– Mira, Josh, voy a intentar sacarte de aquí. ¿Crees que podrás hacerlo? -volvió a preguntarle.
– No lo sé…
– Animo: lo conseguiremos. Ya lo verás -y empezó a subir por la empinada ladera, con el niño apretado contra su pecho.
Savannah lo observó mientras ascendía lentamente por la pendiente cubierta de nieve. Los minutos se le hicieron eternos. Vio que resbalaba varias veces, caía hacia abajo un trecho hasta que conseguía levantarse de nuevo. Finalmente, alcanzó la cumbre del barranco.
– Oh, Josh -susurró, besando al niño y sollozando en silencio-. Gracias a Dios que estás vivo -aterrada, miró a Travis-. Se está congelando.
– Hay que llevarlo a la casa cuanto antes, pero no creo que esté en condiciones de montar solo, y Jones está demasiado agotado para cargar con los dos. ¿Podrás llevarlo tú?
– Por supuesto.
Una vez que Savannah montó en Mattie, Travis la ayudó a instalar al niño en su silla.
– ¿Dónde está Mystic? -inquirió Josh con voz débil en el instante en que se pusieron en marcha. Se acurrucaba contra su tía, temblando de frío y de miedo.
– Está atado y a salvo. Enviaremos a buscarlo cuando lleguemos a casa -le aseguró Travis.
El trayecto de vuelta duró una eternidad. Josh no volvió a abrir la boca más que para gemir. A Savannah le dolían terriblemente los brazos de sujetarlo. Para cuando distinguieron los primeros edificios del rancho, el sol ya asomaba en el horizonte.
Lester los descubrió en el potrero más cercano a las cuadras. Sonrió de oreja a oreja y de inmediato ordenó a Johnny que despertara a todo el mundo en la casa.
– Hola, hijo. No sabes cuánto me alegro de volver a verte -le dijo a Josh mientras lo ayudaba a bajar del caballo.
Charmaine y Wade se reunieron con ellos segundos después. Charmaine apenas había tenido tiempo para ponerse una bata sobre el camisón y calzarse las botas.
– ¡Josh! -tenía el rostro bañado en lágrimas-. Oh, cariño, ¿estás bien? Déjame mirarte…
– Será mejor que entre cuanto antes en casa -dijo Travis.
– No. Dámelo -lo estrechó contra su pecho, emocionada-. ¡Que Dios te bendiga por haberlo encontrado!
– Hay que llamar a una ambulancia -fue la respuesta de Travis-. Está congelándose de frío.
– ¡Oh, cariño… ¡ -susurró Charmaine llevándolo hacia la casa.
Josh se colgaba del cuello de su madre como un desesperado. Charmaine estaba sollozando y a Savannah se le saltaban las lágrimas.
– ¿Y Mystic? -quiso saber Lester.
– Tenemos que volver a buscarlo -explicó Travis, mirando cómo Charmaine entraba en la casa con su hijo-. Está herido. En la pata delantera derecha, probablemente el tobillo.
Lester frunció el ceño.
– Voy a buscar la camioneta -y salió disparado.
Travis se volvió hacia Savannah. Tenía el semblante muy serio, preocupado. Se le notaban las ojeras de cansancio.
– Yo volveré a buscar el caballo mientras tú te ocupas de Josh. Asegúrate de que llaman a la ambulancia. Y no te olvides del veterinario.
– Descuida -echó a correr hacia la casa.
Después de quitarse las botas en el porche, entró en la cocina y sonrió al ver a Arquímedes bajo la mesa.
– Sadie te despellejará vivo como te encuentre aquí.
Se quitó los guantes y los dejó sobre el mostrador. Frotándose las manos, se dirigió al despacho. Wade acababa de colgar el teléfono.
– ¿La ambulancia? -preguntó.
– Está en camino.
– Bien. ¿Qué tal está Josh?
– Charmaine lo ha subido a su habitación -contestó, preocupado-. No tiene buen aspecto.
– No me extraña. Se cayó del caballo y ha pasado veinticuatro horas bajo una tormenta de nieve.
– Espero que se recupere.
Savannah entrecerró los ojos. De repente volcó sobre su cuñado toda la furia y frustración que había acumulado durante las últimas horas.
