– ¿Qué? -exclamó Sophie, incorporándose.
– Nick me dijo que los vio el otro día en el pub. Supongo que te habrán contado lo de la boda de Vicky…
– Sí, sí, me lo contó mamá.
Ella era la persona con la que Bram solía ir al pub. ¿Qué estaba haciendo allí con Vicky?
– La pobre debe estar pasándolo fatal. Ha sido tan humillante… Por lo visto, le dice a todo el mundo que debe aceptar lo que ha pasado y rehacer su vida.
– Sí, claro. Es normal.
– Yo no sé si podría hacer eso si mi prometido me hubiera dejado… -Melissa no terminó la frase-. Ay, Sophie, perdona. No me había dado cuenta…
– Estoy bien, Mel, de verdad. Dile a Vicky que se fije en mí.
«Y que deje en paz a Bram».
– ¿En ti?
– Claro. Yo soy la prueba viviente de que la vida sigue y que uno puede volver a ser feliz -dijo Sophie, intentando sonar convincente-. Y Bram también. ¿Recuerdas lo triste que estaba cuando rompiste el compromiso con él? Pues mírale ahora. Está estupendo.
Aunque aún no la hubiese olvidado. Eso era algo que tampoco le diría a su hermana.
– Sí, supongo que tienes razón -Mel no parecía muy convencida, de modo que quizá conocía a Bram mejor de lo que Sophie pensaba. Al fin y al cabo, había estado comprometida con él-. Ojalá encontrase a alguien -siguió. Bram era otra persona por la que su hermana se sentía culpable-. Espero que funcione lo de Vicky. Nick me dijo que parecía muy cariñoso con ella.
¿Ah, sí? ¡Pues Bram no tenía por qué parecer cariñoso con Vicky unos días después de haberle pedido que se casara con él!
– Claro que seguramente todavía es pronto para Vicky -siguió su hermana-. Pero yo creo que hacen buena pareja, ¿no te parece?
– ¿Bram y Vicky? ¿Buena pareja? Pues no, para nada.
Casi podía ver las perfectas cejas de Melissa arrugándose con expresión de perplejidad.
– ¿Por qué no? Los dos son tan buenas personas… Vicky sería perfecta para Bram. Ella sabe lo que es la vida en el campo y Bram necesita una esposa.
– Sí, es posible -asintió Sophie, exasperada-. Pero no va a casarse con Vicky. ¡Va a casarse conmigo!
AHORA sí que la has hecho! -exclamó Ella cuando por fin Sophie consiguió terminar la conversación con su hermana.
– Me da igual. No podía dejar que siguiera hablando así de Vicky y Bram. Me estaba poniendo mala.
– ¡Aja! Ya sabía yo que Vicky era la responsable de esto. ¡Estás celosa!
– No estoy celosa de Vicky -replicó Sophie-. La verdad es que me da pena. Encima de que su novio la ha dejado plantada, ahora todo el pueblo intenta casarla con el único hombre disponible en Askerby. Por favor, sólo estaban tomando una cerveza en el pub… Bram es la clase de persona que te invita a una cerveza si estás triste. ¡Pero eso no significa que esté interesado en Vicky y mucho menos que piense casarse con ella!
– Pero a ti no te gustaría que se casaran, ¿verdad? -preguntó Ella.
– No.
– ¿Por qué?
– Porque Vicky no es mujer para Bram.
– Mira, en este momento se me vienen a la cabeza las palabras «perro» y «hortelano» -rió su amiga.
– Bram es mi mejor amigo y yo sé lo que necesita. Y, desde luego, no es Vicky Manning -protestó Sophie.
– Pero a ti tampoco, ¿no?
Sophie se movió, incómoda.
– No debería haberle dicho que vamos a casamos, ¿verdad?
– Pues no, yo creo que no.
– Pero es que Melissa no hacía más que hablar de Vicky y Bram y… era como si todo el pueblo hubiera decidido que tenían que casarse a la fuerza. Bram se merece algo mejor -suspiró Sophie-. En fin, se me ha escapado. No sé por qué lo he dicho.
– Pues entonces será mejor que llames a Melissa y le digas que no es verdad.
– No puedo. Estaba tan emocionada… En cuanto le he dicho que iba a casarme con Bram, me ha confesado que ahora puede ser feliz de verdad. Y luego ha dicho que Bram y yo somos perfectos el uno para el otro… En fin, pensé que no iba a colgar nunca.
