Lynsey Stevens - Amor traicionado

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Georgia había imaginado cientos de veces que se convertiría en la mujer de Jarrod Maclean… Hasta que lo encontró abrazando apasionadamente a su madrastra.
Para contener el dolor, trató de convencerse de que se alegraba de que Jarrod hubiera decidido marcharse a otro país.
Cuando Jarrod volvió, cuatro años más tarde, Georgia no había conseguido perdonarlo. A pesar de que lo veía más enamorado de ella que nunca, él insistía que una relación sentimental entre ellos era imposible… ¿Ocultaba algo? ¿Qué había pasado de verdad cuatro años atrás? Toda la familia parecía saberlo… excepto ella.

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– ¡De todo! -Lockie se dejó caer sobre una silla…

– No será para tanto -Georgia sonrió.

– Juzga tú misma. ¿Qué quieres primero las buenas o las malas noticias? -suspiró profundamente e, inclinándose hacia adelante apoyó los codos en las rodillas y la cara en las manos-. Debería estar encantado pero…

Georgia arqueó las cejas y miró a Morgan antes de mirar a su hermano.

– ¿Pero? ¿Por qué deberías estar encantado?

– Por el concierto que he conseguido en el Country Blues -dijo Lockie.

– ¿Qué concierto? -Georgia seguía enfrascada en su trabajo y sólo le dedicaba parte de su atención a su hermano.

– El concierto, Georgia. El que llevo intentado conseguir hace tiempo. El que me dijiste que consiguiera.

Georgia alzó la mirada.

– ¿El que te dije que consiguieras? ¿Te refieres al del Country Music Club, en Ipswich?

Lockie asintió con una sonrisa de oreja a oreja.

– ¡Eso es magnífico, Lockie! -dijo Morgan, levantando el pulgar en señal de triunfo.

– ¡Es maravilloso! -corroboró Georgia.

– ¡Ya lo sé! Llevo intentándolo toda la semana pero lo he conseguido por un golpe de suerte: el grupo que iba a tocar ha sufrido un accidente y no va a llegar a tiempo. Ha sido cuestión de estar en el sitio adecuado en el momento preciso.

– Es el destino -dijo Morgan.

– Es nuestra gran oportunidad, Georgia. Hemos trabajado un montón y nos merecemos una oportunidad. Por eso hemos ensayado tanto y hemos tocado en locales pequeños -se frotó las manos-. Este contrato puede llevarnos muy lejos. El Country Music Club es el lugar donde tocan todos los que luego se hacen famosos.

– ¿Y cuáles son las malas noticias? -preguntó Georgia.

– Que tenemos que empezar el viernes y Mandy todavía está en Nueva Zelanda -Lockie se puso en pie y dio varias zancadas-. ¿De dónde demonios voy a sacar una cantante para sustituirla?

– ¿No podéis hacerlo sin ella? -preguntó Georgia, compasiva.

– Probablemente. Pero ya sabes cómo es este negocio. Estamos abriéndonos camino con una cantante y necesitamos una mujer para resultar un grupo más atractivo -se paró en seco con las piernas separadas-. Nuestra música es buena pero el repertorio que llevamos ensayando todo el año necesita una voz de mujer. Los chicos no van a dar crédito cuando se lo cuente.

Morgan cerró la revista y la dejó sobre la mesa.

– Si quieres me ofrezco a ponerme un vestido sexy y a salir al escenario; pero en cuanto abriera la boca lo estropearía todo.

Lockie rió. La tendencia a desafinar de Morgan era una broma común en la familia.

– ¿Por qué no llamas a Mandy para que venga? -preguntó Georgia.

– Lo he intentado pero no doy con ella.

– Seguro que puedes encontrar alguien para sustituirla -dijo ella, sonriendo.

Lockie la miró pensativo.

– ¡Se me ocurre una idea! -dijo, sin aliento-. ¡Estamos salvados! -alzó la vista al cielo en agradecimiento-. No entiendo cómo no lo he pensado antes. Tú puedes sustituir a Mandy el viernes por la noche, Georgia.

Georgia lo miró inexpresiva y sacudió la cabeza.

– No, Lockie, yo no. Ya lo discutimos antes de que Mandy entrara en el grupo. Ya sabes lo que pienso de actuar en público. Y por si no te acuerdas ya tengo trabajo.

Lockie alzó la mano para detenerla.

– No, Lockie -insistió Georgia, decidida-. Me gusta cantar, no voy a negarlo. Pero en privado, no en público.

– Georgia, por favor -Lockie se acercó a ella-. Sólo serían dos noches. Así tendría toda la semana que viene para dar con Mandy y convencerla de que vuelva.