– ¡Estaría bastante mejor si tú lo hubieras tratado como a un verdadero hijo!
– Yo lo intento…
– ¡Tonterías!
– No se me dan bien los niños…
– Es tu hijo, maldita sea. No quiero excusas. Lo único que quiere ese niño es una oportunidad. ¡Necesita tu amor y tu cariño!
– Lo sé, lo sé -admitió Wade, pasándose una mano por el pelo-. Pero no puedo evitar que me saque de quicio.
– Dios mío, has estado a punto de perder a tu hijo y lo único que se te ocurre es que te saca de quicio. Eso es sencillamente repugnante, Wade. ¡Piensa en lo mucho que ha sufrido!
– Savannah, no es momento para ponerse así… -repuso, pálido-. ¿Qué pasa con Mystic? ¿Dónde está?
– Sigue en las montañas. Travis y Lester van a ir a buscarlo -se apartó de él, asqueada, y marcó el número del veterinario del rancho, Steve Anderson.
Cuando le explicó la situación, el veterinario le aseguró que estaría allí lo antes posible. Acaraba de colgar cuando entró Reginald. Tenía aspecto de no haber dormido en toda la noche.
– ¿Qué es eso que he oído de que te has escapado de casa esta noche? ¿Has salido con esta tormenta?
– No podía dormir.
– Acabo de bajar de la habitación de Josh. Ese niño ha vivido un verdadero infierno. Y tú has cometido la mayor estupidez del mundo al salir con esta tormenta. Dios mío, Savannah… ¡Podríamos haberte perdido a ti también!
– Pero no ha sido así. Y Josh está a salvo.
– Gracias a Dios. Creo que necesito una copa.
– Yo también -lo secundó Wade, dirigiéndose al mueble de las bebidas.
– ¿Y tú qué haces que no estás arriba con tu hijo? -exclamó Reginald, airado.
Wade se detuvo en seco y se volvió para mirar a su suegro.
– Acabo de llamar a la ambulancia.
– Ya.
– Estoy tan preocupado como tú por Josh, pero pensé que sería mejor que pasara un rato a solas con su madre.
Savannah estaba harta de las excusas de su cuñado. Suspirando, informó a su padre de que Travis y Lester se disponían a salir a buscar a Mystic.
– Los acompañaré.
– Antes tienes que saber algo, papá. Mystic está herido.
– ¿Es grave?
– No lo sé, pero tiene una lesión en una pata delantera, a la altura del tobillo. Bueno, ya lo verás por ti mismo. Ya he llamado al veterinario.
– El caballo se pondrá bien -afirmó Wade, buscando la mirada de su cuñada en busca de apoyo.
– Eso espero -repuso ella antes de dirigirse hacia el vestíbulo-. Quiero ver a Josh antes de que llegue la ambulancia.
– Antes entra a ver a tu madre -le pidió Reginald mientras la acompañaba y descolgaba su abrigo del perchero-. Está terriblemente preocupada por el chico.
– Por supuesto.
– Dile a Josh que subo en un minuto -dijo Wade a Savannah-. Antes quiero asegurarme de que hay gente suficiente para salir a buscar a Mystic.
– Claro -suspiró, cansada. «Vuelve a dejar tu hijo para lo último», le reprochó en silencio mientras subía las escaleras.
El niño estaba en la cama.
– ¿Cómo te encuentras, campeón?
Josh intentó sonreír, pero no pudo. A Savannah se le desgarró el corazón al verlo.
– La ambulancia estará aquí enseguida. Ellos re curarán, ya lo verás.
– ¿Y Mystic? -inquirió con un hilo de voz.
– El abuelo y Travis lo traerán enseguida. Y ahora no pienses más en él. Tienes que concentrarte en curarte, ¿de acuerdo?
Josh se dio la vuelta en la cama y cerró los ojos, rendido de cansancio.
La ambulancia llegó poco después. Dos sanitarios lo pasaron a una camilla y bajaron las escaleras. Savannah vio que Wade paseaba nervioso entre el despacho y el salón.
– ¿Tía Savvy? -susurró Josh, haciendo detenerse a los sanitarios en la misma puerta.
– ¿Qué, cariño?
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