Liz Fielding - Orgullo y amor
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– Gracias, cariño -murmuró, y luego sonrió con malicia-.Y cuando les estés preparando a tus pequeños monstruos chocolate con galletas, no te vas a olvidar de mí tampoco, ¿verdad?
– ¡Chocolate y galletas! -exclamó Casey.
– Oh, te van a adorar -declaró Matty riéndose mientras Gil y Casey se miraban.
– A mí me gustaría -comentó él y antes de que ella pudiera responder tocaron a la puerta para avisar que llegaban las niñas. De inmediato ocuparon toda la casa, agrupándose para escribir sobre sus propias mascotas antes de conocer de dos en dos a la gata y a sus gatitos.
Gil sacó su cámara Polaroid y se ganó el corazón de las niñas tomando muchas fotografías de ellas con los gatitos, y luego le hicieron prometerles que podían verlos.de nuevo cuando quisieran. Casey suspiró aliviada cuando la última niña se despidió con timidez.
– Adiós señor Blake. Muchas gracias, señor Blake.
– Ya te arrepentirás de todo esto -le advirtió Casey cuando cerraba la puerta.
– No, te lo aseguro -Gil sacudió la cabeza-. Gocé cada instante -y era cierto, pensó ella. Trató a las niñas con cortesía y respetuosa paciencia y ellas respondieron con adoración total. Podía ser un perfecto padre-. De todas maneras será a ti a quién molestarán. Estás más en casa que yo -Casey soltó una carcajada.
– No las conoces Gil, estás equivocado. Te estarán acechando.
– No estaría mal, para variar, ¿no crees? -se quedaron mudos por un instante.
– ¿No irás a trabajar hoy? -preguntó al fin Casey.
– No, no pienso ir hoy a trabajar. Quiero pasar el día tranquilo en casa con mi mujer, si no te molesta. ¿O estoy interfiriendo con tus planes? ¿Qué pensabas hacer, Casey? Ir a almorzar en algún tranquilo restaurante con Michael, y luego pasar la tarde en cama…
Ella lo abofeteó tan fuerte en plena cara, que resonó en toda la habitación. Se quedó inmóvil viendo las huellas de su mano aparecer en la mejilla donde lo había golpeado, ignorando con ira las lágrimas que amenazaban ahogarla.
– ¿Ya te sientes mejor después de esto? -le brillaban los ojos a Gil cuando la retó.
– ¡Sí! -levantó de nuevo la mano, pero esta vez él estaba preparado, y detuvo su brazo a medio camino. Furiosa, ella levantó el otro brazo, pero él lo tomó con su mano libre y lo dominó a pesar del esfuerzo que ella hacía por librarse.
– No, Casey-le dijo él en tono amenazante-. Con una vez basta -la acercó bruscamente apresándola contra su pecho e inclinó el rostro poniendo su boca muy cerca de sus labios- Ahora mi turno.
La besó con fuerza y ella suspiró estremecida, apoyada en él levantó los brazos y entrelazó los dedos sobre los cabellos en su nuca, lo acercó más y abrió los labios. Cayeron al suelo, tirando la mesita y su lámpara mientras empezaban a desvestirse, enviaron la sudadera azul marino1 de ella al otro extremo de la sala, mientras ella desabotonaba la camisa con dedos temblorosos por la necesidad de acariciarlo, de abrazarlo, de sentir su piel cálida sobre ella. -Casey -gimió él.
– No hables… -luego ella empezó a gemir más y más ante las caricias en sus pechos. El le besó el cuello y fue bajando lentamente hasta sus senos, haciéndola contener el aliento por la intensidad del impulso sexual que la invadía, y desesperadamente con las piernas, se libró del pantalón. Gil levantó la cabeza, despojó a Casey del resto de la ropa, y la contempló mientras acariciaba sus piernas que lentamente ella abrió para invitar a sus caricias.
Gil terminó de desvestirse sin mayor ceremonia y por un instante ella pudo gozar de la gloria de contemplar su vigoroso y bronceado cuerpo. Luego él la inmovilizó en el suelo y ya no tenía escape posible, aunque ella quisiera.