Sophie hizo una mueca al recordar la alegría de su hermana.
– Pero no es verdad -le recordó Ella.
– Si le digo que es mentira, querrá saber por qué se me ha ocurrido contarle eso y… ¿qué excusa puedo inventar? Diga lo que diga, pensará que sigo enamorada de Nick, y entonces se disgustará más… No, de verdad, no puedo pasar por eso esta noche.
– Seguramente ahora mismo está hablando por teléfono con tu madre. Tu madre se lo contará a Maggie Jackson, y una vez que lo sepa Maggie, lo sabrá todo el pueblo.
– ¡Ay, Dios mío! ¿Qué he hecho? -exclamó Sophie.
– Creo que acabas de comprometerte con tu mejor amigo -contestó Ella, que parecía estar disfrutando de su predicamento mucho más de lo que debería disfrutar una verdadera amiga.
– ¿Y qué hago?
– Bueno, si no te atreves a llamar a Melissa, será mejor que llames a Bram para avisarle.
– Sí, claro, tienes razón. Voy a llamarle ahora mismo.
Sophie miró su reloj. Eran más de las diez. Los granjeros solían acostarse muy temprano porque tenían que levantarse al amanecer, y Bram no era una excepción, pero quizá aún estaría levantado.
Sophie marcó el número, pero estaba tan nerviosa que se equivocó y tuvo que empezar otra vez.
– ¿Qué vas a hacer? -preguntó Ella-. No puedes decirle: «¿Cómo estás, Bram? Oye, por cierto, vas a casarte conmigo».
Sophie la miró, pensativa.
– Pues… puedo contarle lo que ha pasado y pedirle que nos hagamos pasar por novios durante unas semanas. Sólo hasta que la gente del pueblo deje de preocuparse por nosotros, ¿qué te parece? Y luego diremos que hemos roto. Bram sólo tendrá que hacer el papel… y seguro que lo hace por mí -contestó. Aunque no estaba tan segura como le gustaría.
Podía imaginar el teléfono sonando en la cocina de la granja Haw Gilí. Si Bram estaba levantado, contestaría a la segunda o tercera llamada, pero el teléfono sonaba y sonaba…
– Por favor, que no se haya ido a la cama -murmuró Sophie. ¿Qué iba a hacer si saltaba el contestador? No era el tipo de mensaje que uno podía dejar en el contestador de nadie, ni siquiera en el de tu mejor amigo: «Hola, Bram, le he dicho a Melissa que vamos a casarnos. Espero que no te moleste. Adiós».
– Granja Haw Gilí.
El sonido de su voz, esa voz tan masculina, tan ronca, tan pausada, hizo que Sophie dejase escapar un suspiro de alivio.
– ¡Gracias a Dios que no estás dormido! Tengo que hablar contigo, Bram.
– ¿Sophie?
– Sí, soy yo. No te he despertado, ¿verdad?
– No… No, qué va.
– Mira, tengo que contarte una cosa…
– Ahora no es buen momento, Sophie.
– ¿Por qué?
Al otro lado del hilo hubo una pausa.
– Pues… porque Vicky está aquí.
– ¿Vicky?
– Vicky Manning. Te acuerdas de ella, ¿no?
Sophie se apartó el teléfono y lo miró durante unos segundos como si fuera un monstruo de dos cabezas.
– Sí, claro que me acuerdo de ella. ¿Qué está haciendo ahí?
Había querido que la pregunta sonase alegre y despreocupada, pero tenía la horrible impresión de que había sonado hostil y, lo que era peor, celosa.
– Está esperando que le haga un café -contestó Bram.
Café. Ya. A Sophie se le encogió el corazón.
Si había llevado a Vicky a su casa, allí pasaba algo gordo. En Londres, invitar a alguien a un café no significaba nada, pero la granja Haw Gilí era un sitio tan aislado que uno no pasaba por allí por casualidad.
De modo que, probablemente, Bram tenía en mente algo más que charlar sobre el tiempo.
Sophie tuvo que tragar saliva. Sentía un peso en la boca del estómago… no eran celos, no, pero… ¿Bram y Vicky? Vicky no era mujer para él. Bram tenía que darse cuenta de eso.
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