– Hola, señor. ¿Se acuerda de mí?
Volviéndose, se encontró con su pequeña vecina, la propietaria del gato sanguinario le estaba mirando con su usual mirada de sinceridad. Magnífico disfraz, pensó disgustado.
– Michi Ann, ¿cómo has sabido que era yo?
Ella pareció extrañada al oír esa pregunta.
– He visto que estaba aquí, y me he acercado a decirle hola -explicó con aire de profunda sensatez-. Mire mis zapatos nuevos.
– Sí -dijo Carson- son fantásticos. Michi Ann Nakashima -dijo luego volviéndose a Lisa-, esta es Lisa Loring.
– ¿Cómo está usted? -dijo Michi Ann-. ¿Tiene usted un gato?
– ¿Un gato? -dijo Lisa sonriendo-. No, me temo que no.
– Podría tener uno si quisiera. En el departamento de animales tienen unos preciosos -señaló Michi Ann. Luego se volvió a Carson-. Usted debería comprarse uno.
– Yo no podría tener un gato, Michi Ann. Estoy siempre viajando de un lugar a otro.
Ella asintió, bajando los ojos.
– Nosotros también, desde que papá se fue. Pero eso es lo bueno que tiene Jake. Cuando llegamos a un sitio nuevo, y yo estoy triste porque me da miedo y no conozco a nadie, no pasa nada porque siempre tengo a Jake. El es mi mejor amigo -dijo, regalando a Carson con una de sus raras sonrisas-. Usted podría hacer lo mismo si tuviera un gato como Jake.
Lo primero que sintió Carson fueron verdaderos deseos de golpear a cualquier persona que pusiera triste o asustara a aquella niña. Las palabras de Michi Ann le trajeron recuerdos de su propia infancia infeliz. Sin detenerse a pensar en lo que estaba haciendo, se arrodilló frente a la pequeña para quedar a la altura de sus ojos, y se quitó las gafas negras para que ella pudiera ver la sinceridad que había en sus ojos.
– Yo soy tu amigo, Michi Ann -le dijo-. No lo olvides, ¿de acuerdo? Mientras esté en la ciudad, puedes contar conmigo, igual que con Jake.
– Sí, señor, ya lo sé -convino la niña solemnemente-. Mi mamá me está llamando. Adiós.
Carson se incorporó lentamente. Lisa le miraba con gesto de interrogación.
– Pensaba que no te gustaban los niños -indicó mientras continuaba su paseo a través de la tienda.
– Yo nunca he dicho que no me gusten los niños -protestó él, apoyando su mano en la espalda de Lisa para guiarla a través de la multitud-. Lo único que he dicho era que prefería vivir sin ellos.
– Comprendo -dijo ella. Le gustaba sentir la mano de él en la espalda. Le gustaba sentir su presencia, su seguridad. Por alguna razón, y a pesar de la opresiva evidencia del éxito de Kramer's, su corazón se sentía ligero.
– Atención, queridos clientes -dijo de pronto una voz a través de los altavoces. Era la voz de Mike, retumbando por encima de la música de rock-. Tenemos con nosotros a una invitada muy especial. Lisa Loring, de los Grandes Almacenes Loring's está aquí, comprando en nuestra tienda. Es todo un cumplido, ¿no les parece, amigos? La propia Lisa Loring sabe que nuestra tienda es la mejor. Gracias, Lisa. Pero la peluca negra no te va en absoluto. ¿Por qué no visitas nuestro salón de belleza? Nuestras chicas te ayudarán con algo espectacular. ¡Y corre en mi cuenta, Lisa!
Carson la condujo rápidamente hacia la salida. Lisa iba murmurando palabrotas que jamás habían salido antes de sus labios. Carson estaba muerto de risa.
– No tiene ninguna gracia -dijo ella, levantándose el cuello del abrigo y rezando para que no la reconociera nadie más-. ¡Odio a ese hombre! Tengo que pasar por encima de él, Carson, tengo que hacerlo.
Carson suspiró. De acuerdo con lo que acababan de ver, pensaba que eso iba a resultar bastante difícil.
