Jessica Hart - Noches en el desierto

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Claudia intentaba no deprimirse pensando en las cosas buenas que pudieran aportarle los treinta, mientras se acomodaba en el avión, dispuesta a emprender un largo viaje para celebrar su cumpleaños. Y su compañero de asiento, David Stirling, desde luego no era la mejor compañía.
Pero tenían que hacer el viaje juntos, les gustara o no. Peor todavía, en las dos semanas siguientes tendrían que fingir ser marido y mujer.
La situación no era la ideal, pero tenían algo en común: él iba a cumplir años también, cuarenta, y tampoco estaba tan mal físicamente.

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– ¿Cuánto tiempo cree que tardaremos en llegar a Telama'an? -preguntó a Amil.

– Depende de las carreteras -contestó-. Aquí hace mucho calor como para asfaltar, así que las carreteras son pistas que cruzan el desierto. Algunas veces la arena cubre la pista y es preciso intentar otro camino, arriesgándote a quedarte atascado en la arena. Pero si todo va bien, llegaremos a un diminuto oasis llamado Sifa esta noche. Son unas cuatro horas desde aquí. Luego otras doce o trece mañana para llegar a Telama'an.

De nuevo, David esperó las protestas de Claudia, y de nuevo se quedó sorprendido.

– Esperemos que no tengamos un pinchazo -fue todo lo que dijo.

David se la imaginaba calculando la hora en que llegarían a Telama'an. Sin duda, para imaginarse cuántas horas faltaban para estar cerca de Justin Darke, pensó con amargura, y sin saber por qué, se estiró incómodamente en el asiento.

La cabina estaba diseñada para que dos personas fueran cómodas. Amil y el conductor tenían un sitio cada uno, pero David y Claudia estaban en asiento y medio, y era imposible evitar tocarse el uno al otro. De hecho, David se echaba hacia la puerta para dejar a Claudia un poco más de sitio y había puesto el brazo por detrás del asiento. Eso significaba que su mano yacía cerca de la cortina del pelo rubio de ella. Cuando respiraba, podía oler el perfume de ella y cada vez que la furgoneta daba un quiebro, notaba el calor de su cuerpo contra el suyo.

– La furgoneta tiene aire acondicionado, pero es lo único bueno que se puede decir. No es muy cómoda para este tipo de carreteras.

– No importa -respondió alegremente Claudia-. Estamos tan contentos que ni siquiera nos importa dónde dormiremos esta noche.

– Me alegra que diga eso. Hay una pequeña pensión en Sifa, pero no es un lugar de turistas y las habitaciones son muy sencillas.

– No nos importa -aseguró de nuevo, mirando a David-. No nos importa dónde durmamos, con tal de que estemos juntos.

– Si tuviera una esposa tan guapa, tampoco a mí me importaría -dijo Amil educadamente.

Claudia entonces se apretó contra David, sabiendo lo que le molestaba.

– ¿Te lo puedes creer, cariño? Amil no sabía que estábamos casados hasta que se lo dije.

– Es extraordinario -fue su contestación.

– La verdad es que habíamos discutido -continuó Claudia, volviéndose hacia Amil-, la primera pelea que tenemos, y estábamos ignorándonos el uno al otro.

David la miró.

– Estoy seguro de que Amil no está interesado en nuestras discusiones, cariño -declaró él, antes de que ella siguiera contando más estupideces.

– ¿Llevan mucho tiempo casados?

– Sí -dijo David, a la vez que Claudia contestaba negativamente.

Hubo un silencio.

– Dice eso porque es como si lleváramos juntos toda la vida -dijo Claudia, con una risita que estaba segura de que molestaría a David-. La verdad es que nos casamos la semana pasada.

– ¡La semana pasada! ¿Entonces esto es su luna de miel?

– No -contestó rápidamente David-. Estoy aquí por motivos de trabajo y Claudia quería ver a una prima que vive en Telama'an.

– ¡Qué mentiroso, cariño! Sabes que no soportarías dejarme en casa.

En ese momento, Amil se concentró en la carretera, llena de arena en ese trayecto y David aprovechó para mirar furiosamente a Claudia, que hizo como si no se enterara de nada.

– ¡Cuidado con mi pie! -exclamó inocentemente.

– ¿Usted también trabaja en televisión, David? – preguntó Amil.

– ¡No! Yo soy ingeniero.

– Entonces, ¿trabaja en la base aérea que están construyendo en Telama'an?

