– ¿Es algo importante?
– Pues claro que es importante. Si no fuera importante, no te llamaría a estas horas -contestó ella, más irritada de lo que debería por la presencia de Vicky en la granja.
Pero ¿irían en serio? ¿Serían Bram y Vicky la nueva pareja en el distrito de Askerby? De ser así, Melissa se enteraría enseguida y… ¿qué te diría a su hermana entonces? «Oye, por cierto, estaba de broma cuando te dije que iba a casarme con Bram».
– ¿Vicky puede oírte? -preguntó Sophie.
– No, está en el salón -contestó Bram, bajando la voz.
El salón de Haw Gilí estaba reservado para ocasiones especiales, de modo que no sabía si aquello era una buena o una mala señal. Si Bram se encontrase a gusto con Vicky, estarían en la cocina… ¿no?
Por otro lado, había algo muy invitador en el salón de la granja durante una noche de invierno, con las cortinas echadas… Sophie podía imaginar a Vicky sentada frente a la chimenea, con las luces apagadas, esperando a que Bram le llevase el café.
¿Quién era?, le preguntaría, sonriendo y mirándolo con sus grandes ojos azules y ese hueco entre las paletas frontales que, supuestamente, era tan sexy.
Y Bram dejaría las tazas en el suelo, se tumbaría a su lado y… «Nada importante», le diría.
– Mira, Bram, ¿hay algo entre Vicky y tú? -preguntó Sophie, sin preámbulos.
– Sólo estamos tomando un café… ¿qué era eso tan importante que tenías que decirme?
– Pues verás… es que te llamo para advertirte que… le he contado a Melissa que vamos a casarnos.
Silencio. No sólo silencio. Un silencio atronador. Sophie habría preferido que se pusiera a gritar.
– Lo siento, sé que no debería haberle dicho eso, pero Melissa empezó a hablarme de ti y de Vicky porque te habían visto en el pub con ella, y yo… se me escapó.
– ¿Se te escapó? ¿Cómo se te puede escapar algo así? -exclamó Bram.
– Oye, que fue idea tuya -replicó Sophie, a la defensiva.
– ¿Idea mía?
– Fuiste tú el que sugirió que nos casáramos.
– Ah, esa idea. ¿Te refieres a la proposición que tú rechazaste?
Sophie hizo una mueca. No le gustaba nada cuando Bram se ponía sarcástico.
– Pero la tuve en cuenta, pensé en ello. Lo que pasa es que no me pareció buena idea.
– ¿Y ahora sí?
– Sí… no -Sophie no sabía qué decir. Bram debería haber hecho una broma, haberle dicho que no pasaba nada, como siempre. ¿Por qué se ponía tan difícil?-. En realidad, no tendríamos que casarnos de verdad. Yo había pensado que nos hiciéramos pasar por novios durante un par de semanas y luego le diríamos a todo el mundo que hemos cambiado de opinión.
Bram miró hacia la puerta de la cocina, esperando que Vicky no entrase de repente.
– Si no vamos a casarnos, ¿para qué vamos a fingir que somos una pareja?
– ¡Para que Melissa no piense que estoy loca! ¿Qué dices? -Sophie estaba empezando a enfadarse-. Mira, lo siento, de verdad, pero no estamos hablando de un compromiso para toda la vida. Sólo te estoy pidiendo que te hagas pasar por mí novio durante unas semanas. Después, puedes invitar a Vicky a todos los cafés que quieras. Pero hasta entonces, ¿te importaría hacerme ese favor? -añadió, desesperada-. Especialmente cuando te Mame mi madre.
– ¿Tu madre va a llamarme? -exclamó Bram, alarmado. Los poderes interrogatorios de Harriet Beckwith eran legendarios.
– Sí, es posible. Melissa se lo contará y mi madre es capaz de llamarte con la sana intención de buscar fecha para la boda. Seguramente me llamará a mí primero, pero no quiero hablar con ella hasta que tú y yo nos pongamos de acuerdo.
Bram suspiró.
– ¿Qué le has dicho a Melissa exactamente? -preguntó, pensando que al día siguiente no contestaría al teléfono.
– Sólo que nos habíamos enamorado e íbamos a casarnos.
– ¿Y te ha creído?
