– ¡Helena! ¡Claro! -exclamó Chantal, algo avergonzada, llevándose la mano a la boca-. ¡Lo siento mucho, Polly! Sin embargo, estoy segura de que no me habías dicho nada, Simon. ¿Cuándo ocurrió todo este cambio?
– Hace un par de meses. Las cosas se enfriaron con Helena -explicó Simon, recogiéndole a Polly un mechón detrás de la oreja-. Entonces, conocí a Polly y ¡bum! eso fue todo.
– ¡Siempre te dije que te pasaría eso algún día! -comentó Chantal, riendo-. Sólo tenías que esperar a la chica adecuada.
– Sí -afirmó él, mirando a Polly. Luego la estrechó fuertemente entre sus brazos-. Y ahora, sé que la he encontrado.
Polly sintió que se le encogía el corazón al ver cómo la miraba Simon. Sería tan fácil creer que aquellas palabras eran ciertas… Pero tenía que recordar que todo ello era una farsa e iba siendo hora de que ella representara su papel.
– ¿Se lo decimos? -le preguntó Polly.
– ¿Por qué no? -respondió Simon.
– Simon y yo nos prometimos ayer -dijo Polly, mirando a Chantal.
Estaba segura de que Chantal se daría cuenta de que todo era una mentira. Ella conocía a Simon y sabía el tipo de mujeres, elegantes y sosegadas, que le gustaban. ¿Cómo iba ella a creer que él se enamoraría de una chica algo desaliñada que parecía haber irrumpido en su ordenada vida con su caos y su desorden?
Polly esperaba que Chantal se echara a reír, pero ésta ni siquiera se sorprendió. En vez de eso, pareció genuinamente emocionada y abrazó primero a Polly y luego a Simon.
– ¡Es una noticia magnífica! -exclamó Chantal.
– Enhorabuena -dijo Julien, visiblemente más relajado.
Al ver la reacción de Julien, Simon se dijo que todo aquello había merecido la pena. Si Julien se relajaba, podrían hablar de la fusión tranquilamente y aquello era lo más importante, ¿o no? Durante los dos días anteriores, había habido momentos en los que Simon casi se había olvidado de la fusión, en los momentos que había mirado a Polly a los ojos y se había dado cuenta lo fácil que sería olvidarse de que todo aquello era mentira.
La llegada de Julien se lo había recordado. Todo lo que tenía que hacer era recordar lo importante que era aquella fusión para su empresa y sería más fácil resistirse al encanto de los ojos de Polly, a sus labios y a la suavidad de sus curvas. Sería fácil.
– ¡Por Polly y Simon! -dijeron Chantal y Julien, quienes habían insistido en abrir una botella de champán.
Polly sonrió cortésmente y miró a Simon. Resultaba evidente que aquel momento requería algún gesto de cariño. Simon debía de haber pensado lo mismo porque le pasó la mano por debajo del pelo y la atrajo suavemente hacia él. Polly no se resistió y cerró los ojos mientras él la besaba. Pero, durante un momento, no pudo dejar de imaginar cómo sería aquel beso si el compromiso fuera real.
Cuando Simon la soltó, se reclinó en el sofá, medio aliviada y medio desilusionada porque el beso hubiera sido tan breve. Había sido de lo más natural y, a juzgar por las caras de Chantal y Julien, había merecido la pena.
– Contadnos cómo os conocisteis -quiso saber Chantal-. ¡Quiero saberlo todo!
– Nos conocemos desde siempre -respondió Polly, repitiendo lo que había decidido que dirían cuando la pregunta surgiera: la verdad-. De niños, solíamos pasar las vacaciones juntos, pero cuando Simon dejó de vivir con su madre, nuestras vidas se separaron. Durante los últimos años, casi no nos hemos visto hasta que, recientemente, volvimos a encontrarnos.
– Así que, ¿fuisteis novios en la infancia? -preguntó Chantal, encantada.
– No exactamente -respondió Simon, tomando la mano de Polly-. Aunque Polly sí que quería casarse conmigo cuando tenía cuatro años.
