• Пожаловаться

Jean-Paul Sartre: La Náusea

Здесь есть возможность читать онлайн «Jean-Paul Sartre: La Náusea» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Философия / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Jean-Paul Sartre La Náusea

La Náusea: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Náusea»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Por ecima de su formato de diario íntimo, La náusea (1938) es sin duda una novela metafísica, una novela de un innegable calado filosófico, pero tambien es el relato detallado de la experiencia humana de una calamidad, de una calamidad de nuestro tiempo: el sentimiento y la contemplación del absurdo de la existencia

Jean-Paul Sartre: другие книги автора


Кто написал La Náusea? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

La Náusea — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Náusea», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

He releído con melancolía esta nota de Germain Berger [6]. A través de estas escasas líneas conocí a M. de Rollebon. ¡Qué seductor me pareció, y cómo me gustó en seguida por estas pocas palabras! Por él, por este buen hombre estoy aquí. Cuando regresé de viaje, hubiera podido igualmente radicarme en París o Marsella. Pero la mayoría de los documentos que conciernen a las largas estadas del marqués en Francia, figuran en la biblioteca municipal de Bouville. Rollebon era castellano de Marommes. Antes de la guerra aún quedaba en este villorrio uno de sus descendientes, un arquitecto llamado Rollebon-Campouyré, quien, a su muerte, en 1912, hizo un importante legado a la biblioteca de Bouville: cartas del marqués, un fragmento de diario, papeles de todas clases. Aún no lo hurgué todo.

Me alegra haber encontrado estas notas. Hace diez años que no las releo. Me parece que mi letra ha cambiado; antes escribía más prieto. ¡Cómo me gustaba M. de Rollebon aquel año! Recuerdo una noche, un martes a la noche; había trabajado todo el día en la Mazarine; acababa de adivinar, por su correspondencia de 1789-1790, su manera magistral de envolver a Nerciat. Estaba oscuro; yo descendía por la avenida del Maine y en la esquina de la calle de la Gaîté compré castañas. ¡Qué feliz era! Me reía solo pensando en la cara de Nerciat cuando regresó de Alemania. El rostro del marqués es como esta tinta; ha palidecido mucho desde que me ocupo de él.

Ante todo, a partir de 1801 no comprendo nada más de su conducta. No es que escaseen documentos: cartas, trozos de memorias, informes secretos, archivos de policía. Al contrario, casi tengo demasiados. Lo que falta en todos esos testimonios es firmeza, consistencia. No se contradicen, no, pero tampoco concuerdan; no parecen concernir a la misma persona. Y, sin embargo, los otros historiadores trabajan sobre noticias del mismo tipo. ¿Cómo hacen? ¿Soy más escrupuloso o menos inteligente? Además, planteado de esta manera, el asunto me deja completamente frió. En el fondo, ¿qué busco? No sé. Durante mucho tiempo el hombre, Rollebon, me interesó más que el libro por escribir. Pero ahora el hombre… el hombre comienza a aburrirme. Me apego al libro, siento una necesidad cada vez más fuerte de escribirlo -a medida que envejezco, se diría-.

Evidentemente, puede admitirse que Rollebon tomó parte activa en el asesinato de Pablo I; que aceptó en seguida una misión de alto espionaje en Oriente por cuenta del zar, y traicionó constantemente a Alejandro en provecho de Napoleón. Al mismo tiempo pudo mantener una activa correspondencia con el conde de Artois, enviándole informes de poca importancia para convencerlo de su fidelidad; nada de todo esto es inverosímil; en la misma época Foucbé representaba una comedia mucho más compleja y peligrosa. Acaso también el marqués hiciera por su cuenta tráfico de fusiles con los principados asiáticos.

Bueno, sí, pudo hacer todo esto, pero no está probado; comienzo a creer que nunca se puede probar nada. Estas son hipótesis juiciosas que explican los hechos; pero veo tan bien que proceden de mí, que son simplemente una manera de unificar mis conocimientos. Ni una chispa viene del lado de Rollebon. Lentos, perezosos, fastidiados, los hechos se acomodan en rigor al orden que yo quiero darles; pero éste sigue siendo exterior a ellos. Tengo la impresión de hacer un trabajo puramente imaginativo. Además estoy seguro de que los personajes de una novela parecerían más verdaderos; en todo caso, serían más agradables.

Viernes.

Las tres. Las tres, siempre es demasiado tarde o demasiado temprano para lo que uno quiere hacer. Momento absurdo de la tarde. Hoy es intolerable.

Un sol frío blanquea el polvo de los vidrios. Cielo pálido, borroneado de blanco. El agua de las alcantarillas estaba helada esta mañana.

Digiero con pesadez, cerca del calorífero; sé de antemano que es un día perdido. No haré nada bueno, salvo, quizá, cuando haya caído la noche. Es por el sol; dora vagamente sucias brumas blancas, suspendidas en el aire sobre el depósito; se escurre en mi cuarto, muy rubio, muy pálido; pone sobre mi mesa cuatro reflejos desteñidos y falsos.