Cruzaron la calle y se quitaron el abrigo y la peluca. Lisa levantó la mano a la luz, para ver qué tal le quedaba el anillo de oro en el dedo. Entonces se encontró con los ojos de Carson, que la contemplaban. El se había quitado el suyo y lo había puesto en la cajita donde estaba. Esperaba que ella se quitara el suyo. Un impulso perverso le hizo a Lisa cerrar el puño y echar a andar en dirección al ascensor, con el anillo todavía en el dedo. Inmediatamente se sintió ridícula. Pero no era el momento de volverse atrás. De momento, pensaba llevar el anillo en el dedo y permitirse soñar.
De vuelta en el departamento de joyería, Carson miró su propio anillo en la cajita, dorado sobre el terciopelo negro. De pronto, y contra toda lógica, decidió tomarlo de nuevo.
– Voy a quedarme con esto un rato más -le dijo a Chelly, que era quien estaba en el mostrador.
– Muy bien -dijo ella-. Tengo su recibo, o sea que ya sé a quién pedirle el dinero si el anillo no vuelve.
Carson se lo metió en el bolsillo, y se dio la vuelta para marcharse. Estuvo a punto de estamparse contra la pared. ¿Qué diablos estaba haciendo? ¿Por qué diablos había decidido quedarse con aquel anillo de boda, en nombre del cielo? ¿Por qué?
Porque Lisa se había quedado con el suyo. Pero eso no tenía el menor sentido. El no pensaba casarse. Ni siquiera pensaba fingir que estaba casado. De modo que, ¿para qué diablos quería un anillo de boda? De haber podido, habría ido a devolverlo, pero le daba la sensación de que si lo hacía, la mitad de la tienda se habría enterado el minuto siguiente.
Se quedó inmóvil frente al ascensor, sin saber qué hacer, intentando elaborar un plan de acción. Podría haberse estado allí horas, de no ser porque Greg apareció a sus espaldas.
– Vamos para arriba -dijo Greg-. Lisa ha convocado otra reunión en el salón de conferencias.
Carson asintió y entró con él en el ascensor.
Lisa les estaba esperando en el salón de conferencias. Comenzó dando una visión general de lo que estaba sucediendo en Kramer's.
– Nos están ganando por la mano -dijo de forma rotunda-. Y tal como están las cosas, no podemos esperar competir con Kramer's en su terreno. Si intentáramos nosotros también explotar el lado brillante y espectacular, siempre quedaríamos en segundo lugar. Por lo tanto… -dijo haciendo una pausa para dar un sorbo de agua-, por lo tanto, he decidido que vamos a girar en una dirección completamente diferente. Kramer's es sinónimo de espectáculo. Nosotros seremos sinónimo de familia. A largo plazo, estoy segura de que los valores familiares son los más duraderos.
Hubo murmullos en los asientos. Sabía que nadie iba a aceptar su idea de buenas a primeras desde un principio. Pero a pesar de todo siguió adelante, exponiendo las líneas generales de su plan.
– Cambiaremos el nombre de la tienda a Loring's Family Center. Todos los departamentos pondrán las necesidades familiares en el número uno de sus prioridades. Abriremos una guardería para nuestros empleados, y más tarde espero tener otra para los clientes también. Para la sección de bebés contrataremos a una enfermera especializada que dará clases sobre atención a los bebés. También publicaremos un folleto sobre cuidados generales para los niños. Nuestra meta será convertirnos en la tienda que satisfaga todas las necesidades de una familia moderna. Y por cierto, en vez de dejar a la mitad de los empleados en la calle, lo que haremos será bajar los precios al mínimo.
Siguió hablando por espacio de otra hora, detectando poco entusiasmo entre los que la escuchaban.
– Me parece que esto es todo, más o menos -dijo al final-. Tengo que asistir a la cena del Rotary Club esta noche en Le Cháteau, de modo que voy a tener que marcharme. Piensen en todo esto, y volveremos a discutirlo todo mañana por la mañana.
Le interesaba sobre todo saber cuál era la reacción de Carson ante sus palabras, pero el rostro de él estaba totalmente frío e inexpresivo. Era como si siguiera llevando las gafas oscuras. Su opinión era la más valiosa para Lisa. ¿Qué diablos pensaría él?
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