Dorothy se mostró complacida, pero no demasiado sorprendida.
– Te dije que todo se solucionaría. Quizá cuando se acaben las preocupaciones con Kit, podrás concentrarte en… otras cosas.
Jane no quería concentrarse en «otras cosas». Porque eso significaba permanecer insome toda la noche con el deseo de Lyall encendiendo su cuerpo. Significaba tener el corazón en vilo cada vez que fuera a la mansión, o cada vez que se acordara de su sonrisa, o de el estremecimiento cada vez que la acariciaba.
Debería volver de Japón en una semana, calculaba Jane, pero Jane sólo quería verlo para que se diera cuenta lo bien que podía sobrevivir sin ella. Quería que supiera que hacía falta algo más que su cambio de opinión para hundir a Makepeace and Son.
Con su socio anónimo, Jane estaba decidida a ser más fuerte que nunca, y comenzó a buscar otros contratos para ofrecer a sus hombres algo cuando Lyall finalmente confirmara el final del contrato. De todas maneras, no podía hacer nada hasta que no supiera exactamente la situación con Lyall. Así que decidió telefonear a Dennis Lang.
Se mostró encantador al principio, pero evasivo cuando Jane quiso saber los planes de Multiplex sobre Penbury Manor. Declaró que el contrato había cubierto únicamente la primera fase de los trabajos, y que discutirían la siguiente sólo al término de ésta.
Jane colgó el teléfono desconsolada, la primera fase estaba casi terminada. El nuevo tejado estaba casi terminado, así como la electricidad y la fontanería. Todo el trabajo de carpintería había sido restaurado, y sólo quedaba la escayola, que no era algo lento. Makepeace and Son podía dar por terminado su trabajo en cuestión de días. Jane esperaba que su socio estuviera preparado para aguantar el disgusto.
La parte de Makepeace and Son perteneciente a Kit era de un extraño. Los papeles habían sido firmados en el banco, y el dinero fue transferido a Kit a Argentina.
Tendría que estar contenta de que sus problemas financieros se hubieran acabado sin tener que pensar en vender su casa de Pear Tree Cottage, pero seguía inquieta. Seguía sorda al exterior, y sólo sentía un vacío grande en su interior. Sólo sentía emociones cuando cerraba los ojos y veía los ojos azules de Lyall riendo, o cuando lo recordaba echado a su lado en la cama, fuerte y relajado, acariciando suavemente las curvas de su cuerpo.
Cada día era una pesadilla hablar y sonreír a las personas, como si todo siguiera igual, y las largas noches de insomnio la dejó delgada y con grandes ojeras. La escayola estaba prácticamente terminada y ella sólo había sido capaz de encontrar pequeños trabajos para sus hombres.
El día en que los trabajos de escayola se acabaron, Jane cerró la puerta de la mansión y se encaminó desconsolada hacia el despacho. Ése era el fin. Dorothy estaba excitada y contenta cuando llegó.
– Hay un mensaje de tu socio anónimo: vendrá a verte a las cuatro en punto.
– ¿A las cuatro? ¡Son casi menos diez! Tengo que prepararme rápidamente. Es un hombre, ¿verdad?
– Sí, la voz es masculina.
– De acuerdo. Tengo que dar aspecto de seriedad y entereza, no quiero que entre aquí y piense que tiene que interferir desde el primer momento.
– Toma -dijo Dorothy, pasándole algunos libros de contabilidad-, puedes hacer que estás revisándolos.
Jane tomó los libros y los abrió sobre su mesa. Luego se miró al espejo y se pintó un poco al descubrir horrorizada su aspecto pálido y cansado. Por último, se revisó la camisa que llevaba y se sentó en su mesa.
Sin pensar en lo que hacía, se entretuvo pasando las páginas de los libros. Hasta que se oyó la puerta y Lyall entró en su despacho.
El corazón de Jane se paró. Lo miró sin saber qué decir. Su primera reacción fue de alegría al verlo allí, alto, moreno, con sus ojos brillantes. La alegría se reflejó en su cara y Lyall avanzó hacia ella, pero Jane recordó enseguida y empujó su silla hacia atrás para protegerse.