– Intenta llamarla otra vez. Tiene tiempo de sobra para venir el viernes -dijo Georgia. Lockie levantó las manos.

– Ya te he dicho que no está. ¿No comprendes que la he llamado en cuanto lo he sabido? Su madre me ha dicho que ha ido a hacer un viaje y que iba a visitar a unos primos. No pueden dar con ella hasta el domingo, así que no va a poder llegar a tiempo.

– Lo siento, Lockie.

– Georgia, tú sabes todas las canciones. Has cantado con nosotros un montón de veces. Y estoy seguro de que el traje de Mandy te quedaría bien. Sois del mismo tamaño.

– Más o menos -dijo Morgan, burlona.

Lockie le dirigió una mirada amenazadora.

– Pero no quiero cantar ante público -repitió Georgia, con firmeza, poniéndose en pie.

– Escucha, Georgia -Lockie la tomó por los hombros-. Eres una gran cantante, ¿no lo he dicho siempre? Casi tan buena como Mandy, ¿verdad, Morgan?

– Mejor -respondió, y Lockie decidió ignorarla.

– Sé que puedes hacerlo. Eres fantástica.

Georgia alzó los hombros para librarse de sus manos.

– No me adules, Lockie. Y no me presiones.

– ¿Adularte yo? -Lockie masculló algo entre dientes-. De acuerdo, Georgia, te lo explicaré de otra manera. El viernes por la noche representa nuestra gran oportunidad. Y ya sabes lo que me dijo Mandy: se acabaron los conciertos pequeños. He conseguido lo mejor, un concierto en el Country Music Club pero no tengo cantante. Y sin cantante, Country Blues no existe. ¿No lo comprendes? Tú eres la única persona que se conoce nuestro repertorio, no necesitarías practicar más que mañana.

– No puedo, Lockie, lo siento.

– Morgan, convéncela -Lockie acudió a su hermana menor-. Hazle comprender.

– No me metas en esto, Lockie. Ella es quien tiene que ponerse delante de toda esa gente y cantar.

– Muchas gracias -dijo Lockie, desesperado.

Georgia dejó escapar un suspiro de impaciencia.

– No tengo tiempo, Lockie. Y tengo que hacer turnos de tarde en la librería.

– Georgia, no es más que viernes y sábado. Sólo trabajas por la tarde el jueves.

– Seguro que no es legal llevar una cantante suplente y… -Georgia comenzó a argumentar.

– Lo diré en el club. Será oficial -Lockie se precipitó a responder-. Y Mandy estará de vuelta para el concierto del fin de semana siguiente. Sólo son dos noches, Georgia.

– Lockie, por favor -Georgia se pasó la mano por la frente.

– Sí, Lockie, ya la has presionado suficiente -intervino Morgan con un interés extraño en ella-. ¿Por qué no lo consultas con la almohada, Georgia? Y si mañana piensas lo mismo, Lockie tendrá que buscar otra sustituta, ¿de acuerdo?

Georgia accedió con un movimiento de cabeza.

– De acuerdo -dijo Lockie-. Necesito tomar un café y marcharme. Tengo que poner al día a los chicos -tras dirigir una mirada implorante a su hermana, se fue a la a cocina.

– ¿Qué vas a hacer? -preguntó Morgan.

– Siempre he discutido con Lockie sobre este asunto -dijo Georgia, abatida-. Desde que formó su primer grupo, quiso que cantara con ellos. Lo pasé bien durante un tiempo, pero…

Calló. Pero Jarrod había aparecido y estar con él se había convertido en lo más importante en su vida, abrazarse a él, hacer el amor…

– Si actuar ante público te pone tan nerviosa… -Morgan se encogió de hombros-, no tiene sentido que lo pases mal. Pero comprendo el punto de vista de Lockie. Es una lástima que Mandy esté en Nueva Zelanda en el preciso momento en que Lockie tiene un golpe de suerte.

Georgia asintió y fue a la cocina a preparar la cena. Lockie estaba sentado en la mesa, con la mirada fija en el café. Al oír entrar a Georgia, alzó la vista.

– Georgia, necesitamos el dinero de la actuación -dijo, en voz baja.

– Vamos, Lockie, sé que no somos ricos, pero tampoco es para tanto.

Lockie frunció el ceño.

– Yo sí necesito ese dinero, Georgia -hizo una pausa en la que Georgia lo contempló, sorprendida por la gravedad de su tono-. Sabes que tengo que pagar la furgoneta y llevo varios pagos retrasados.

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