Linda Howard - Belleza Mortal

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Blair Mallory está a punto de vivir el mes más frenético de su vida. Recuperada por completo del intento de asesinato que la llevó a los brazos de Wyatt, el detective asignado a su caso, ahora se enfrenta al ultimátum que su prometido ha fijado para el día de su boda. Tiene poco margen de tiempo y se trata de una cuestión de estilo: si no se da prisa, acabará en una de esas horrendas ceremonias en Las Vegas, algo que no está dispuesta a experimentar. Así que se lanza a la búsqueda desesperada de unos bonitos zapatos y un vestido de escándalo que deje a su chico mudo de lujuria en el altar. Sin embargo, todo se complica cuando, al salir del centro comercial, una misteriosa conductora la arrolla, dejándola medio magullada sobre el asfalto. ¿Imaginaciones suyas o alguien desea interponerse una vez más en su camino? Está segura de que está siendo acosada, pero ni siquiera su prometido le cree. Llena de dudas, Blair no tardará en descubrir que el atropello no fue una simple coincidencia y que una desconocida anda de nuevo tras sus pasos.

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– No puede decirse que esperaras exactamente -replicó ella, divertida-. Seguiste con las citas. Y muchas, por lo que recuerdo.

Detecté un movimiento fugaz en la puerta. El movimiento se detuvo, pero no entró nadie en la habitación.

– Pero no me acosté con nadie -indiqué-. Eso es esperar.

Wyatt seguía sin entrar en la habitación. Estaba escuchando donde no pudiera ser visto. Yo sabía que era él; imaginaba que vendría de visita hacia la hora del almuerzo, si conseguía escaparse un rato. Tenía algo de taimado, no lo podía disimular; era un poli redomado y no podía evitar escuchar a escondidas si pensaba que podía sacar algo interesante.

Hice una señal a Siana entrecerrando la mirada e indicando la puerta. Me devolvió una rápida mueca y dijo:

– Siempre dijiste que querías usar su SSE.

Aquello no era verdad, pero el Código de Mujeres del Sur decía que los varones de antenas largas siempre tenían que encontrarse con alguna conversación jugosa. La rápida ocurrencia de Siana me encantó.

– Su SSE fue lo que me interesó desde el principio. Quería de verdad tener acceso a él.

– Tiene que ser impresionante.

– Lo es, pero su manera de responder es igual de importante. No tiene sentido contar con un gran SSE si no hace lo que quieres que haga; algo así sucede también con un banco.

Siana contuvo una risotada.

– Yo también ando buscando un gran SSE. No veo por qué no puedo enamorarme de un tipo que tenga uno y que pueda satisfacer mis necesidades.

– Desde luego. Yo… Adelante -llamé, interrumpiéndome para contestar a la llamada abreviada, tardía, de Wyatt a la puerta. La abrió del todo y entró, con expresión forzada pero indescifrable. Cuando se enfadaba, sus ojos verdes brillaban aún más, y tuve que tragarme las ganas de reír. No llevábamos tanto tiempo juntos, pero desde el principio, conseguir lo mejor de él requería esfuerzo.

Siana sonreía cuando se levantó.

– Genial -dijo-. Necesito estirar las piernas. Voy a bajar a la cafetería a tomar algo. ¿Queréis que os traiga alguna cosa cuando suba?

– No, estoy bien -gruñó él-. Gracias. -El «gracias» lo añadió como si se le hubiera ocurrido en el último momento. Wyatt estaba furioso y decidido a sacarme la verdad sobre su SSE en cuanto Siana se largara. No rehuía ningún enfrentamiento, como la mayoría de hombres, y el hecho de que yo tuviera una leve conmoción cerebral no significaba que fuera a ser más indulgente.

Cerró la puerta con firmeza tras Siana, sin advertir el guiño ladino que ella me dedicó justo cuando salía silenciosamente. Luego se aproximó a mi lecho, todo un macho agresivo y amenazador. Sus oscuras cejas formaban una fiera mirada ceñuda que clavó sobre mí.

– De acuerdo -dijo sin alterarse-. Quiero que me expliques qué es eso de que lo único que te interesaba de mí era tener acceso a mi SSE.

Pensé Wyatt y devorar, y dejé que mis mejillas empezaran a sonrosarse. Aja, era infalible. ¿Verdad que era muy útil constatar aquello? Me retorcí llena de deleite.

– Oh, ¿has oído eso? -pregunté, apartando la mirada e intentando parecer culpable lo mejor que podía.

– Lo he oído. -Su tono era grave. Me cogió la barbilla. No me giró la cabeza, porque aunque estaba furioso también era consciente de mi conmoción. No obstante, dejó claro que su intención era que yo le mirara. Encontré su mirada y dejé que mis ojos se abrieran mucho.

– No dije que tu SSE fuera lo único que me interesara.

– Pero querías tener acceso.

Le hice ojitos, pensando que era hora de darle una pista.

– En términos generales. Pensaba que lo sabías.

