– Tengo que irme -dijo mamá, inclinándose para besarme en la frente. Tenía un aspecto genial, pese a una noche sin apenas dormir y preocupándose por mí-. Pero me pasaré por aquí durante el día. Veamos, necesitas ropa para vestirte cuando te den el alta. Me acercaré a coger la ropa antes de pasar por mi casa; luego la traeré a la hora de comer. Es imposible que te den el alta antes del almuerzo. Estoy siguiendo la pista de un obrador de tartas nupciales, también, y ya he localizado una pérgola, y luego por la tarde iré a casa de Roberta -Roberta es la madre de Wyatt- para devanarnos los sesos sobre procedimientos de emergencia en caso de que haga mal tiempo. Todo está controlado, o sea, que no te preocupes por nada.
– Tengo que preocuparme, como corresponde a la novia. Es imposible que desaparezcan todas las señales del accidente para entonces. -Aunque las costras desaparecieran… uuuuh, costras, cómo suena, quedarían marcas rosas en la piel.
– Tendrás que usar mangas largas o cualquier cosa que te tape, porque ya estaremos en octubre. -El clima de Carolina del Norte en octubre suele ser estupendo, pero puede volverse gélido de un instante al otro. Me examinó la cara con los ojos entrecerrados-. Creo que para entonces tendrás bien el rostro; no tiene tantos rasguños. Y si no, para eso está el maquillaje.
Aún no me había mirado en ningún espejo y no había evaluado los daños por mí misma, de modo que pregunté:
– ¿Y qué tal el pelo? ¿Cómo lo tengo?
– Ahora mismo, no tiene buena pinta -contestó Siana-. He traído champú y un secador de mano.
La adoro. Conoce a la perfección mis prioridades.
Mamá evaluó los puntos que me habían puesto en el nacimiento del pelo -mi anterior nacimiento del pelo- y el trozo afeitado.
– Tiene remedio -pronunció-. Un cambio de peinado tapará la parte afeitada que, hay que reconocerlo, es grande.
¡Conforme! Las cosas mejoraban.
Una enfermera más o menos de mi edad entró tan campante en la habitación, impecable con una bata rosa, que iba genial a su cutis. Era una mujer guapa, muy guapa, con rasgos casi clásicos, pero el tinte que se había dado en el pelo era un verdadero crimen. En lo que se refiere a teñirse el pelo, estos crímenes siempre tiene algo que ver con el método «háztelotúmisma». Este teñido en concreto era una especie de marrón uniforme que me obligó a preguntarme cuál sería su color verdadero de pelo, porque ¿quién se tiñe el pelo de marrón? Mi propia crisis capilar me volvía muy consciente del cabello de la gente; no es que en realidad no lo fuera en el pasado, pero mi nivel de atención se había elevado. Cuando sonrió y se acercó un poco más para tocarme el pulso, estudié sus cejas y pestañas. No había duda en este caso: sus cejas eran marrones, y sus pestañas extralargas llevaban máscara. Tal vez tuviera canas prematuras. Sentí envidia de aquellas pestañas y di mi aprobación a la máscara, lo cual me recordó que a esas alturas mi propia máscara me habría dejado ojos de mofeta.
– ¿Cómo se encuentra? -me preguntó mientras mantenía los dedos en el puso y la mirada en el reloj de pulsera. También ella era capaz de realizar tareas múltiples, como contar y hablar al mismo tiempo.
– Mejor. Y también estoy hambrienta.
– Eso es buena señal. -Sonrió y me dedicó una rápida mirada-. Veré qué puedo hacer para que le traigan algo de comer.
Sus ojos eran esa fantástica mezcla de verde y almendra; pensé que tendría que estar estupenda cuando se arreglara para salir de noche por la ciudad. Era calmada y serena, pero también había una chispa controlada de fuego en ella que me hizo pensar que probablemente todos los médicos solteros, y tal vez unos cuantos casados, irían de culo para ligársela.
– ¿Alguna idea de a qué hora hará la ronda el doctor? -pregunté.
Me dedicó una sonrisa picara y negó con la cabeza.
