Danilo Clementoni - Encuentro Con Nibiru

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«Han debido escapar» dijo lacónicamente el coronel. «Esto significa que nos los encontraremos en el momento menos pensado. Afortunadamente el general ha sido trasladado a un sitio seguro por mis hombres. Estos tres juntos son capaces de montarnos una buena»

«No importa» dijo Elisa. «Ahora tenemos problemas más graves de los que ocuparnos.»

Ni siquiera había terminado la fase cuando la puerta del módulo de comunicación interno número tres se abrió. Una atractiva muchacha salió de él caminando de manera suave y sinuosa. Tenía en la mano una especie de bandeja totalmente transparente sobre la cual había apoyados algunos recipientes de colores.

«Señores» anunció con pomposidad Azakis esbozando una de sus mejores sonrisas. «Les presento a la oficial de ruta más fascinante de toda la galaxia»

Jack, al cual le caía la baba del estupor, consiguió balbucir un sencillo “buenos días” antes de recibir un codazo asestado entre la décima y la undécima costilla de su costado derecho.

«Bienvenidos a bordo» dijo en un inglés bastante forzado. «Imagino que tenéis hambre. Os he traído algo para comer»

«Gracias. Muy amable» replicó Elisa un poco enfurruñada mientras que con la mirada fulminaba a su novio.

La muchacha no dijo nada más. Apoyó la bandeja sobre un soporte que había a su izquierda, iluminó su cara con una esplendida sonrisa y, después de unos segundos, desapareció de nuevo por el mismo módulo por el que había llegado.

«Guapa, ¿verdad?» comentó Azakis mirando al coronel.

«¿Quién es guapa?¿de quién estáis hablando?» se apresuró a responder Jack recordando el golpe recibido anteriormente.

Azakis lanzó una sonora risotada, a continuación, con un gesto de la mano, los invitó a que se sirviesen.

«¿Qué demonios es esta cosa?» murmuró Elisa mientras, de manera poco elegante, olisqueaba aquella comida.

«Hígado de Nebir» se apresuró a decir el alienígena «chuleta de Hamuk y raíces de Hermes cocidas, todo acompañado con una bebida, digamos, “energética”»

«En el restaurante Masgouf era todo diferente» comentó lacónicamente Elisa. «Sin embargo tengo un hambre de lobo y creo que probaré algo»

Cogió un pedazo de chuleta con las manos y, sin ningún problema, comenzó a roerla hasta el hueso. «¿Esta comida, por casualidad, no nos provocará un dolor de estómago impresionante, no Zak? Pruébala también tú, amor. El sabor es un poco raro pero de ninguna manera malo.»

El coronel, que estaba mirando horrorizado a Elisa mientras devoraba sin ningún pudor toda aquella extraña comida que había sobre la bandeja, se limitó a farfullar. «No, no, gracias. No tengo hambre»

Su atención estaba, sin embargo, pendiente tanto de la bandeja como de los recipientes que hacían de platos. Cogió uno de ellos, de color rojo brillante, y probó su consistencia. Estaba muy frío. Más frío de lo que debería estar y, no obstante, la comida que había en su interior estaba hirviendo. Con la punta del dedo índice tocó toda la superficie. Era increíblemente lisa. No parecía ni de metal ni de plástico. Por otra parte, ¿cómo habría podido ser de plástico? Ellos lo usaban para otras finalidades. Otra cosa muy extraña era que, a pesar de la perfecta fabricación de la superficie, había una absoluta falta de reflejos. Era como si la luz fuese engullida por aquel misterioso material. Acercó la oreja a la lisa superficie y, con el nudillo del dedo medio, comenzó a dar golpes con cuidado. Parecía increíble, del recipiente no salía ningún ruido. Era como si estuviese golpeando una bola de algodón.

«¿De qué material están hechos estos objetos?» preguntó con curiosidad. «¿Y la bandeja? Parece que es el mismo material»

Azakis, bastante sorprendido por la extraña pregunta, se acercó también él a la bandeja. Cogió otro recipiente, esta vez de color verde, y lo alzó a la altura de sus ojos.

«En realidad no es un tipo de “material”»

«¿En qué sentido? ¿Qué quieres decir?»

«¿Vosotros qué utilizáis para guardar objetos, como recipientes para la comida, los líquidos o cualquier otra cosa?»

«Bueno, en realidad, para transportar materiales habitualmente utilizamos cajas de cartón o de madera. Para servir la comida utilizamos cazuelas metálicas, platos de cerámica y vasos de cristal, mientras que para transportar o conservar los alimentos y los líquidos utilizamos recipientes de plástico con las formas más diversas»

«¿De plástico? ¿Estamos hablando del mismo plástico que nos interesa a nosotros?» preguntó horrorizado Azakis.

«Creo que sí» replicó con humildad el coronel. «En realidad el plástico se ha convertido en uno de los problemas más graves con respecto a la contaminación de nuestro planeta. Vosotros mismos nos habéis dicho que habéis encontrado ingentes cantidades por todas partes». Hizo una pequeña pausa y luego añadió. «Es por esta razón que vuestra oferta de poder recuperarlo todo nos ha seducido tanto. Encontraríamos de esta manera la solución a un problema enorme»

«Veamos, si he comprendido bien, ¿vosotros utilizáis el plástico para fabricar recipientes y después lo desecháis sin ningún remordimiento, contaminando de esta manera cada rincón de vuestro planeta?»

«Has dado en el clavo» replicó Jack, cada vez más avergonzado.

«Es una locura, algo realmente absurdo. Os estáis envenenando a vosotros mismos.»

«Bueno, si incluyes también todo el humo provocado por nuestros medios de transporte, por nuestras fábricas y por los sistemas para generar energía, hemos conseguido incluso empeorar las cosas. Por no hablar de la basura radioactiva que todavía no sabemos qué hacer con ella»

«Sois unos locos inconscientes. Estáis destruyendo el planeta más hermoso del sistema solar. Y, por desgracia, es también culpa nuestra»

«¿Cómo que vuestra?»

«Bueno, hemos sido nosotros los que hemos modificado vuestro ADN unos cientos de miles de años atrás. Os dimos una inteligencia superior a la de otros seres de la Tierra ¿y vosotros cómo la habéis utilizado?»

«La hemos utilizado para llevar el planeta a la ruina». Jack hablaba mientras mantenía la cabeza baja, como cuando un alumno está sufriendo la regañina de la maestra porque no ha hecho los deberes. «Sin embargo habéis vuelto. Sólo espero que podáis ayudarnos para arreglar lo que hemos estropeado»

«No creo que sea tan fácil» dijo Azakis cada vez más alterado. «Gracias al análisis que ha hecho Petri sobre el estado de vuestros océanos hemos podido descubrir que la cantidad de pescado que hay en ellos se ha reducido en más del ochenta por ciento desde la última vez que hemos estado aquí. ¿Cómo ha podido suceder?»

Jack, en este momento, hubiera querido que se lo hubiese tragado la tierra. «No hay justificación posible» consiguió decir con un hilo de voz. «Somos solo una manada de engreídos, arrogantes, presuntuosos y mediocres seres descerebrados»

Elisa, que había escuchado en silencio todos los reproches de Azakis, engulló el último trozo de hígado de Nebir, se limpió la boca con el dorso de la mano y, a continuación, dijo tranquilamente «No todos somos así, ¿eh?»

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