– A decir verdad, nunca nos llevamos nada bien -explicó Polly, para evitar que él hablara de aquella parte de la historia-. A mí Simon me parecía terriblemente aburrido y yo a él le parecía una tonta, ¿no es cierto, cariño? -añadió ella, obligándose a mirar a Simon.
– Pero ahora he cambiado de opinión -replicó Simon, mirándola de una manera que la hizo enrojecer.
– ¿Y qué te hizo cambiar a ti de opinión? -preguntó Chantal, con una sonrisa.
– No sé -respondió Polly, consciente de que Simon seguía teniéndola de la mano-. Un minuto Simon era el irritante amigo de familia y al otro…
– ¿Y al siguiente te diste cuenta de que estabas enamorada de él? -sugirió Chantal, acabando la frase por ella.
A Polly le dio un vuelco el corazón. Se sentía como si estuviera al borde de un abismo, sabiendo que un paso en falso le haría caer a lo desconocido. El sentimiento era tan fuerte que lo único que podía hacer era mirar a Chantal con los ojos muy abiertos, mientras, mentalmente, se iba apartando del borde del abismo. ¡Claro que no estaba enamorada de Simon! Únicamente se estaba dejando llevar por aquella farsa. ¿No era así?
– ¿Polly? -preguntaron todos, mirándola con curiosidad.
– Sí -replicó ella-. Así fue como fue.
– ¿Te pasó a ti lo mismo, Simon? -insistió Chantal.
– Creo que me enamoré de ella en el momento que volví a verla -dijo él, levantando la mano de Polly para besarla en la palma. Aquel beso mandó una serie de sensaciones por el brazo de Polly que le hicieron temblar.
– ¡Te lo estás inventando! -exclamó Polly, como si estuviera bromeando. Sin embargo, Simon le devolvió la mirada con una perturbadora expresión.
– No, es cierto. Cuando abriste la puerta, tenías un aspecto muy diferente al que yo recordaba de ti. Me sentí como si nunca te hubiera visto, intenté seguir pensando en ti como lo hacía antes, pero no puede. Cuando me di cuenta de lo que había pasado, ya estaba perdidamente enamorado de ti y era demasiado tarde para dar marcha atrás.
Los ojos de Simon desprendían un afecto que Polly nunca había visto. Intentó recordarse que él estaba solamente disimulando, pero le resultó imposible apartar la vista de él, como si no hubiera nadie más en la habitación.
– Nunca me habías dicho eso -dijo al final Polly, diciéndose a duras penas que aquello era sólo una mentira.
– No quería hacerlo hasta que estuviera seguro de que me amabas también… y así es, ¿no es verdad?
– Sí -afirmó Polly, dándose cuenta de que, a pesar de que era lo que se esperaba que ella dijera, la respuesta había acudido sin tener que pensarla-. Así es.
Y entonces, como si lo hubieran ensayado, se acercaron el uno al otro y se besaron de un modo tan dulce que, cuando se separaron, Polly se dio cuenta, horrorizada, que tenía lágrimas en los ojos.
Sin embargo, nada de aquello extrañó a Chantal y a Julien. Ambos estaban sonriendo y Julien levantó la copa para hacer otro brindis.
– ¡Por el amor! -dijo él.
La mano de Polly estaba temblando, pero, consciente de que Simon la estaba mirando, tomó la copa con valentía.
– ¡Por el amor! -repitió Polly, obligándose a mirar a Simon como si de verdad estuvieran enamorados.
Pero Simon tenía una extraña expresión en los ojos. Por fin, levantó la copa y le devolvió el brindis.
– Por el amor -dijo Simon.
Simon puso un gesto horrorizado al ver el estado en el que estaba la cocina, pero tuvo que admitir, que de ese caos, Polly había creado una cena deliciosa. Después del vino y del champán, Julien y él habían podido relajarse y divertirse mucho más de lo que ninguno de ellos había esperado al principio de la tarde.
Cuando cerraron la puerta del dormitorio aquella noche, Simon estaba sonriendo y fue a abrazar a Polly.
– ¡Lo hemos conseguido! -exclamó con júbilo.
– ¡No me irás a decir que Julien ha accedido a la fusión tan pronto! -replicó Polly, riendo.
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