Mi pipa está embadurnada con un barniz dorado que primero atrae la mirada por su aparente alegría; uno la mira, el barniz se derrite, sólo queda una gran huella descolorida sobre un pedazo de madera. Y todo es así, todo, hasta mis manos. Cuando hay este sol, lo mejor sería ir a acostarse. Sólo que dormí como una bestia anoche y no tengo sueño.

Me gustaba tanto el cielo de ayer, un cielo estrecho, negro de lluvia, que se apretaba contra los vidrios como un rostro ridículo y conmovedor. Este sol no es ridículo, al contrario. Sobre todas las cosas que me gustan, sobre la herrumbre del depósito, sobre las tablas podridas de la empalizada, cae una luz avara y razonable, semejante a la mirada que, después de una noche insomne, echamos a las decisiones tomadas con entusiasmo la víspera, a las páginas escritas sin tachaduras, de un tirón. Los cuatro cafés del bulevar Victor-Noir, que resplandecen de noche, juntos, y que son mucho más que cafés -acuarios, navíos, estrellas o grandes ojos blancos-, han perdido su gracia ambigua.

Día perfecto para volver sobre uno mismo: las frías claridades que el sol proyecta, como un juicio sin indulgencia, sobre las criaturas, entran en mí por los ojos; me ilumina por dentro una luz empobrecedora. Me bastarían quince minutos, estoy seguro, para llegar al supremo hastío de mí mismo. Muchas gracias, no hay interés. Tampoco releeré lo que escribí ayer sobre la estada de Rollebon en San Petersburgo. Me quedo sentado, con los brazos colgando, o bien trazo algunas palabras, sin ánimo; bostezo, espero que caiga la noche. Cuando esté oscuro, los objetos y yo saldremos del limbo.

¿Participó o no Rollebon en el asesinato de Pablo I? Ésta es la pregunta del día; he llegado hasta aquí y no puedo continuar sin decidirlo.

Según Tcherkoff, estaba pagado por el conde de Pablen. La mayoría de los conjurados, dice Tcherkoff, se hubieran contentado con deponer al zar y encerrarlo (dicen que Alejandro era, en efecto, partidario de esta solución). Pero parece que Pahlen quiso concluir con Pablo I. Rollebon habría sido el encargado de inducir individualmente a los conjurados al asesinato.

“Hizo una visita a cada uno de ellos y mimó la escena que se produciría con una soltura incomparable. Así inculcó o desarrolló en ellos la locura del crimen.”

Pero desconfío de Tcherkoff. No es un testigo razonable; es un mago sádico y medio loco; todo lo vuelve demoníaco. No veo para nada a M. de Rollebon en este papel melodramático. ¿Habrá mimado la escena del asesinato? ¡Vamos, hombre! Es frío; de ordinario no arrebata a nadie; no muestra: insinúa, y su método, pálido y sin colores, sólo puede dar resultado con hombres de su especie, intrigantes accesibles a las razones, políticos.

“Adhémar de Rollebon” escribe Mme. de Charrières, “no accionaba al hablar, no hacía gestos, no cambiaba de entonación. Mantenía los ojos semicerrados, y apenas si sorprendía uno entre sus pestañas, el borde de las pupilas grises. Hace pocos años me atrevo a confesar que me aburría más allá de lo posible. Hablaba un poco como escribía el padre Mably.”

Y este hombre, con su talento de mimo… Pero entonces, ¿cómo seducía a las mujeres? Y además, hay esta curiosa historia que cuenta Segur, y que me parece cierta:

“En 1787, en una posada cerca de Moulins, moría un viejo amigo de Diderot, formado por los filósofos. Los sacerdotes de los alrededores estaban extenuados: lo habían intentado todo en vano; el buen hombre no quería últimos sacramentos, era panteísta. M. de Rollebon, que pasaba por allí y no creía en nada, apostó al cura de Moulins que le bastarían dos horas para convertir al enfermo. El cura aceptó la apuesta, y perdió: la tarea empezó a las tres de la mañana, el enfermo se confesó a las cinco y murió a las siete. -¿Es usted tan hábil en el arte de la disputa? -preguntó el cura-. ¡Aventaja a los nuestros! -No he disputado -respondió M. de Rollebon-. Le he hecho temer el infierno.”

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Náusea»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Náusea» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


libcat.ru: книга без обложки
libcat.ru: книга без обложки
Marcos Aguinis
José Somoza: La Caja De Marfil
La Caja De Marfil
José Somoza
Hermann Hesse: Viaje a Oriente
Viaje a Oriente
Hermann Hesse
Jean-Paul Sartre: Les Mots
Les Mots
Jean-Paul Sartre
Отзывы о книге «La Náusea»

Обсуждение, отзывы о книге «La Náusea» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.