– ¿Qué quieres? -acertó a decir.
– Quería verte -dijo, como si fuera algo natural.
¿No recordaba la última conversación que habían tenido por teléfono?
– Dorothy no tenía que haberte permitido entrar.
– La convencí de que tú también querías verme.
– Pues estás equivocado. Estoy esperando a alguien importante de un momento a otro, así que tendrás que marcharte.
– Me alegra que opines que soy importante, Jane.
– ¿Qué quieres decir? -preguntó Jane confusa.
– ¡Querida Jane! ¿Por qué crees que estoy aquí?
– No sé… -de repente la verdad se encendió en su mente-. ¿Eres mi socio anónimo?
– Creía que lo habrías adivinado.
Jane abrió la boca para decir algo, pero no encontró nada.
– ¿Eras tú?
– ¿Quién si no?
– Pero… pero -las rodillas de Jane se doblaron y se sentó bruscamente. Estaba empezando a pensar que todo era fruto de un pesadilla-. ¿Por qué primero intentas arruinarnos y luego inviertes en Makepeace and Son?
Lyall se acercó tranquilamente a ella y la miró fijamente a los ojos.
– ¿Qué quieres decir con eso de arruinaros? ¿Por qué demonios iba a intentar eso?
– Estoy segura de que no quieres, pero lo estás haciendo. ¡Y sabes perfectamente de lo que hablo! ¿O vas a negarme que vais a cambiaros a Osfordshire?
– ¿Ah… lo sabes? -dijo sin ningún intento de negación.
– Ya sé que se supone que no tenía que saberlo. Parece que era la única de tus empleadas que no lo sabía.
– Había una razón para ello… -comenzó a explicar Lyall, pero Jane lo interrumpió.
– Sí, ya lo sé.
– ¿Lo sabes?
– No es difícil de adivinar -dijo con amargura-. Algunos de los trabajadores no empezarán a trabajar hasta la segunda fase, sólo tienes que transferir el contrato para el nuevo centro. Ninguno de ellos tiene por qué vivir allí. Pero para mí es diferente, ¿verdad?
– Para ti siempre ha sido diferente -admitió Lyall, con una expresión alegre a pesar de la forma en que estaba siendo tratado.
Jane lo miró con resentimiento. ¿Cómo podía ese hombre hacer que su pulso se acelerara a pesar de la situación en que la había metido?
– Se suponía que yo no lo tenía que saber, así mis hombres acababan el trabajo sin problemas, de manera que al tener la primera fase completa podrías vender la casa más cara.
– Parece que estás muy informada de todo, Jane -replicó Lyall, sin cambiar su expresión alegre.
– Me encontré a Dimity en la casa, y no tardó mucho en decirme los nuevos planes.
– Sí, le encanta contar todo, ¿verdad? Ella ha estado ya en Dilston House y me ha dado algunas ideas. Puede que no te guste mucho como persona, pero no puedes negar que tiene talento como decoradora.
– Muy bien, me imagino que su talento es lo que ha hecho que la mantuvieras bien informada de tus planes.
– Era inútil tenerla en Penbury Manor.
– ¿Y para mí si era útil? No importa, ¿no? ¡Yo soy a la que ibas a echar cuando volvieras de tu viaje!
– Yo nunca pensaba hacer eso, Jane.
– ¿Ah, no? ¡Eso es lo que dijiste a Judith!
La cara de Lyall se oscureció.
– ¿Cuándo dije eso?
– Lo vi en una nota que habías mandado la mañana en que… -Jane no quería decir nada de la noche que habían pasado juntos-. Tú te marchaste. Sé que no debería de haberlo leído, pero llegó un fax justo cuando tú te marchaste, y al estar esperando para recogerlo vi la nota. Estaba todo bastante claro.
– ¡Así que era eso! ¿Por qué no me preguntaste primero, Jane?
– Iba a hacerlo, pero me encontré con Dimity y parecía que lo sabía todo.
– ¿Y por eso cuando te llamé me dijiste que te habías quedado conmigo por dinero?
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