
y van, mansas, a caer
en cofias, manos y vendas,
plegadas como el Amén.
Tanteando llegan a Lázaro
y hallan su pecho y sus pies.
Los soldados malheridos
en su capullo candiel
se alzan desde su resuello
de algodones, para ver
las golondrinas que cosen
y cosen sin escoger
piel australiana, brazos galeses:
carne acostada sobre Argel.
Ellas se hunden las llagas
sin volver a aparecer,
ellas no ven al que salvan
y el salvado no las ve,
golondrinas requemadas
de su amor como Raquel,
ocres al rasar la llaga,
sombrías al parecer.
En fantasmas acongojado
llego al campo del inglés.
Cuento soldados heridos,
las cuento a ellas también.
Yo las exprimo y las cargo
corno el pescador la red,
y las sepulto en las dunas
a la luz de su rojez,
en un pespunte y una hebra
de yodo y de sangre fiel.

[1] Gabriela Mistral Ternura Canciones de Cuna MECIENDO El mar sus millares de olas mece, divino. Oyendo a los mares amantes, mezo a mi niño. El viento errabundo en la noche mece los trigos. Oyendo a los vientos amantes, mezo a mi niño. Dios Padre sus miles de mundos mece sin ruido. Sintiendo su mano en la sombra mezo a mi niño. Aldea en la Cordillera, donde termina el valle de Elqui.

[2] Gabriela Mistral Ternura Canciones de Cuna MECIENDO El mar sus millares de olas mece, divino. Oyendo a los mares amantes, mezo a mi niño. El viento errabundo en la noche mece los trigos. Oyendo a los vientos amantes, mezo a mi niño. Dios Padre sus miles de mundos mece sin ruido. Sintiendo su mano en la sombra mezo a mi niño. Dulce o confitura hecho con el hollejo de la uva.

[3] CANCIÓN QUECHUA [3] Donde fue Tihuantisuyo, nacían los indios. Llegábamos a la puna con danzas, con himnos. Silbaban quenas, ardían dos mil fuegos vivos. Cantaban Coyas de oro y Amautas benditos. Bajaste ciego de soles, volando dormido, para hallar viudos los aires de llama y de indio. Y donde eran maizales ver subir el trigo y en lugar de las vicuñas topar los novillos. ¡Regresa a tu Pachacamac, En-Vano-Venido, Indio loco, Indio que nace, pájaro perdido! El fondo de esta canción, su esencia, corresponde a otra, citada por los Reclus, como un texto oral de mujer quechua, en una edición de sus Geografías que consulté en Nueva York hace años.

[4] y "tánta madre tuya", [4] niño dormido… Achicarse la Tierra con sus caminos, aguzarse la esfera tocando un niño. ¡Mudársete la noche en lo divino, yo en urna de tu sueño, hijo dormido! Expresión popular mexicana.

[5] DAME LA MANO [5] A Tasso de Silveira. Dame la mano y danzaremos; dame la mano y me amarás. Como una sola flor seremos, como una flor, y nada más… El mismo verso cantaremos, al mismo paso bailarás. Como una espiga ondularemos, como una espiga, y nada más. Te llamas Rosa y yo Esperanza; pero tu nombre olvidarás, porque seremos una danza en la colina, y nada más… Mi compañero el poeta Tasso de Silveira, me salvó una estrofa perdida de esta Ronda, la única que tal vez importaba cuidar, y que había sido suprimida por editor o tipógrafo…

[6] sino la flor tiesa de la maravilla [6] . Tampoco era la flor sino que era un rayito de sol pegado a la vidriera. No era un rayito de sol siquiera: una pajita dentro de mis ojitos era. ¡Alléguense a mirar cómo he perdido entera, en este lagrimón, mi fiesta verdadera! En Chile llamamos "flor de la maravilla" al girasol.

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