Pero escapar era lo último que ella tenía en mente; estaba exactamente como quería, con Gil, bajo su cuerpo pulsante y duro, escuchando los suspiros de amor que tanto había anhelado en su oído, y sintiendo el ardor de la pasión al inundarla cuando se entregaba a él. Se abrazó febrilmente a Gil abriendo las caderas cuando la necesidad era ya casi dolorosa. Y cuando pensó que ya no podía soportarlo más, él la poseyó haciéndola gritar de profundo dolor y placer.
Durante un instante, Gil titubeó y ella notó la sorpresa en sus ojos; luego, con un feroz y agudo gemido, continuó aumentando la llama de pasión que encendió en ella hasta que se consumió a medida que el deseo explotaba en oleadas interminables de placer. Luego, Gil lanzó una exclamación salvaje mientras ella sentía su propia descarga, y después rodó cuidadosamente hasta quedar exhausto a su lado. Durante un breve momento quedaron ahí, luego él suspiró profundamente y se incorporó.
– Cuánto lo siento, Casey -dijo él y pasó los dedos entre sus cabellos-. Debiste advertírmelo.
– ¿Que era virgen? -sin el cuerpo de Gil que la cubriera se sentía de pronto muy desnuda. Se incorporó y colocó el mentón en las rodillas-. Supuse que lo averiguarías tú mismo -trató de sonreír… Tarde o temprano.
– Tarde, más bien, ¿no crees? -le brillaban los ojos mientras besaba con ternura los dedos de su mano.
– Ahora ya qué importa.
– Hubiera sido más considerado… -él levantó la vista y contempló la mano de Casey. Ella se ruborizó de alegría.
– Podrías ser más considerado… ahora.
– ¿Te duele? -él despejó de su rostro los cabellos húmedos y le besó la frente.
– No. Sólo la espalda… -Gil arrugó la frente preocupado mientras ella reparaba en algo que hizo-. Estaba acostada en una galleta a medio comer -Gil estalló en carcajadas.
– En ese caso, cariño mío, será conveniente que tratemos de llegar a la recámara antes de volver a hacer el amor -y sin esperar respuesta la levantó en sus brazos, subió con ella por la escalera y la depositó en el lecho-. Ahora, nos vamos a ir muy despacio -le murmuró cuando se recostaba también, se recargó en un codo para después acariciar con la punta de los dedos su pecho
– Ya que me lo pediste de buena manera -ella aceptó la broma y lo abrazó.
– ¿Quieres que te lo pida por favor?
– Sólo si quieres, señora Blake -respondió con los ojos sombreados por el deseo.
– Por favor, Gil, hazme el amor -antes de que pudiera terminar él buscó sus labios, encendiendo de nuevo la llama de la pasión en su cuerpo, acariciándola con sus dedos sensitivos para encender la hoguera que estuvo apagada tanto tiempo.
Tentativamente, ella empezó a acariciarle el cuello y todo el pecho. Se maravilló de la sensación de sus músculos contrayéndose al tocarlos con los dedos. Tímida, tocó su piel con la punta de la lengua y cuando el gimió levantó la vista, asombrada.
– Continúa-le suplicó él y ella sonrió con más confianza.
– ¿Eso te gusta? -le preguntó ella.
– ¡Bruja! ¡Sabes muy bien que sí!
– ¿Y esto? -ella deslizó la mano por su vientre.
– Más -rogó él sin aliento y ella titubeó.
Entusiasmada por el efecto que surtían sus caricias, eliminó todo rastro de timidez y continuo acariciándolo más abajo El perdió todo control. La recostó de frente y se ubicó sobre su cuerpo que estaba listo para él. Con un feroz grito de placer la penetró y no se movió hasta que ella le suplicó:
– ¡Por favor, Gil! -y ambos llegaron al éxtasis para después quedar dormidos uno en brazos del otro. Casey despertó para descubrir que Gil la contemplaba.
– Hola, señora Blake. ¿Cómo te sientes?
– Casada -respondió ella con una amplia sonrisa de satisfacción.
– Ya lo creo -él arrugó la frente preocupado-. ¿Y crees que te gustaría ser una esposa "de verdad"?
– Por lo que he experimentado hasta ahora, te aseguro que es mucho mejor que ser una "de mentira".
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