–Tan bien como se puede esperar—respondió Trevor, bajando la mirada.
A Emily le sorprendió verlo de esta manera, verlo con un aspecto frágil y derrotado.
–¿Necesitas ayuda con algo?—preguntó, suavemente, manteniendo su voz en silencio para no avergonzar el orgullo del hombre.
Trevor sacudió la cabeza, tal como Emily esperaba que lo hiciera. Él no estaba acostumbrado a aceptar ayuda. Pero no estaba ella no estaba acostumbrada a aceptar un no por respuesta.
–Chantelle ha estado haciendo decoraciones de cadenas de copos de nieve—dijo—. Son solo trozos de papel brillante, pero ella está muy orgullosa y quiere que todos los vecinos tengan uno. ¿Está bien si venimos y dejamos uno mañana?
Era un truco astuto, pero Trevor cayó en él.
–Bueno, supongo que también podemos tomar un poco de té y pastel—dijo—. Si es que vas a venir, claro.
Emily sonrió para sí misma. Había formas de atravesar la armadura de Trevor, y ella resolvió entonces visitar a su vecino en la próxima oportunidad disponible.
–De todos modos, esperaba verte aquí—dijo Trevor, tomando su mano en la suya. Tenía tanto frío, Emily notó, y su piel tenía una sensación húmeda. Había un brillo de sudor en su frente—. Tengo algo para ti—continuó.
–¿Qué es?—Emily preguntó mientras él sacaba un trozo de papel de su bolsillo.
–Planos—dijo Trevor—de tu casa. Estaba revisando mi ático, tratando de ordenar todo para… bueno, ya sabes para qué. —Su voz se quedó en silencio—. No estoy seguro de cómo se mezclaron en mis cosas pero pensé que podrías quererlos. Fueron elaborados por tu padre y su abogado, ya ves, y sé lo mucho que quieres las cosas relacionadas con tu padre.
–Sí—tartamudeó Emily, tomando el papel de sus manos.
Miró el dibujo a lápiz descolorido. Eran planos de un arquitecto. Jadeó al darse cuenta de que los planos eran de toda la propiedad, incluyendo la piscina del cobertizo, en la que Charlotte se había ahogado. Se formó un bulto en la garganta de Emily. Dobló el papel rápidamente y lo metió en su bolsa.
–Gracias, Trevor—dijo—. Lo revisaré más tarde.
Se separaron y Emily se reunió con Daniel y Chantelle.
–¿Qué quería Trevor?—preguntó Daniel.
–Nada—dijo Emily, sacudiendo la cabeza. No estaba lista para hablar de ello todavía; todavía estaba tambaleándose por la experiencia. El papel parecía hacerle señas en su bolso. ¿Podría ser otra pieza del rompecabezas que explicara la desaparición de su padre?
Justo entonces comenzó la cuenta atrás para el encendido de las luces. La mente de Emily se arremolinó con los recuerdos de haber estado aquí cuando era niña, preadolescente, adolescente. Parecía pasar por todos esos momentos olvidados, año tras año. Algunos contenían a Charlotte, viva y sonriente, pero muchos más no; muchos eran solo ella y su padre, hundiéndose más profundamente en la depresión y la distracción.
Entonces, luces blancas destellaron del árbol y todos comenzaron a gritar y a festejar. Emily fue llevada de vuelta al presente, con su corazón acelerado.
–¿Estás bien?—preguntó Daniel, preocupado—. Sigues ausentándote.
Emily asintió para tranquilizarlo, pero estaba temblando. Su mente parecía frenética. Todos estos recuerdos estaban resurgiendo de repente y se preguntaba si habían sido desencadenados por el descubrimiento de que su padre estaba realmente vivo. Era como si su mente hubiera decidido que ahora podía volver al pasado y recordar a su padre porque no se consumiría por el dolor al hacerlo. Quizás, si Emily fuera lo suficientemente paciente, recuperaría un recuerdo que la ayudaría en su búsqueda para encontrarlo, algo que le diría exactamente dónde se escondía.