– ¿Cómo iba a saberlo? -Su tono cada vez sonaba más tétrico, como una nube tormentosa a punto de descargar lluvia-. Yo… -Entonces hizo un pausa y entrecerró los ojos mientras sus pestañas se agitaban y sus grandes e inocentes ojos parecieron reaccionar-. Pero ¿qué puñetas es un SSE?

Yo continué con los ojos muy abiertos, saboreando el momento.

– Sistema de Suministro de Esperma.

Capítulo 6

Se apartó ofendido de mí y se quedó mirando por la ventana con los brazos en jarras mientras respiraba de forma profunda y controlada. Yo le observé con un regocijo casi efervescente. Provocarle de este modo era casi más divertido que provocarle del otro; casi, porque la compensación era mejor de la otra manera. Por fin, dijo:

– Pequeña rastrera -y se volvió en redondo para mirarme a la cara. El relumbre en sus ojos prometía represalias.

Le sonreí abiertamente.

Con afabilidad decepcionante, me preguntó:

– ¿Tú y Siana estabais hablando de mi polla?

– Sólo porque estabas escuchando a escondidas. Pensé que te merecías oír algo interesante después de haberte tomado tantas molestias.

No parecía nada avergonzado al verse pillado, tal vez porque fisgonear era su especialidad. En vez de ello, se acercó a la cama y apoyó las manos a ambos lados de mi cuerpo para inclinarse hacia abajo. Si creía que yo iba a inquietarme al verme rodeada y atrapada de ese modo, se equivocaba. Por un lado, se trataba de Wyatt. Por otro, bien, se trataba de Wyatt: me gustaba estar rodeada y atrapada por él. Cuando le tenía así de cerca, normalmente sucedían cosas divertidas e interesantes.

No alcé la cabeza de la almohada, pero puse mi mano en su cara, palpando la dura estructura del mentón y la mejilla, el calor de su piel y los pelillos de la barba, pese a haberse afeitado sólo pocas horas antes.

– Pillado -dije con petulancia. Sí, sé que no está bien regodearse, en parte porque Wyatt no es el tipo de tío que sabe poner una sonrisa y aguantarse. Ya pensaría alguna manera de devolvérmela, incluidas cosas atroces como liarme para hacer alguna apuesta que estaba seguro que yo iba a perder y luego obligarme a ver las World Series. No me gusta nada el béisbol.

Me devolvió una sonrisa de suficiencia que me puso alerta.

– ¿De modo que no te acostaste con nadie durante los dos años que rompimos, aja? Me esperabas a mí.

– En realidad, no. Sólo es que soy un poco maniática. -El muy puñetero, tenía que encontrar la manera de que esto le favoreciera.

– Te impresionó mi sistema de suministro.

– He contado esa historia porque sabía que estabas escuchando.

– Querías tener acceso al sistema, querías usarlo, si la memoria no me falla.

Es una de las cosas malas de los polis: recuerdan las cosas. Lo más probable es que pudiera citar al pie de la letra mi conversación con Siana. Aparte, yo ya había dejado claro de diversas maneras que sentía un enorme cariño por su SSE. Por favor, si algo no me gusta, no me lo meto en la boca… ni en ningún otro sitio del cuerpo, ya me entendéis.

Vale, a veces la única manera de recuperar el control de una situación es rendirse por completo. Le sonreí y bajé la mano despacio desde la cara hasta su pecho, y luego la deslicé sobre su estómago hasta sostener su SSE en la palma. Me encantó descubrir que ya tenía una semierección. Éste es mi Wyatt, mencionas el sexo y él ya está listo. Genial, ¿a que sí?

– Tienes una memoria excelente. Lo quería, y ahora lo tengo. -Me estremecí un poco, porque tocarle me estaba poniendo a cien a mí también.

Se inclinó sobre mí, con la respiración acelerada, bajando los párpados, mientras se apretaba contra mi mano. No había nada «semi» ahora en él; la erección era completa, estaba a punto. Luego dijo «Joder» con voz forzada, se incorporó y se apartó de mí.

– Pues, sí-contesté yo. ¿No era algo obvio?

Me dedicó una ardiente mirada mientras se volvía otra vez a la ventana.

– Tienes una conmoción -dijo en tono lacónico.

Con un gemido, vi claro el problema. Nada de zarándeos, durante unos cuantos días al menos, y si alguien ha imaginado alguna vez cómo practicar sexo sin ni siquiera un pequeño zarandeo, ojalá que comparta conmigo el secreto. Nada de sexo ayer, tampoco hoy, tampoco mañana… nada de sexo mientras durara el dolor de cabeza, que probablemente duraría varios días más. Ahora sí que estaba cabreada de verdad con esa zorra psicópata del Buick, por ocasionarme esta abstinencia inesperada; no sería mejor si se tratara de una abstinencia esperada, porque no vas haciendo provisión de orgasmos y guardándotelos en la despensa hasta que los necesites.

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