– Pues sí -contestó Sophie-. Mi hermana parece pensar que estamos hechos el uno para el otro, no me preguntes por qué. Le conté todo eso que me dijiste tú de mirar a alguien a quien conoces de toda la vida y verlo de otra forma… Ah, y como parecía una coincidencia que nos hubiera pasado a los dos al mismo tiempo, le dije que te había pasado a ti primero, pero que no te atrevías a decirme nada porque como siempre hemos sido amigos…
– Ah, claro.
– Espero que no te importe.
– Entonces, Melissa cree que yo no tenía valor para decirte que te quiero hasta que tú me lo pusiste fácil -dijo Bram.
– Melissa no cree nada de eso -replicó Sophie, enfadada-. Ella cree que eres un hombre sensato y paciente y que me quieres tanto que no te atrevías a poner en peligro nuestra amistad. Pero cuando fui a la granja el fin de semana pasado te miré y, por fin, vi lo que tenía delante. Como si se me hubiera caído una venda de los ojos, por así decir.
– Ah, ya veo.
– Me di cuenta de que siempre te había querido, así que entonces… bueno, pues eso, caímos uno en brazos del otro… y ya está -terminó Sophie.
– ¿Y Melissa se lo ha tragado?
– Parece que sí.
Melissa se lo había tragado por completo. Incluso había dicho que era una tonta por no haberlo visto antes.
– ¡Sois la pareja perfecta! -había exclamado, emocionada-. ¡Qué noticia tan estupenda, Sophie! Bram es una persona maravillosa y tú también. Es evidente que estáis hechos el uno para el otro. No puedo creer que nadie se haya dado cuenta antes-Pero, claro, como siempre habéis sido tan buenos amigos, jamás se me ocurrió pensar que pudierais ser otra cosa.
Es decir, que ahora su hermana estaba entusiasmada, su madre estaría entusiasmada, todo el distrito de Askerby estaría entusiasmado en pocas horas y Bram y ella iban a tener que hacer una pantomima… ¡porque le había molestado que hablase de Vicky Manning!
Inexplicable, pensó Sophie, cerrando los ojos.
– Y si, de repente, nos hemos dado cuenta de que siempre nos habíamos querido, ¿cómo vamos a explicar que rompamos dentro de dos semanas? -preguntó Bram.
– Pues no lo sé, pero tendremos que encontrar alguna excusa -respondió Sophie.
– O sea, que a partir de este momento, estamos comprometidos.
– Me temo que sí. Pero no te preocupes, no te obligaré a casarte conmigo -intentó bromear ella-. Y me portaré fatal para que nadie pueda culparte a ti de la ruptura.
Bram miró de nuevo hacia el salón.
– Mira, ahora tengo que colgar o Vicky empezará a preguntarse si estoy arrancando la mata de café con mis propias manos.
Sophie se había olvidado de Vicky.
– ¿Qué vas a decirle?
– No lo sé.
– Ah.
Eso no sonaba nada bien. Sonaba como si Bram quisiera dejar esa puerta abierta.
– ¿Cuándo piensas venir?
– Pues… la verdad es que ahora mismo no tengo demasiadas cosas que hacer. Me han despedido, ¿sabes?
– Vaya, lo siento.
– ¿Qué tal si voy mañana?
– Perfecto -contestó Bram-. Dime a qué hora llega tu tren e iré a buscarte. Y luego -añadió con un tono menos que amable- tendremos que hablar.
El Land Rover estaba esperándola en la estación cuando Sophie llegó al día siguiente. Sólo eran las tres de la tarde, pero la grisácea luz del sol de noviembre desaparecía rápidamente y las farolas estaban ya encendidas.
Bram se inclinó por delante de Bess, que estaba en el asiento delantero, para abrir la puerta.
– Hola -lo saludó Sophie, subiendo de un salto como había hecho cientos de veces. Quería parecer tranquila, pero su voz sonaba un poco estridente, como si estuviera nerviosa.
Que lo estaba.
Ella nunca se ponía nerviosa con Bram, pero aquellas eran circunstancias «especiales». Porque había hecho algo completamente ridículo. Además de contarle a su hermana una mentira absurda, le había estropeado a Bram una velada íntima con Vicky Manning y, lo peor de todo, lo había obligado a fingir una absurda pantomima delante de todo el pueblo.
Читать дальше