– La hora puede variar en función de si tiene o no urgencias. ¿No me diga que no está contenta con nuestra hospitalidad?
– ¿Quiere decir aparte de la cuestión de que no haya comida? ¿Y que me despierten cada vez que echo un sueñecito para asegurarse de que no estoy inconsciente? ¿Ya que me afeitan el pelo veintiocho días antes de mi boda? Aparte de eso, lo estoy pasando muy bien.
Se rió en voz alta.
– ¿Así que veintiocho días? Yo estuve completamente desquiciada los dos últimos meses previos a la boda. ¡Vaya momento para tener un accidente!
Mamá acababa de sacar las llaves de mi bolso y las agitó mientras salía de la habitación. Le devolví el saludo, luego reanudé la conversación.
– Podría ser peor, podría estar mal herida en vez de tener sólo uno rasguños y un pequeño corte.
– Los médicos deben pensar que tu estado es un poquito peor que eso, o no estarías aquí. -Sonó un poco a regañina, pero las enfermeras probablemente se topan todo el tiempo con pacientes respondones; en honor a la verdad, yo no me mostraba exactamente respondona, más bien me dominaba una urgencia irrefrenable. Quedaban veintiocho días, y el reloj seguía marcando la hora.
Puesto que seguramente ya había consultado mi gráfica, no vi la necesidad de decirle que pasar la noche en observación en el hospital no indicaba una herida seria. Tal vez ella quería que me preocupara un poco para que no siguiera dando la lata, ni a ella ni a las otras enfermeras, sobre cuándo iba a marcharme a casa. Yo no estaba en plan pesada, nada de eso; si no tuviera tantas cosas que hacer, no me hubiera importado estar tumbada en la cama de un hospital, dejando que la gente me trajera lo que necesitara. La náusea se había aliviado, pero el martilleo en mi cabeza, no. Tuve que ir dos veces al baño, y no fue nada divertido, pero tampoco era tan malo como me había temido.
La enfermera… -probablemente llevara una tarjeta con su nombre enganchada al bolsillo pero, como estaba inclinada sobre mi cama, yo no podía leerla- bajó la sábana para verificar mis rasguños y magulladuras, haciendo en todo momento preguntas sobre mi boda. Dónde iba a ser, cómo era mi vestido, ese tipo de cosas.
– Va a celebrarse en casa de la madre de Wyatt -contesté alegremente, contenta de que algo me distrajera de aquel dolor de cabeza-. En su jardín. Tiene unos crisantemos preciosos, y eso que normalmente no me gustan los crisantemos, porque siempre van unidos a algún cadáver. Si llueve, algo poco probable en octubre, nos trasladaremos al interior de la casa.
– ¿Y ella le cae bien? -Su tono era un poco receloso, lo que me hizo pensar que había tenido problemas con su suegra. Eso era terrible; los problemas con la familia política pueden ser nefastos para el matrimonio. La madre de Jason no me caía nada mal, pero a la madre de Wyatt la adoraba. Me comunicaba información interna y por lo general estaba de mi lado en los dilemas hombremujer.
– Es genial. Ella me presentó a Wyatt, y ahora no para de ponerse medallas por haber opinado desde el principio que hacíamos buena pareja.
– Tiene que ser agradable tener una suegra que te acepte -refunfuñó.
Yo ya iba a comentar que tal vez el horrendo tinte de pelo la tenía un poco desmoralizada, pero preferí dejarlo. Quizás un tinte casero hazlotúmisma era lo único que podía permitirse, aunque las enfermeras no se ganan mal la vida por regla general. Quizá tuviera tres o cuatro crios en casa a quienes vestir y alimentar, y un marido inválido, o directamente un marido mala persona, y yo no estaba enterada. Tenía que haber algún motivo para llevar el pelo así.
Retiró el vendaje de mi principal rasponazo en el muslo izquierdo y aquello dolió. Solté un jadeo y cerré los puños para contener el dolor.
– Lo siento -dijo contemplando el rasguño-. Vaya, no está nada mal. Qué ha pasado, ¿un accidente de moto? Conseguí separar los dientes.
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