*
Exhaustos por su noche de diversión, Emily y Daniel llevaron a Chantelle a la cama tan pronto como llegaron a casa. Chantelle pidió que le leyeran un cuento y Emily se ofreció. Pero una vez que la historia terminó, Chantelle parecía pensativa.
–¿Qué pasa?—preguntó Emily.
–Estaba pensando en mi madre—dijo Chantelle.
–Oh. —Emily sintió que se le apretaba el estómago al pensar en Sheila, allá en Tennessee—. ¿Qué pasa con ella, cariño?
Chantelle miró a Emily con sus amplios ojos azules—. ¿Me protegerás de ella?
El corazón de Emily se apretó—. Por supuesto.
– Prométeme—pidió Chantelle con una voz desesperada y suplicante—. Prométeme que no volverá.
Emily la abrazó con fuerza. No podía prometerlo porque no sabía cómo iría el desafío legal a la tutela de Sheila.
–Haré todo lo que pueda—dijo Emily, esperando que sus palabras fueran suficientes para calmar a la aterrorizada niña.
Chantelle se recostó, con la cabeza en la almohada, el pelo rubio suelto, y parecía relajarse. Unos momentos después, se quedó dormida.
El que Chantelle preguntara por su madre había despertado algo en Emily. Ella y Patricia habían hablado no hace mucho tiempo cuando Emily había intentado, y fallado, hacer que su madre se uniera a ella en sus celebraciones de Acción de Gracias en la posada. Su madre se negó a venir a visitar la casa en Sunset Harbor; la veía como perteneciente a Roy, como un lugar del que había sido desterrada. Aun así, Emily pensó que Patricia seguía siendo parte de su vida. Era el momento de enfrentarla y contarle sobre la próxima boda.
Emily se levantó de la cama de Chantelle, se envolvió en un chal y salió al porche. Se sentó en la silla mecedora, se acurrucó y miró la luna y las estrellas. Algo en su luz parpadeante le dio valor. Se desplazó a través de los contactos de su móvil y marcó el número de su madre.
Como siempre, Patricia contestó el teléfono bruscamente—: ¿Sí?
–Mamá—dijo Emily, inhalando, tratando de aferrarse a su coraje—. Tengo algo que decirte.
No tenía mucho sentido pretender hacer una conversación educada. Ninguno de ellas quería eso. Mejor ir al grano.
–¿Oh?—contestó Patricia secamente.
Emily había lanzado algunas bolas curvas a su madre durante el último año, desde que se levantó y dejó su casa en Nueva York, rompió con Ben después de siete años juntos, se escapó a Sunset Harbor, abrió una posada, y se enamoró tan locamente de Daniel que aceptó ayudar a criar a su hija. No era de extrañar que su madre desaprobara cada una de las decisiones de Emily. Las posibilidades de que aceptara el compromiso eran escasas o nulas.
–Daniel me pidió que me casara con él—Emily finalmente se las arregló para hablar—. Y yo acepté.
Hubo una pausa, una que Emily había predicho. Su madre usaba el silencio como un arma, siempre dándole a Emily suficiente tiempo para preocuparse por los pensamientos que cruzaban su mente.
–¿Y cuánto tiempo llevas saliendo con este hombre?—finalmente dijo Patricia.
–Ya casi un año—respondió Emily.
–Un año. Cuando tienes cincuenta o más para pasar juntos.
Emily dejó escapar un gran suspiro—. Pensé que estarías feliz de que finalmente me haya establecido. Siempre te gustó restregarme en la cara cuánto tiempo llevabas casada a mi edad. —Emily podía oír el tono de su voz y se estremeció. ¿Por qué su madre siempre sacaba el niño beligerante que llevaba dentro? ¿Por qué le importaba tanto conseguir su aprobación cuando a Patricia parecía importarle tan poco su hija?
–Supongo que necesita una madre para su hija—dijo Patricia.
Emily habló entre dientes—. Su nombre es Chantelle. Y no es por eso que me pidió. Me pidió porque me ama. Y yo dije que sí porque lo amo. Queremos estar juntos para siempre, así que deberías acostumbrarte.
–Ya veremos—respondió Patricia de forma monótona.
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