Era evidente que Amil conocía el proyecto y ambos hombres comenzaron a hablar de algunos temas técnicos que pasaron indiferentemente por los oídos de Claudia. Esta los dejó hablar, alegre por estar tan cerca de Lucy, al tiempo que luchaba por no notar el cuerpo duro y esbelto de David, cada vez que la furgoneta pasaba un bache. Intentó concentrarse, en lugar de ello, en lo maravilloso que iba a ser cuando llegara al día siguiente a casa de Lucy. El viaje merecía la pena sólo por ver a su prima de nuevo.

Dejó su mente vagar y se entretuvo en pensar cómo sería Justin Darke. Esperaba que fuera tan encantador como Lucy le había dicho. Hasta ese día incluso había tenido una imagen clara del rostro de Justin, pero en ese momento los rasgos de David se entrometían de manera irritante.

Lo había conocido sólo hacía unas horas y ya podía recordar su rostro con cada mínimo detalle: la línea dura de sus pómulos, los ojos grises observadores, la boca firme… Era curioso recordar que había pensado al principio que era una persona de lo más vulgar. No se le podía llamar guapo, pero desde luego no era vulgar.

Siguieron el viaje. La pista parecía acabar en el horizonte, donde el sol se estaba poniendo con un despliegue de rojos y naranjas. Hechizada por el paisaje sin cambios, la cabeza de Claudia comenzó a seguir el movimiento de la furgoneta.

David se volvió hacia ella, notando que estaba casi dormida. ¿O quizá estaría pensando en Justin Darke? Lo cierto era que no había nada malo en Justin, sólo que no sabía si sería bastante hombre para manejar a Claudia. Ella lo desbordaría, pensó David.

Le resultaba difícil creer que la conocía sólo desde hacía unas pocas horas. Le parecía una persona intensa y exasperantemente familiar a esas alturas. Era como si su olor, el color de su cabello y la forma de su barbilla fueran parte de su vida. Tenía tanta sensualidad y atractivo como Alix, sólo que Alix no tenía ese brillo de malicia en los ojos. Y ella tampoco habría consentido nunca en montar en un vehículo como ése. Y menos aún, habría recorrido medio mundo pensando que podría encontrar un marido. Alix era capaz de encontrar un marido sin salir de casa, recordó con cierta amargura.

Se fijó en que Claudia estaba dando cabezadas. ¿Y si quería dormir, por qué no echaría la cabeza hacia atrás?, se preguntó David, sin darse cuenta de que entonces ella descansaría la cabeza sobre el brazo de él. La furgoneta dio una serie de saltos bruscos, por lo que Claudia se despertó por un momento, para inmediatamente volver a cerrar los ojos.

– ¡Por amor de Dios! -murmuró David y rodeó a la muchacha con su brazo, haciendo que apoyara la cabeza sobre su hombro. Claudia pareció resistirse, pero estaba tan dormida que pronto se adaptó a la comodidad que le ofrecía el fuerte brazo de él.

David se echó un poco más hacia la puerta, para dejarle más sitio. Ella se acomodó contra él y giró el rostro hacia su cuello, con un pequeño murmullo. En la oscuridad, David sentía la respiración de Claudia lenta y suave contra su piel. Sin darse muy bien cuenta de lo que hacía, David apoyó la mejilla contra el cabello de ella.

Amil les echó una mirada, fijándose en que Claudia estaba dormida. Así que bajó la voz para no despertarla.

– Es usted muy afortunado por tener una mujer como ésa. Ésta es una de las peores carreteras del país y, aunque se haya cansado, no se ha quejado ni una sola vez.

– Así es -admitió David, mientras sentía el calor que desprendía Claudia.

– Además, es muy bonita.

A David se le tensó el brazo que la rodeaba de un modo inconsciente, como si estuviera celoso.

– Sí, supongo que lo es.

Amil se sintió defraudado por esa respuesta tan escueta.

– No queda mucho para llegar al oasis. Sólo espero que haya alguna habitación libre en la casa de huéspedes. Desgraciadamente, esta zona del país no tiene hoteles, ya que no es una zona turística.

– No -sonrió David-. Nosotros vamos a hacer un hotel en Telama'an, pero me temo que no estará listo para esta noche.

– ¿Dónde va usted a dormir? Sé que se han construido unas casa para los ingenieros. ¿Va a usted a quedarse con sus colegas?

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