Danilo Clementoni - Encuentro Con Nibiru
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- Название:Encuentro Con Nibiru
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- ISBN:978-8-87-304742-1
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«¿Podemos ir all�» preguntó el tipo gordo mientras que con la manos señalaba la habitación más pequeña.
Sin siquiera responder, el hombrecillo del pelo rizado se dirigió rápidamente hacia la sala, acercó las dos mesas, ordenó las sillas y, después de hacer una bonita reverencia y un amplio y vistoso gesto con los brazos, dijo âPor favor, señores, asà estaréis más cómodosâ
Los tres se colocaron en la mesa y el gordo dijo. «Prepáranos tu especialidad y mientras tráenos tres cervezas.» A continuación, sin darle tiempo a responder, añadió. «No te pases de listo. Se que tienes distintas cajas escondidas por todas partes.»
El general esperó a que el propietario del local se metiese en la cocina, después comenzó a hablar de la conversación que habÃan tenido poco antes. «El senador es una persona sin escrúpulos. Debemos tener mucho cuidado con él. Si algo va mal, no dudarÃa lo más mÃnimo a encargar a alguien que nos matase»
«Pues que bien» respondió el gordito. «Parece que todos aquà nos quieren con locura»
«Intentemos hacer lo mejor posible nuestro trabajo y no sucederá nada» dijo el flaco que habÃa estado callado hasta este momento. «Conozco bien a estos tipos, si no creamos problemas y hacemos todo lo que nos ordena, todo irá bien y cada uno de nosotros tendrá su justa recompensa»
«SÃ, una bonita bala en medio de la frente» comentó susurrando el tipo gordo.
«Venga, no empieces con tu pesimismo. Hasta el momento todo ha transcurrido con normalidad, ¿no?»
«SÃ, hasta ahora.»
Mientras tanto, escondido en la cocina, el dueño del local estaba hablando en voz baja, en árabe, por teléfono. «Estoy seguro que es él»
«Me parece increÃble que haya ido allà sin la escolta adecuada»
«Y en compañÃa de otros dos. A uno de ellos lo conozco muy bien y estoy seguro que forma parte de alguna extraña organización que podrÃa, de alguna manera, tener relación con el.»
«¿PodrÃas hacerle una foto y mandármela? No querrÃa montar un lÃo de mil demonios para después darme cuenta que se trata de un simple error de identidad»
«De acuerdo, veré lo que puedo hacer. Dame unos minutos»
El hombre cortó la comunicación, activó la cámara del teléfono móvil, se la metió en el bolsillo de la camisa de modo que el objetivo quedase ligeramente descubierto y, cogiendo una bandeja de aluminio, puso sobre ella tres vasos anchos. Destapó tres botellas de cerveza y puso cada una al lado de un vaso. Alzó la bandeja con la mano derecha, tomó aire y se fue hacia la mesa ocupada por los tres comensales.
«Espero que os guste esta marca» dijo mientras distribuÃa las bebidas. «Por desgracia no tenemos demasiada variedad. Aquà las leyes con respecto al alcohol son muy rÃgidas»
«SÃ, si, no te preocupes» dijo el gordito mientras cogÃa una botella y la echaba llenando el vaso de espuma.
El hombre, entonces, teniendo mucho cuidado de ponerse en frente del general, cogió el vaso, lo inclinó ligeramente y echó con cuidado casi la mitad de la botella. Después, haciendo lo mismo con la del tipo flaco, exclamó. «Se hace asÃ. ¿Asà que un pobre iraquà debe enseñar a tres americanos como se echa la cerveza, verdad?»
Una fuerte risotada surgió de la garganta de los tres comensales que, levantando los vasos, los hicieron chocar haciendo un brindis de buena suerte.
El propietario, después de haber hecho la consabida reverencia, se fue de nuevo a la cocina. Apenas habÃa cruzado el umbral y, mientras se aseguraba que nadie lo estuviese observando, controló su teléfono móvil para comprobar la foto que habÃa hecho. Las imágenes se movÃan un poco pero el careto del general Campbell se veÃa perfectamente. Envió enseguida el vÃdeo al número al que habÃa llamado antes y esperó pacientemente. No habÃa pasado ni un minuto, una ligera vibración del teléfono lo avisó de que tenÃa una llamada entrante.
«Es él» dijo la voz al otro lado de la lÃnea. «Dentro de una hora, como máximo, estaremos allÃ. No los dejes marchar antes de ninguna de las maneras.»
«Acaban de llegar y todavÃa deben comenzar a comer. Tenéis todo el tiempo del mundo.» y colgó.
Astronave Theos â El almirante
Elisa todavÃa estaba observando el extraño objeto que Azakis le habÃa dejado caer en la mano cuando la puerta del modulo número seis se abrió. Petri, con una expresión realmente resplandeciente llegó portando sobre la mano el teléfono móvil del coronel
«Lo conseguû exclamó «eso espero». Se acercó rápidamente donde estaban los tres que se encontraban en el centro del puente de mando y continuó. «Es un sistema realmente antiguo pero creo que he conseguido comprender su funcionamiento. Me he conectado a uno de esos satélites que vagan alrededor del planeta sobre una órbita de menor altitud que la nuestra y creo que ahora será posible hacer una âllamadaâ.»
«Eres grande, amigo mÃo» exclamó Azakis. «No tenÃa ninguna duda que lo conseguirÃas»
«Antes de cantar victoria veamos si funciona de verdad» dijo Jack cogiendo el teléfono móvil de las manos del alienÃgena. El coronel observó con atención la pantalla del aparato y a continuación dijo asombrado. «IncreÃble, tiene las tres rayas de la cobertura.»
«Venga, prueba» sugirió Elisa ansiosa.
Jack recorrió rápidamente su agenda y encontró el número del almirante Wilson. Antes de llamar, sin embargo, le asaltó una duda. «¿Qué hora será en Washington?»
«Creo que sobre las dos y media de la tarde» respondió Elisa después de dar una ojeada a su reloj de pulsera.
«Ok, lo intentaremos.» Jack tomó un poco de aire y a continuación pulsó el botón âENVIARâ. El teléfono daba señal. IncreÃbleâ¦
Esperó pacientemente y sólo después del séptimo sonido de llamada una voz áspera y profunda respondió. «Almirante BenjamÃn Wilson, ¿con quién hablo?»
«Almirante, soy el coronel Jack Hudson. ¿Me escucha bien?»
«SÃ, hijo, fuerte y claro. Es un placer escuchar tu voz después de tanto tiempo. ¿Va todo bien?»
«Almirante⦠SÃ, sÃ, graciasâ¦Â» Jack estaba muy nervioso y no sabÃa en realidad por donde comenzar. «Le molesto por una cuestión de la máxima urgencia y que es, de verdad, increÃble.»
«Por Dios, muchacho, no me tengas en ascuas. ¿Qué diablos está sucediendo?»
«Bueno, no es muy fácil de explicar. Usted se fÃa de mÃ, ¿verdad?»
«Pues claro, ¿Qué clase de pregunta es esa?»
«Lo que estoy a punto de decirle le podrÃa parecer absurdo, pero le puedo asegurar que es la pura verdad.»
«Jack, si no me dices enseguida algo, me va a dar un infarto.»
«De acuerdo.» El coronel hizo una pequeña pausa, después le contó todo de golpe. «Yo, en este momento, estoy orbitando alrededor de la Tierra. Estoy en una nave extraterrestre y tengo terribles noticias para comunicar directamente al presidente de los Estados Unidos. Usted es la única persona de la que me fÃo y que podrÃa ponerme en contacto con él. Le juro sobre la memoria de mi padre que no estoy bromeando.»
Trascurrieron un montón de segundos durante los cuales ningún sonido salió del altavoz del teléfono. Por un instante Jack temió que al almirante le hubiera dado un patatús. A continuación, la voz del otro lado del teléfono dijo «¿Estás realmente llamando desde allà arriba? ¿Cómo demonios lo has conseguido?»
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